“Un ajiaco sonoro que de forma amena y sencilla entretenía a la vez que reflejaba la cultura y tradiciones de Cuba”, así definió Pedro de la Hoz a Alegrías de Sobremesa, la producción radial que durante unos 50 años acompañó a las familias cubanas, con artilugios de comicidad que integraban a un público tan variado como lo es cada hogar de la isla.
Con una fórmula sencilla: reflejar un momento en la cotidianeidad de exquisitos personajes de un solar imaginario, Alberto Luberta logró captar la atención de los radioescuchas de varias generaciones, sin perder audiencia entre aquellos que ya podían contar sus ratos junto al dial de Radio Progreso, como una parte identitaria de los nacidos aquí, como un acápite de su historia de vida. Y es que para los cubanos aquel popular cierre de “¡Qué gente caballero, pero qué gente!” forma parte de ese arsenal de acontecimientos audiovisuales, políticos, sociales, o del orden popular, que coinciden en nuestro acontecer y nos unifican de modo substancial.
Podríamos decir de Alegrías de… que integra la lista de esos uniformes culturales que vestimos los cubanos de diferentes generaciones, los de la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI. Allí también pudiésemos incluir un “De La Gran Escena”; “Pañoleta Azul”; “Los hermanos Iznaga”, “El Brigadista”, “Arco Iris Musical”; por citar algunos de los fenómenos del audiovisual que se insertan en la memoria colectiva y conforman de alguna manera el tipo de pueblo que somos.
Sin embargo, a diferencia de algún otro icónico, el dramatizado dejo de expandir sus alegrías al éter con la misma austeridad conque mantuvo su rating de audiencia durante más de 30 mil programas radiados en 52 años. Los personajes de Rita, Paco, Estelvina, Sandalio el Bolao, Teté, entre otros sui géneris que acompañaron a estos protagónicos; ellos se mantuvieron íntegros en su concepto, y tan bien caracterizados que poco costaba darles un cuerpo físico en nuestra imaginación.
Estos personajes evolucionaron en sus conflictos, en sus concepciones y premisas de la misma manera en que lo iba haciendo la sociedad cubana, de modo que nunca dieron la imagen de una mulata detenida en tiempos lejanos e inverosímiles, o de un familión fuera de contexto, porque, además, abordaba aspectos generales del folclor nacional, sin que el fetichismo se tradujera en texto inverosímil. Sin renunciar al sello de un Luberta, enorme entre las ondas radiales de una de las principales cadenas del país, ni a los actores insignes, que en modo alguno perdieron su frescura, jamás. “Aquellos, hermosamente defendidos por las voces de Marta Velasco, Aurora Basnuevo, Mario Limonta, José A. Herrera, Diana Rosa Suárez, Rosa Bedíaz, Jorge Julio Alfonso, y Michel Labarta (…) los actores y actrices que han dado vida a los más de 70 personajes creados por Luberta, de manera muy especial los moradores de la casa donde largamente transcurrió la trama, Rita (Marta Jiménez Oropesa) y Paco (Idalberto Delgado)”, comenta de la Hoz.
Y no solo la estampa humorística atrapó oyentes, también lo hizo la selección musical que se mantuvo fiel a las piezas y orquestas de calidad. El locutor Eduardo Rosillo conducía con especial carisma este espacio, contribuyendo a una intensidad dramática que se sostenía hasta el final del programa más añejo, digamos, longevo, de Cuba.
“Yo pienso que el éxito de este espacio está, sobre todo, en la grandeza de su guionista. Él lleva la sociedad cubana hasta Alegrías…, al punto de que cuando nosotros los actores vamos a grabar no tenemos necesidad de improvisar”, afirmó la popular intérprete de Estelvina, Aurora Basnuevo, en ocasión de los 50 años del programa.
Dos años después, Luberta -quien cumpliría años en estos días- dejó de sentarse en su máquina de escribir para concebir aquel guion impecable, a su gusto, analógicamente. Pero la gran masa de oyentes continúo sintonizando su humorístico de sobremesa en alguna de esas caprichosas frecuencias del recuerdo.
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