Hay que leer, eso nos salvará. No se trata de solo una actitud, un impulso, el hábito adquirido en los tiempos tempranos. Los libros nos sacan del estado de silencio en que nos sume la posmodernidad y que nos quita la vida en la selva de los símbolos, como si existir fuese una opción baladí. La campaña por la lectura representa uno de los gestos de resistencia de un país aún insepulto en la ola de corrección política, banalidad, idiotismo cultural y reino de la locura que bullen en el entorno. Acaban de anunciar (habría más bien que denunciar) a cierto “músico” de escatológico lenguaje como el compositor del año. ¿Qué vendrá luego, darle el Nobel a alguien que jamás haya escrito una línea? No estamos lejos, en una cultura que propugna la estupidez.
Una película de la infancia, de esas que forman parte de ese imaginario ya para siempre, nos recuerda que en los libros está la savia que le falta a la vida. La historia sin fin es una cinta donde el niño protagonista, a la vez que crece como humano, llega a enfrentarse con la metáfora de la antiintelectualidad en la presencia del personaje de La Nada. En la medida en que la gente deja de creer en la lectura, el mundo verdadero, el que nos da sentido, se hunde en medio de movimientos de tierra y caídas al vacío. La imagen se ha quedado para darnos una idea de adónde vamos en un devenir sin chispas de creación, sin cuentos, ni originales reproches a lo chato y gregario.
En la campaña cubana para el fomento de leer, se hallan intelectuales e instituciones. Uno de esos sitios es el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, fundado por el Premio Nacional de Literatura Eduardo Heras León. Quien vaya a las redes sociales verá que, desde las páginas y grupos de graduados de este centro, se realiza una labor urgente para traernos los clásicos y autores noveles en el campo de las letras. Todo en aras de que Cuba no pierda el frescor de un público afanado a las obras, como fue en décadas remotas. Hay, en las intenciones del Instituto Cubano del Libro, una contrapartida a los planes de idiotismo implementados por los promotores del pensamiento único del mercado y sus iconos del momento.
Se trata, en todo caso, de una batalla cultural, la misma que tiene lugar en tiempos en que se nos va a tratar de imponer desde las élites el sexto tecnoparadigma basado en el transhumanismo, la robótica y la dictadura electrónica. En el manejo de la conciencia, como se plantea desde los think tanks, hay mucho de aparente espontaneidad, de supuesto discurso “progre” liberaloide. Son las técnicas esgrimidas por el Instituto Tavistok de Investigaciones para la Conducta Humana, al servicio de la élite en materia de cambio cultural y manipulación, el mismo que desde los años sesenta del siglo pasado creara el movimiento alternativo y pro causas sociales como un arma política teledirigida.
Quien hoy plantee la promoción de la lectura, lo que hace es sembrar la semilla crítica de un pensamiento antielitista, que será incómodo a los procesos de idiotismo, de parálisis de la rebeldía y de la conciencia natural humana. El ser artificial en que nos desean convertir es un sumiso instrumento alejado de la condición libertaria de la especie, un sucedáneo de los hombres, uno que dirá que no le hace falta ni le interesa la lectura, ya que maneja lo que “es útil” y nada más. Estamos a las puertas de una cuarta revolución industrial que requiere la muerte real y simbólica de las personas, para el nacimiento de presupuestos más acordes con el proyecto globalista del nuevo milenio. Es lógico que en ese clima cultural se persiga a los intelectuales, tal y como le aconteció a la autora JK Rowling, o se estigmatice la diferencia, cuando no se doblega. Leer empodera, nos desarraiga del paradigma dictatorial del hilo de Twitter, de la estupidez de MTV y su promoción de falsos profetas, de la mentira hecha verdad.
Pero pocos, quizás demasiado pocos, protestaron en las redes cuando se le dio a ese “músico” tamaño premio como compositor, de hecho, estuvo de moda reivindicar la escatología, las palabrotas y la suciedad del lenguaje, como manera “progre” de protesta ante los que despreciamos el atrevido gesto laudatorio. Las causas reales, las de la justicia, se están quedando sin sujeto, y los que debieran despertar de la dictadura electrónica, se teledirigen como zombis en apoyo de sus amos y asesinos. La ingeniería social está dando sus frutos y la gente apenas levanta la cabeza de internet para comer e ir al baño, en una vida que ya fue prefigurada por la cinta The Matrix, donde solo tomarnos la píldora roja, o sea venir de retorno al mundo tangible, nos otorga legitimidad.
La promoción del teletrabajo por las Naciones Unidas, el desprecio al discurso marxista que ataca el conflicto entre capital y labor enajenada, la mentira cultural de que en este mundo las élites nos acompañan para bien y nos desean los mejor; todo ello llega a través de las redes que, para sorpresa, publican anuncios de McDonald’s con el rostro de George Floyd y promueven falsos celulares “ecológicos” que siguen siendo los mismos de siempre, fabricados sobre las espaldas de niños esclavos del Congo.
Hay que leer, tenemos que salvarnos, como los personajes de la novela Fahrenheit 451 de Bradbury, memorizando cada obra humana, cada vestigio de lo grandioso que es el hombre al que quieren tratar como un idiota, como un servil.
Marcel
22/7/20 20:44
El teletrabajo es recomendado a nivel mundial y por la misma OMS dado el alto contagio del virus. No es algo promovido por la ONU únicamente. Bancos, oficinas, clases no presenciales en universidades, bachillerato, telemarketing, todos los trabajos que puedan hacerse desde donde uno vive se van a hacer de forma remota. Evidentemente es para países que van de la mano de la última tecnología, mayormente en grandes ciudades donde el distanciamiento social es casi imposible. Es para frenar el contagio que está en los comienzos de la segunda ola en muchos países que ven el peligro de que haya más de diez personas juntas en un lugar cerrado. El primer contagiado en Alemania fue por compartir un salero en una mesa en la que estaban comiendo.
polti
22/7/20 13:57
JK Rowling no ha sido perseguida como intelectual. Como fan de la autora, seguí a rajatabla lo sucedido y fue que la autora se posicionó en contra de las personas transexuales a través de un tuit (en el que decía que las mujeres que no menstruaban no eran mujeres, esto lo puede consultar con otras fuentes). Eso le ocasionó críticas internacionales y renuncias de autores de la misma editorial que la publica, lo que terminó en la famosa carta firmada por otros autores de prestigio como Margaret Atwood debatiendo los límites de la cancelación de la cultura en las redes sociales, la falta de autocrítica y la supresión de opiniones contrarias a lo que se percibe como lo que es correcto.
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