¿Cómo se asume mejor la cultura, desde el silencio de la platea o en el análisis que permea los significantes, hasta dejar exhausta la conciencia? Ambos momentos, el contemplativo y el que toma partido, son partes de la vida de un mismo hecho, el que amalgama una obra con la porción sensible. El misterio siempre residió en compartir el color de esa muerte pequeña que es la creación: el ser renuncia a un yo concreto y se entrega a otro que lo trasciende. Así, la crítica de arte, llevada por grandes de las letras, da cuenta de una historia que no es la de las batallas, la sangre derramada o los poderes terrenales, sino la que se inscribe en las grietas de un suceso mayor.
Para quienes parten del teatro y lo analizan, el reto es aún mayor, pues no queda más evidencia del paso de los grandes que esa huella pequeñísima en la esquina de un periódico, la que Baudelaire reivindicaba en los decálogos de la crítica moderna. Crear espacios paralelos a la obra, darles a los significantes de un fenómeno la resonancia que ellos requieren, a la vez que diseccionar otras peripecias que no merecen un sitial de honor, sino apenas el beneficio de existir en un tiempo que se deshace.
Los medios de comunicación, en esta era tecnificada y rápida, estarían llamados más que nunca a una labor esclarecedora, única, en la que la luz prevalezca. Sin embargo, lo que obtenemos dista mucho de ese producto desalienante que debe ser la crítica. Occidente en general ha pasado de ser el centro de la cultura teatral, con Grecia en medio, a una especie de escenario de shows baratos, donde la farándula prima.
Cuba no está exenta de corrientes de pensamiento donde la crítica teatral y sus homólogas fenecen a manos de visiones instrumentales en el mejor de los casos. A pesar de que existe una voluntad en determinadas esferas por el fomento de los espacios para el análisis, al más alto nivel desde la teoría, la difusión y el nivel de los géneros que se acercan al teatro distan de ser los que requiere el país como productor de sentidos. No hay claramente una visión que transgreda el margen utilitario y superficial de la mera reseña de sucesos, y que rescate la tradición crítica que hizo de la Cuba de otras décadas una potencia literaria en materia de la presencia de firmas y analistas. Para no ir lejos, el propio José Martí es uno de los más altos referentes en torno al fenómeno de las tablas, sin embargo, se acude poco a sus fórmulas a la hora de que los medios masivos afronten la existencia de propuestas discursivas novedosas, irreverentes.
Críticos teatrales. (Tomada de radiocamaguey.wordpress.com).
Pareciera siempre que las páginas culturales hablan de un país en el cual el creador no trasgrede sino que acude a las mismas maneras. Muy al contrario, la realidad es dialéctica y va desde la farándula hasta propuestas de un altísimo nivel, como la afamada obra Diez millones donde Carlos Celdrán nos trajo a la Cuba que muchos aún no quieren ver, pero que también existió y aún forma parte de los desgarramientos en esta construcción colectiva que funciona como país. Y es que el ejercicio de la crítica no se queda en las bellas artes ni en la cultura más evidente, sino que como disección nos propone una lectura subversiva de la praxis sociohistórica, llevándonos a un movimiento reflexivo inaplazable y, por ende, que debemos propiciar. El teatro en Cuba, más que ninguna otra manifestación, se parece mucho a Don Quijote, carga contra demasiados molinos de viento y a cambio de relativamente muy poco beneficio.
El equilibrio entre la visualización de lo valioso y el juicio severo sobre aquello de menos peso le toca a la gran prensa. Y si no existen los periodistas con la cualificación, pues hay otros mecanismos alternativos para que los profesionales formados en las escuelas de arte ejerzan un criterio que es formativo de los públicos.
Era Martí quien hablaba de la prensa no como esa aprobación bondadosa ni ira hiriente, sino como análisis, estudio, propuesta; y hacia allí debieran ir ciertos espacios que hoy no cumplen del todo el cometido al cual dedican recursos. En la radio, por ejemplo, existen excelentes especialistas que dan cuenta de la vida del teatro, los podemos escuchar en las distintas frecuencias y llevarnos un tino acerca de lo que es o no genial. Pero se ve la falta en la televisión, o en la propia tirada impresa de los diarios.
Para un país pequeño como el nuestro, hablar de crítica no debiera movernos a indiferencia, sino a una amplia toma de partido, a un renacer de aquellos maestros cubanos que cimentaron un gusto en los públicos que dio origen al movimiento teatral. Hay que acercarse a la obra crítica de Virgilio Piñera, quien desde distintas visiones nos regaló una forma irreverente de abordar la irreverencia. No obstante, dichos estilos quedan sepultados en páginas que intentan escribir los fenómenos de la cultura como sucesos burocráticos, a los cuales estaría abocado un hipotético público.
No existen medias tintas, no puede decirse que hay una mala crítica, porque entonces no podríamos llamarla crítica. O es excelente o se queda en lo meramente anecdótico. Aceptar que tenga derecho a la vida un ejercicio de medianías es abrirle la puerta a un arte de la medianía hacia abajo. Y eso nuestra sociedad no se lo puede permitir. Para hacer un país de certezas, se deberá apostar a la veracidad, y los veraces son aquellos que ven desde el arte las realidades tangibles.
Eberto
22/1/20 19:17
Saludo el interés y la valoración sobre la crítica que aquí se vierte. Sin embargo, el texto mezcla, generaliza y resume un problema de alta complejidad. Sería prudente que el autor refereciara sus opiniones e impresiones. Esto ayudaría a matizar sus opiniones y, sobre todo, ubicar con precisión los problemas que señala, pero no fundamenta esencialmente. Pone a todos y a todo en un mismo saco. La crítica de la crítica, como cualquier ejercicio profesional y especializado del criterio, no sólo se alimenta de la pasión necesaria, sino del rigor de los criterios y sus fundamentos; no de los coqueteos coyunturales o contingentes con un asunto sensible y de alta complejidad, con una difícil trayectoria en Cuba y en cualquier escenario cultural, social y político.
amador hdez hdez
22/1/20 11:46
excelente análisis.
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