viernes, 20 de septiembre de 2024

Libros como vacunas

La trigésima edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana no solo constituyó un aliciente para la familia, sino también una muestra irrefutable de voluntad política en pos de la cultura...

Yeilén Delgado Calvo en Exclusivo 02/05/2022
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Feria del Libro de La Habana 2022-Cuba
La Feria del Libro es un suceso además de cultural, también comercial.

La mochila regresó cargada. Visitar la Feria Internacional del Libro de la Habana resulta para mí una costumbre de casi toda la vida, pero esta vez era diferente por varios motivos: la edición había estado aplazada por dos años de pandemia de Covid-19, y llegaba en un contexto de crisis económica profunda e inflación creciente.

Además, nunca antes había estado allí en condición de madre; comprar textos que considerara enriquecedores para la formación de mis dos pequeños constituía una motivación esencial.

Basta llegar a las inmediaciones de La Cabaña, el recinto principal, para comprender que la Feria del Libro es un suceso además de cultural, también comercial. Cientos de familias acuden motivadas no solo, ni siempre, por la lectura, sino por adquirir otro tipo de productos o simplemente pasear; más aún luego de los interminables meses de aislamiento social.

Las largas filas para comprar las entradas, que a veces se extienden por más de una hora, confirman el amplio público de la Feria; y también que no sería ocioso colocar más puestos para vender los pases, o hacerlo además de forma electrónica.

En redes sociales muchas personas mostraron su inconformidad por los altos precios de los libros; y, ciertamente, podían encontrarse allí ejemplares a costos exorbitantes. Las casas editoriales extranjeras, que antes vendían en el ya inexistente CUC, ahora lo hacen en moneda nacional, pero evidentemente la conversión del dólar no la hacen a la tasa de cambio oficial.

Una edición de 1984 de George Orwell a mil pesos o de El Principito a 1 600 (ambos textos publicados ya por editoriales nacionales) escandalizan a cualquier lector de Cuba, donde si hay algo accesible son los libros.

Materiales de oficina, agendas, portadas coloridas donde resaltan princesas y dinosaurios, mesitas para los niños… llaman la atención por el colorido, y también porque son para cualquier padre o madre materiales difíciles de encontrar en el día a día.

Sigo preguntándome, como en ediciones anteriores de la Feria, si esa parte no está de más, si no desvirtúa las esencias del hecho cultural, si muchos visitantes no se quedan solo con tales ofertas e ignoran todo el entramado de actividades y de títulos maravillosos que constituyen el alma del evento.

Yo, madre trabajadora de una niña y un niño, lectora empedernida, y con presupuesto restringido, no busqué en ese lado; fui, como siempre, a las editoriales nacionales. Así encontré El gran libro de Chamaquili, de Alexis Díaz Pimienta, y por 30 pesos me llevé esa joya de la Editora Abril, hermosamente ilustrada.


El gran libro de Chamaquili, de Alexis Díaz Pimienta. (Tomado de Facebook de Alexis Díaz).

El corazón me dio un vuelco cuando hallé Había una vez (a 70 pesos en un combo con una caja de plastilina); también compré El maravilloso mago de Oz, y Zona de obras de Leila Guerriero, Fervor de Argentina, de Roberto Fernández Retamar; y una edición de bolsillo de la Constitución de la República que hace tiempo deseaba… en resumen, cerca de quince títulos. La mochila regresó cargada y no me arruiné.

Por varias razones prefiero las ediciones cubanas, y la principal es la calidad de sus contenidos. No siempre lo que brilla es oro, y muchas veces las ediciones extranjeras que allí se venden carecen de los valores estéticos y éticos y de la profundidad que quiero, por ejemplo, inculcar a mis hijos.

Para la infancia, a los precios de siempre, había hermosos libros, para leer y colorear; y estaba El principito, baratísimo, como en casi todas las ediciones de la Feria.

Teniendo en cuenta la situación económica mundial y particularmente la de Cuba, peor aún por estar bloqueada, creí encontrar menos en la Feria. No obstante, se pusieron a disposición de los lectores 900 novedades y cuatro millones de ejemplares, una heroicidad si se considera que el papel tiene un precio elevadísimo en el mercado mundial, y que el Gobierno debe comprar comida, materias primas, equipos…

La única manera de explicar ese hecho radica en la voluntad política del Estado cubano de respaldar la cultura y a sus creadores. En el panel que dentro de la Feria se dedicó a los 55 años del Instituto Cubano del Libro, el intelectual Iroel Sánchez, quien fuera por varios años su presidente, afirmó que la Revolución tuvo los aciertos de crear un lector masivo, y democratizar el acceso de los autores a las editoriales.

Y reflexionó que gracias a ello ahora contamos, entre otros logros, con la ciencia: gracias a que tuvimos libros, tenemos vacunas; “en los libros ha estado el conocimiento para salvarnos como pueblo”.

Tal y como aquella primera edición de El Quijote de la Imprenta Nacional, la Feria sigue siendo para la familia cubana. Facilitarla, dos años después, es un acierto total, y mejorarla, un imperativo. Los libros, a fin de cuentas, son como vacunas, pero contra la banalidad, la desidia, las noticias falsas. La lectura nos hace mejores, vale la pena luchar por ella.


La lectura nos hace mejores, vale la pena luchar por ella. (Abel Rojas Barallobre/Juventud Rebelde)


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Yeilén Delgado Calvo

Periodista, escritora, lectora. Madre de Amalia y Abel, convencida de que la crianza es un camino hermoso y áspero, todo a la vez.


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