CUANDO SE ACABAN LOS CUENTOS
Varias anécdotas surgieron de los monólogos de autores de literatura para niños, quienes confesaron sus porqués y cómo se iniciaron sus creaciones para lectores de muy pocos años, cuyos móviles para escribir poseen amplitud ilimitada.
Me atrajo poderosamente la historia de Hugo Mitoire, uno de los escritores más populares de Argentina entre los niños, aunque otras generaciones disfrutan la visita a mundos fantásticos donde ensoñación y pesadilla se entrecruzan.
El diálogo impuso sus códigos e impulsó ráfagas de interrogantes:
—¿Cómo encontró el camino hacia las hadas y brujas?
—Fue una noche en que comencé a leer a mi hijo uno de los cuentos que ya conocía. Y de inmediato hizo una mueca de desagrado y me dijo: “Ese ya me lo sé. No quiero que me leas. Quiero una historia que me dé mucho miedo”.
“Me tomó tan de sorpresa que no supe qué hacer. De inmediato me sobrepuse y entendí que debía abrir mi imaginación nada menos que al terror. No sé cómo lo hice pero pude contarle una pequeña historia que, al parecer, le gustó. Aquella contada se volvió un hábito, y todas las noches acudía junto a mi pequeño. Sin darme cuenta me volví un cuentero de historias para niños”.
CON EL CUENTO DE HACER CUENTOS
—¿Cuándo tomó la decisión de contar en vez de operar?
—Dedicaba mucho tiempo a escribir y cada vez sentía menos deseos de acudir a un salón de operaciones, pese a que era muy reconocido como cirujano. Incluso, empecé a faltar, y un día el director del hospital, cuando me vio llegar, me dijo que había llegado un caso urgente de apendicitis. Al entrar al salón tuve un acceso de pánico y me sentí fuera de lugar, ajeno a cuanto me rodeaba. Hice un esfuerzo sobrehumano y toso salió bien, porque primó mi ética profesional.
“Cuando concluí fui a ver al director y le dije que no iba a trabajar más como médico, que iba a dedicarme a la literatura infantil, pues lo único que me interesa es escribir para niños. Me dijo que yo estaba loco y me preguntó quién me había dicho que yo era escritor. Y agregó que me había convertido “en un vago con el cuento de hacer cuentos”.
UNA DOSIS DE TERROR PARA SOÑAR
“Tuve que empezar a vender mis pertenencias, aun cuando mi hermano me ayudaba al entregarme todos los meses una ayuda económica, pues, por aquellos tiempos, era el único que creía en mí. Yo, que ganaba granes sumas como cirujano, me vi en la pobreza y tuve que hacer algo así como milagros para subsistir y autopublicar mis libros durante cuatro años.
“Todo empezó a cambiar cuando una editorial se interesó en mi obra, al comprobar que los cuentos eran seguidos por los niños. Las ventas fueron aumentando y hoy vivo de la literatura como antes de la medicina. Me entregué a ambas profesiones, y he recibido respuestas imborrables de profundo amor.
DE NIÑO A NIÑO
—¿Cómo surgieron en usted los paisajes y argumentos de Cuentos de terror?
—Los fui conformando a partir de las vivencias de mi niñez en los pueblos y paisajes que habité en el Estado de Chaco. Aquellos recueros han ido ganando una connotación mágica, a partir de las evocaciones que le han otorgado una pátina de misterio de la cual han surgido personajes y argumentos que redescubrí en mis recuerdos.
—¿Cómo define su labor de escritor?
—Escribir para mí lo es todo. Me siento en deuda con las niñas, los niños y los jóvenes, pues me parece escaso el tiempo que dedico a escribir para ellos y contribuir a que sean capaces de construir un mundo mejor. No es este el futuro que yo soñé de niño. Ojalá que mis lectores no opinen lo mismo que yo en el mundo en que van a vivir?.
ME SIENTO PREMIADO EN ESTA FERIA
—¿Cuál es su opinión sobre la XXIII Feria Internacional del Libro, Cuba 2014?
—Es un ejemplo del mejor concepto de este evento, pues aquí han asistido y participado personalidades reconocidas de todas partes del mundo, con criterios justos y profundos acerca de la cultura y el protagonismo de las letras como expresión del pensamiento. Y, ante todo, en la feria se respira amor.
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