Poeta lírico y revolucionario fue la más humilde definición de sí mismo que dio, en cierta ocasión, el escritor Luis Marré. Callado, noble, sosegado y entrañable, según afirman quienes lo conocieron, el bardo de 84 años desapareció físicamente, el jueves pasado en la capital cubana, pero dejó tras de sí una obra para siempre indeleble en la cultura cubana.
Del periodismo a la literatura transitó el también ensayista, novelista y traductor, considerado uno de los mejores poetas contemporáneos del panorama literario nacional. Marré se consagró en la década del cincuenta del pasado siglo cuando su estilo lo condujo a formar parte de la llamada Generación de los Cincuenta.
Luego vendrían sus colaboraciones con las principales revistas literarias del país: Orígenes, Ciclón, Casa de las Américas, El Caimán Barbudo, Santiago, Universidad de La Habana, Extramuros y La Gaceta de Cuba, de la que fue jefe de redacción durante casi veinte años. Fundó, además, la Unión de Artistas y Escritores de Cuba y su editorial Unión.
Paralelo a su labor periodística engrosaba su trabajo literario con un sinfín de obras como Voy a hablar de la dicha (Ediciones Unión, 1977), Nadie me vio partir (Ediciones Unión, 1990), A quien conmigo va (Ediciones Unión, 2001), Hojas de ruta (Ediciones Unión, 2006), Crónica de tres días (Editorial Letras Cubanas, 1980) y Techo a cuatro aguas (Ediciones Unión, 1996), por solo citar algunas.
Su poesía, de tono íntimo y sosegado, fue traducida a más de 15 idiomas y formó parte de importantes antologías de poetas hispanoamericanos. Hombre sin grandes pretensiones vivió con la grandeza de la sencillez, que también reflejó en sus versos.
De ahí que, cuando en 2008 recibió el Premio Nacional de Literatura expresó: “El premio no me va a hacer mejor ni peor poeta, ahora que estoy al final de mi vida. No voy a ser mejor militante, ni mejor revolucionario, porque siempre he tratado de serlo".
El jurado que le otorgó el Premio lo reconoció "con un lenguaje de seductora maestría, elegante y equilibrado, (que) supo conjugar la inspiración clásica con los aires renovadores de la vanguardia". Por su parte, la crítica lo reconocía “como un poeta esencial, imprescindible en la historia de la poesía cubana, que se distinguió desde sus inicios por el rigor, el refinamiento y por las estrictas selecciones de sus trabajos”.
A la noticia de su muerte, varios artículos reflejaban la peculiaridad de su personalidad. Uno, en especial, hacía honor a uno de sus títulos: Nadie los ve partir, porque estará siempre de regreso.
Entonces prefiero hablar de la dicha, porque de Marré no se podrá nunca hablar en pasado.
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