Reporta The New York Times un dato sorprendente, por decir lo menos.
Los integrantes de la tribu apache Montaña Blanca, en Arizona oriental, han sido infectados por el coronavirus, como ha sucedido en todo el planeta.
Ah, pero aquí viene lo asombroso. ¡Su índice de casos mortales es tremendamente menor que el registrado en ese estado norteamericano! (1,3% entre los apaches; 2,1 en Arizona en total).
Ahora los científicos de la vecina nación norteña andan tirándose de los pelos ante el hecho extraordinario. Por ejemplo, el doctor Vincent Marconi, quien dirige las investigaciones sobre enfermedades infecciosas de la Emory University, en Atlanta, lo calificó de “increíble”.
Y –miren ustedes qué cosa, comadres y compadres lectores-- este humilde emborronacuartillas, quien sabe tanto de epidemiología como de teología marciana, cree tener la respuesta.
Para sostener mi tesis me apoyo en los hombros de un coloso del pensamiento universal. De aquel titán del intelecto dijo José Martí –sí, El Maestro, El Apóstol, El Homagno-- que su frente era “como la ladera de una montaña”.
Claro está que hablo de Charles Robert Darwin (1809-1882), quien sentó las bases de la teoría evolutiva.
Para hablar rápido y algo chapuceramente, dígase que el científico británico planteaba que todas las formas de vida se han desarrollado a través de un lento proceso de selección natural. Y que en una especie del mundo vivo, tenían superior capacidad de éxito los ejemplares mejor dotados. Y que genéticamente transmitían a sus descendientes lo que les hizo sobrevivir.
Pero vayamos a los protagonistas de esta pequeña historia.
¡ESOS APACHES!
Vivían de la cacería, la pesca, la agricultura. En pequeñas comunidades, que tenían como base a la familia, donde la madre desempeñaba papel cardinal.
Tras quinientos años de migración desde la tierra que hoy llamamos canadiense, se establecieron en territorios que ahora se hallan en el suroeste de los Estados Unidos, y que abarcaban más de la mitad del área que tiene Cuba.
Pero lo antes dicho no es todo: había que pensarlo dos veces antes de agredirlos. Esforzadísimos guerreros eran y, además, hábiles estrategas.
Y un día llegó, del otro lado del océano, el invasor, que no respetaba a su tierra, a su mamá, a sus niños, a su credo.
Ahora prepárese el lector para recibir una información estremecedora: bajo el mando de jefes legendarios como Cochise o Gerónimo, estuvieron combatiendo contra los europeos –españoles o anglosajones-- ¡durante 288 años!
MI MUY HUMILDE CONCLUSIÓN
En efecto. Ahora los especialistas norteños andan enloquecidos preguntándose por qué los apaches tienen esa increíble resistencia ante el virus que asola al mundo.
Deberían releerse a Darwin.
Sí, porque un pueblo que ha combatido durante casi tres siglos contra el invasor tiene que ser, sin lugar a dudas, inderrotable.
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