El Feeling, o en su forma cubanizada Filin, ese género musical nacido a fines de la década del cuarenta de la pasada centuria y que se asocia con la emoción, el sentimiento, la libertad y la improvisación contará con un espacio donde se le venere.
Ese es el propósito del artista de la plástica y promotor cultural Salvador González Escalona, quien aspira a llevarlo al conocimiento de las más nuevas generaciones de cubanos.
Fue precisamente en una casa del Callejón de Hamel, sede del proyecto artístico al que ha dedicado tres décadas de su vida, donde nació el filin, con sus canciones íntimas, plenas de poesía y signadas por el influjo del jazz norteamericano, que marcaron un antes y un después en la forma de componer e interpretar la trova nacional.
El Callejón de Hamel es una de las calles más cortas de la capital cubana. Se ubica en la barriada de Cayo Hueso, en la intersección de las calles Aramburu y Hospital, en el corazón de Centro Habana. Allí vivían el trovador Tirso Díaz y sus hijos Ángel y Tirso.
Su morada era el punto de reunión de filineros de pura cepa, en su mayoría, de formación autodidacta, y que se hacían acompañar de la guitarra. Entre ellos vale destacar a Luis Yáñez, César Portillo de la Luz, José Antonio Méndez, el Niño Rivera, Ñico Rojas, Elena Burke, Moraima Secada, Omara Portuondo y Aida Diestro, entre muchos otros grandes de la cancionística cubana.
NACE EL CALLEJÓN
Hace poco más de 30 años, el 21 de abril de 1990, Salvador daba los primeros pasos en la creación de su proyecto sociocultural en los antiguos terrenos comprados por el norteamericano de origen franco-alemán Fernando Belleau Hamel que, con el paso de los años, se poblaron de los rostros más humildes de la sociedad habanera.
“Es mucho más que un proyecto relacionado con la pintura mural. También está vinculado con las conferencias acerca de los temas de religión, espiritualidad, sociedad religiosa y con todos los valores que conforman nuestra identidad cultural”, afirma Salvador.
Cuando le preguntan qué lo inspiró a fundar el Callejón de Hamel se remonta al lejano año 1990, en medio del llamado Período Especial, donde todo escaseaba menos la voluntad de salir adelante y superar las dificultades económicas.
Un amigo le solicitó que le pintara un mural dentro de su casa, pero al artista se le ocurrió la idea de hacer un gran mural a cielo abierto que se inauguró con la presentación del grupo Yoruba Andabo. Por allí han desfilado desde entonces Merceditas Valdés, la agrupación Clave y Guaguancó y muchos otros grandes artistas del patio.
“Sin saberlo hice una obra que se convertiría en el primer espacio dedicado a la cultura negra en mi país. Y así pues empezamos a desarrollar todo un trabajo musical cada domingo en el Callejón de Hamel. Eso fue bien importante y me impulsó a continuar esta obra de carácter monumental que tiene conceptos pictóricos.
”Los murales al mismo tiempo son didácticos. Uno está inspirado en el culto de la Sociedad Secreta Abakuá. Otro, en la religiosidad de la llamada santería y el sincretismo que se establece entre la religión católica y los rituales de origen africano.
”Una parte está dedicada a la cultura del Congo, muy importante en Cuba. Es un culto de descendencia bantú conocido popularmente como de Palo Monte. Ahí interpreto el culto del Nganga. Sucedió que la cultura popular le dio fuerza. Hubo personas que llegaron aquí y me dijeron que se les había concedido lo que pidieron y por eso lo titulé Cruz del sol, evocando los cuatro puntos cardinales. Hay que dar paso a la fe popular”, advierte el pintor y muralista.
En todas estas décadas Salvador ha recibido números premios y reconocimientos por su labor. Además, ha tenido la posibilidad de emplazar sus murales en muchas partes del mundo: Noruega, Dinamarca, Italia y los Estados Unidos. En este último país ha dictado conferencias y ha impartido talleres a niños de la enseñanza media muy interesados en el tema de la cultura afrocubana.
“Hay algo muy importante para esas personas de Europa o América: nuestra cultura no es una leyenda del folklore. Está viva y todavía tiene sus prácticas, sus vivencias y sus historias”, confiesa quien a través de su arte ha enaltecido una parte de nuestro patrimonio inmaterial.
Desde finales de 2020 Salvador y Alexander Díaz, nieto del compositor Ángel Díaz, están inmersos en la materialización de lo que será conocido como el Callejón del Feeling. Se trata de un proyecto ambicioso con el cual rendirán tributo a los precursores del género.
Alexander le ha contado a la prensa que su abuelo vivía en una casa en los altos y cuando llegaban a visitarlo sus amigos emitían un silbido con las notas de Rosa mustia, tema icónico de la autoría de su abuelo. Esa pieza será tomada ahora como emblema de la iniciativa. Salvador pintará otro de sus murales didácticos para que los jóvenes se acerquen al tema trovadoresco.
“Cada género musical tiene su espacio. Pero el espacio que ocupa y ocupó en un momento determinado la canción del feeling no lo podemos borrar de la memoria”, concluye el promotor cultural.
Nuevamente las artes visuales y la música se unirán en el Callejón del Feeling, un nuevo empeño del hombre que hizo del barrio donde escogió habitar un sitio donde hoy los niños y jóvenes aprenden sus primeras nociones de pintura y cada domingo se forma la rumba para el disfrute de todos los moradores de la localidad y de quienes llegan provenientes de allende los mares.
*Con información aportada por el Canal Habana
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