sábado, 18 de mayo de 2024

La escena premia a su enamorado (+Fotos)

Juan R. Amán, Premio Nacional de Teatro 2013, recibe este lauro, en pleno montaje de la reposición de "La Bohéme" y con dos obras a estrenar este año con el Teatro Lírico Nacional...

Ada María Oramas Ezquerro en Exclusivo 01/02/2013
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Juan R. Amán, Premio Nacional de Teatro 2013 01
Juan R. Amán, Premio Nacional de Teatro 2013.

Al dialogar con Juan R. Amán, impera el optimismo en ráfagas de alegría, pues la energía de sus primeros años se mantiene en sus ochenta vitales, redoblado el esfuerzo en estos días que preceden a la reposición de la ópera La Bohéme, de Giacomo Puccini, desde el 25 al 27 y el 1ro. y 3 de febrero, en la sala Avellaneda del Teatro Nacional, con ensayos que abarcan todo el día, como si Amán se enfrentara, al cabo de 52 años, a su debut escénico, pero con las armas de la experiencia y la excelencia de su talento.

CRUCE DE CAMINOS EN LA CUARTA PARED

—¿Cuáles fueron tus primeros pasos entre diablas y bambalinas?

Comencé en las artes escénicas como instructor de teatro de aficionados, que fue para mí una formación fundamental, por las características del trabajo con personas que tenían inquietudes por el arte y a quienes orientaba para canalizar su vocación.

“Con ellos aprendí mucho, tanto como en los cursos que recibí en el Teatro Nacional de Cuba, donde me inicié en las brigadas Covarrubias, que alentaron mis ansias de creación en el conjunto de disciplinas que abarca el universo teatral”.

—¿Por cuáles géneros teatrales ha transitado tu labor teatral?

Ante todo, mi comienzo fue en escenarios no convencionales, como impone el trabajo cultural comunitario. Es un proceso inverso al profesional. Los creadores van hacia el público, en vez de que los espectadores acudan al teatro. Pero aquella experiencia me marcó definitivamente, encontré en lugares distantes a quienes se sentían tan atraídos como yo por los misterios del teatro y aprendí a contemplar en su mirada una nueva perspectiva del hecho teatral.

—¿Qué connotación posee para ti esta puesta de La Boheme?

Ante todo, que es una de las puestas mías que más valoro. Es un montaje que he querido conservar, especialmente porque obtuvo el Premio Villanueva del 97. Y quiero conservarla porque ha tenido muy buena aceptación por el público. Aunque mantengo esencialmente la estética de la representación, la puesta ha evolucionado, como ocurre con los seres humanos. Uno cambia de un mes para otro y así ocurre con determinados aspectos renovadores que le he ido incorporando a la creación.

—¿Y en cuanto a Cecilia Valdés, uno de tus representaciones antológicas en el género lírico?

Es otra de mis hijas preferidas. Pude realizar una versión a partir del texto de Cirilo Villaverde. Afiancé mis puntos de vista sobre la obra, el aspecto histórico y sociológico y una versión en que está presente toda la música compuesta por Roig para esta zarzuela. Es una diversidad bellísima en cuanto a géneros musicales, como el tango congo, el folclor afrocubano en la escena del cañaveral, la contradanza, un pasaje casi operístico en el gran dúo de Cecilia y Leonardo, y la canción de cuna del final.

“También, en cuanto a géneros dramáticos confluyen en este montaje de Cecilia la tragedia, la comedia y elementos que aluden al vernáculo. Y una obra que presenta un diapasón tan amplio es un reto para trabajarla y porque al enfocarla con la óptica de una complejidad como la que exige esta Cecilia, es un reto para trabajarla. Es una pieza de gran colorido musical y el texto posee una fuerza tremenda”.

—¿Algún otro título que te atraiga especialmente entre los que mantienes en el repertorio del Teatro Lírico Nacional?

Junto a La Boheme y Cecilia Valdés, indudablemente, se encuentra Carmen. Son obras que constituyen un material muy difícil, de intensidades cromáticas en el texto y la música, una de las más hermosas del género lírico, en la cual es universalmente conocida la habanera, engastada como una joya en esta obra de George Bizet y que identifica a Carmen en el mundo entero. Los personajes de estas tres obras, de tanto significado para mí, poseen un sentido humano muy profundo en los cuales se aprecian contradicciones muy interesantes”.

—¿Piensas en algún otro proyecto, después de la temporada de La Boheme?

Estoy loco por comenzar un montaje del que espero mucho. Se trata de la versión que hice a partir del texto de Electra Garrigó, de Virgilio Piñera, con música especialmente escrita por Juan Piñera para la escenificación, concebida como una ópera. En el texto fui planteando las arias, dúos y concertantes que incluirá la puesta. Me interesa mucho esta obra y a Juan también, porque se han tenido en cuenta todas las posibilidades de musicalizar este títulos en consonancia con sus clímax dramáticos.

—¿Otra obra para un futuro más lejano?

Estoy enloquecido con ella, y no será a tan largo plazo, quisiera estrenarla también este año. Me refiero a una ópera de George Friederick Haendel, pero me reservo el título.

—¿Qué representan para ti las obras cubanas que has dirigido, tanto líricas como de teatro dramático?

Significan mucho para mí, porque cuando las dirijo me siento muy bien, estoy en lo mío, porque tengo un conocimiento más profundo de los sectores sociales, del modo de pensar y de actuar. Las características de los personajes las tiene uno dentro de la familia, de los amigos, de uno mismo, para llevarlo a escena en el teatro, la danza y la dramaturgia. Y ese fue mi despegue, en el cual estuve trabajando hasta 1968.

—¿Tu evocación de aquella época?

En 1962 comencé a trabajar en las brigadas Covarrubias, que dirigía Hugo Ulive, y dirigí Santa Camila de La Habana Vieja, de José R. Brene, un clásico del teatro cubano, y La zorra y las uvas, del brasileño Guilherme Figueiredo. La Camila recorrió el país y la puesta me abrió los horizontes: el Teatro Lírico me invitó a dirigir Rigoletto, mi primera ópera. Casi enseguida, el Centro Dramático de Las Villas me contrató para que dirigiera un espectáculo titulado De ayer te cuento y soy tu canto, de tres autores cubanos; y, después, Historias con Canal, de Osvaldo Dragún, con Omar Valdés en el protagónico y fue un éxito tremendo.

“Y continué trabajando alternando teatro dramático y lírico hasta quedarme definitivamente en el Teatro Lírico Nacional”.

—¿Cuál es tu mayor deseo en estos momentos?

Poder seguir trabajando para la escena, de la cual vivo enamorado desde que la conocí. Por eso, me siento contentísimo por haber merecido el Premio Nacional de Teatro 2013. Es el reconocimiento a mi trabajo y a la dedicación a este mundo donde vivo, creo y me siento más joven cada día.


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Ada María Oramas Ezquerro

De larga trayectoria en el periodismo cultural. Premio de Oro, del Gran Teatro de La Habana y Miembro de la sección de la Asociación de Artistas Escénicas de la UNEAC


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