Una década atrás era este el mes de la danza en Cuba y el día 29 nos sumábamos a su celebración mundial; en nuestro país era una fiesta que llegaba al clímax con la entrega del Premio Nacional de Danza. Con el devenir de los años ese premio ha sido controvertido muchas veces. ¿Que aún quedan nombres en la danza moderna o contemporánea cubana por premiar? ¡Es cierto! Falta por reconocer a dos o tres generaciones que hicieron historia. Desde Luz María Collazo, Clara Luz Rodríguez, Perla Rodríguez, Dulce María Vale, Johannes García, Alfredo O´Farrill hasta George Céspedes, quien lidera una generación del siglo XXI.
En sesenta años, es el primer abril en que no estaremos al tanto de la opinión certera y aguda de Ramiro Guerra sobre la danza toda. ¿Y qué pasó en el ballet al que, tan generosamente, Alicia dio el nombre de Nacional de Cuba? ¿Qué dijo Alicia, a quién promovió, a quién le dio un protagónico y a quién no? Son las dinámicas de nuestras vidas cotidianas, signadas por la danza. La desaparición física de ellos el pasado año presagiaba nuestra orfandad y, aunque “el mundo está al revés”, no esperábamos un año de pandemia que pondría todo ¡patas arriba!
Pero abril también es el mes en el cual, en 1959, Ramiro Guerra desde el Teatro Nacional de Cuba, lanzara la convocatoria para fundar una compañía de danza moderna con los “…colores de piel de Cuba, desde el blanco al negro incluyendo el mestizo”.[i] Él, Lorna Burdsall y un grupo de jóvenes estuvieron trabajando hasta el 25 de septiembre de ese año, cuando se dio a conocer a los seleccionados.
El 29 de abril de 1960, a tres meses de su debut, la hoy Danza Contemporánea de Cuba continuó danzando, subieron a la escena las coreografías de Ramiro Guerra El milagro de Anaquillé —con la cual el maestro comenzó a afianzar el camino de la danza moderna cubana—, y Llanto por Ignacio Sánchez Mejías. Para la ocasión, Lorna Burdsall coreografió Concerto Grosso y Ritual primitivo.
…El milagro de Anaquillé va por el camino de Mulato: ya aquí el mensaje, lo que tiene que decir socialmente, políticamente, actualmente la danza, lo dice acompañado por una forma no solo apropiada, sino también autóctona y ¿por qué no decirlo? original. [ii]
El mes de abril ha sido pródigo en estrenos en la danza contemporánea cubana:
- Tierra, de Elena Noriega (11 de abril de 1963)
- Canto para matar una culebra, de Ramiro Guerra (11 de abril de 1963)
- Impromtu negro, de Ramiro Guerra (11 de abril de 1963)
- Entreacto barroco, de Ramiro Guerra (11 de abril de 1963)
- Medea y los negreros, de Ramiro Guerra (17 de abril de 1968)
- Y es el hombre, de Víctor Cuéllar (8 de abril de 1976)
- Omnira, de Eduardo Rivero (4 de abril de 1979)
- Girón, de Rosario Cárdenas (17 de abril de 1981)
- Baltasar, de Iván Tenorio (Abril de 1981)
- Victoria de la esperanza, de Marianela Boán (26 de abril de 1985)
- Entre versos, de Milagros Medina (9 de abril de 1987)
- Imago, de Rosario Cárdenas (9 de abril de 1987)
- El cruce sobre el Niágara, de Marianela Boán (9 de abril de 1987)
- Ante el espejo, de Narciso Medina (7 de abril de 1988)
No se puede separar la danza de su contexto social, de su espacio natural de desarrollo. Por eso, a partir del 15 de abril de 1961, ante el peligro inminente de la invasión armada a Cuba, los bailarines tuvieron que posponer los planes: iban a su primera gira internacional, pero tuvieron que abandonar los salones de ensayos, vestirse de milicianos y cavar trincheras en el propio Teatro Nacional de Cuba en la Plaza de la Revolución, mientras tenía lugar el ataque mercenario a Playa Girón. Se había producido la declaración histórica de “la Revolución Socialista y democrática de los humildes, con los humildes y para los humildes” [iii]. Había que defender una Revolución que a los humildes les había dado el derecho a danzar. Así fue, ha sido y será.
Este año el Festival de Teatro de Naciones en París ha revertido para nosotros una importancia excepcional: por primera vez Cuba participa en este evento donde las naciones más desarrolladas en el Arte Dramático, la Danza y la Ópera envían sus mejores conjuntos…
El Conjunto de Danza Moderna del Teatro Nacional solo pudo dar una función dentro del festival, debieron presentarse del 24 al 28 de abril de 1961, pero la invasión mercenaria a Playa Girón impidió que llegaran a tiempo.
Nota del Teatro de Naciones
La danza cubana, a lo largo de seis decenios, ha dialogado y se ha nutrido de todas las tendencias de la danza mundial. Ha sido admirada por artistas e intelectuales de la talla de Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Maurice Béjart, Antonio Gades, Cristina Hoyos, Mats Ek y Azary Plisesky, entre otras grandes personalidades del arte mundial.
Entre sus colaboradores se encuentran los destacados creadores mexicanos Manuel Hiram, como bailarín y profesor, y Elena Noriega, cuya gran capacidad organizativa guía el trabajo de la técnica cubana de la danza moderna. Como coreógrafos, en la década del setenta del pasado siglo los polacos, Conrad Drzewiecki y Witold Borkowski.
El siglo XXI trae un interés cada vez más creciente por Danza Contemporánea de Cuba, trabajan maestros y coreógrafos de la talla de Jan Linkens, Joaquín Sabaté, Gianni di Cicco, Kenneth Kvamström, Samir Akika, Cathy Marston, Rafael Bonachela, Mats Ek, Juan Cruz Díaz de Garayo Esnaola, Itzik Galili, Annabelle Lopez Ochoa, Alexis Zanetti, Angels Margarit, Theo Clinkard, Billie Cowie, Fleur Darkin, Miguel Altunaga Verdecia, Lea Anderson, Isidro Rolando, Jorge Abril, George Céspedes, Julio César Iglesias, Norge Cedeño y Laura Domingo Agüero, entre otros.
La danza, al decir de Ramiro Guerra, es un ceremonial del cual participamos todos, no le podemos fijar un principio ni un fin; simplemente está, sucede, se manifiesta, la validemos o no en un escenario. El cuerpo danza por naturaleza y danzar es también beneficio físico, mental y social.
La práctica danzaria no suele subordinarse a las señales que envían los cuerpos anunciando las lesiones, por eso requiere cada vez más de atención y cuidados médicos. El cuerpo necesita determinados acondicionamientos para evitar lesiones, ya sean provocadas por un mal movimiento, el sobresfuerzo y el cansancio muscular, entre otras causas.
De ahí la constante interacción de los bailarines con masajistas, fisiatras, enfermeras, médicos y técnicos del sistema de salud cubano, cuyos servicios son gratuitos. Generaciones de bailarines cubanos han sido atendidas en los hospitales ortopédicos Frank País y Fructuoso Rodríguez, en los departamentos de ortopedia del Calixto García, del Manuel Fajardo, y así ha sucedido a lo largo y ancho de nuestro país en instalaciones de este tipo.
El bailarín continuará tratando de superar los límites de su cuerpo, definirá nuevas técnicas, tendencias y estilos. Mientras que algunos, por sus propias limitaciones físicas e intelectuales, continuarán con la tendencia de trastocar ese antiguo oficio —¡el goce de danzar!— que, en última instancia, ¡es salud!
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