viernes, 29 de marzo de 2024

“Necesitamos municiones simbólicas para los procesos de transformación social”

Entrevista al intelectual José Ernesto Novaez sobre la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos populares en Defensa de la Humanidad (REDH) en Cuba...

en Resumen Latinoamericano 29/12/2022
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José Ernesto Novaez
José Ernesto Novaez, es poeta, escritor, ensayista, y exrector de la Universidad de las Artes

Por: Geraldina Colotti

José Ernesto Novaez, poeta, escritor, ensayista, exrector de la Universidad de las Artes, coordina el capítulo cubano de la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos populares en Defensa de la Humanidad (REDH). Lo hemos encontrado en Caracas, en la Feria Internacional del Libro (Filven), donde Cuba estuvo presente con un stand repleto de preciosas propuestas culturales, y con un panel de autores que participaron en numerosos debates de la Feria.

El lema de Filven 2022 fue «Leer descoloniza». Un tema en torno al cual, en sus 64 años de existencia, la revolución cubana ha construido un mensaje de resistencia y perspectiva para todos los pueblos decididos a ser libres. ¿Cuál fue y cuál es el aporte de la Red de Intelectuales, artistas y movimientos populares en defensa de la humanidad?

La Redh nació como un espacio para aglutinar a intelectuales, artistas, izquierdistas o progresistas no solo en torno a proyectos políticos concretos, sino también en defensa de las grandes causas que afectan a la humanidad como especie. En este momento, frente a la humanidad, está más presente que nunca la contradicción planteada en su momento por Rosa Luxemburgo, aquella entre civilización y barbarie. Nos encontramos ante la necesidad ineludible de liberarnos de un sistema que degrada la vida a un ritmo que compromete la capacidad de supervivencia de la especie, que lleva a la miseria a masas crecientes de la población mundial, mientras que la riqueza se concentra cada vez más en unas pocas manos. Una situación en la que el fascismo vuelve a los países del núcleo duro del capitalismo europeo. Lo que está pasando en Italia es paradigmático. El fascismo es la expresión de la incapacidad del capitalismo para resolver las contradicciones del sistema, con su política de exclusión, terror, legitimación de la superioridad sobre los demás, vistos como bárbaros y desvalorizados. La Redh tiene la gran tarea de enfrentar esta amenaza, y de contribuir, en su pequeña medida, al desarrollo de la integración latinoamericana, en un momento potencialmente favorable, dado que la izquierda, en sus diversos matices políticos, está gobernando las principales economías de la región, tiene un dominio político a nivel del área sudamericana. Nuestra tarea es contribuir al debate público sobre la política necesaria a nivel local, nacional e internacional, e impulsar una agenda interamericana e internacional común como única forma de enfrentar la barbarie organizada del capitalismo con su gran bloque militar del terror, la OTAN.

¿Cuáles serán las principales etapas de esta agenda para 2023 y sobre qué temas?

Nuestra gran tarea, para citar una expresión de Fernando Buen Abad, es producir las municiones semióticas necesaria para los procesos de transformación social revolucionaria. Esto implica un análisis de los errores y debilidades a resolver para luchar contra la hegemonía cultural del capitalismo, contra el colonialismo de las mentes, y transformar estas municiones semióticas en armas comunes, al alcance de todas las fuerzas revolucionarias y progresistas. Esta batalla contra el capitalismo es ante todo una batalla práctica, contra sus estructuras de dominación, pero también es una batalla a ganar en el frente simbólico, de lo contrario estamos condenados a volver al pasado. La contribución de la Redh es, pues, profundizar en las raíces de este proyecto de emancipación, haciendo del pensamiento crítico, de la crítica revolucionaria, una herramienta militante.

Es importante reiterar que liberar la mente del colonialismo es ante todo un proceso material, mientras que algunas tendencias posmodernas han tomado otras direcciones…

Sí, es importante reiterar que el lenguaje es un campo de disputa, pero no es el único. Debemos tomar el poder, debemos luchar en la práctica, y hacerlo con inteligencia y sentido crítico, tomando en consideración el contexto histórico y las características de cada país. Frantz Fanon y su ensayo «Los condenados de la tierra» siguen siendo de actualidad. Sin embargo, derrotar al colonialismo por las armas es solo una parte de la tarea. El verdadero desafío comienza cuando las fuerzas revolucionarias tienen que construir un proyecto verdaderamente soberano, verdaderamente descolonizador. Es ahí donde más dificultad hemos tenido porque, a pesar de más de dos siglos de independencia latinoamericana, no siempre se ha logrado la independencia simbólica, un proyecto soberano que pretende tener una concepción clara no sólo de país, sino también de nación. Tenemos que luchar contra un cáncer que se apodera de las fuerzas progresistas: el nacionalismo, que mancha esta visión, porque no trata de amor a la patria, en el sentido de amar y defender a la nación, es decir, en su relación con el otro. Mi Patria no puede ser verdaderamente soberana si el contexto que la rodea no es el de una América Latina emancipada, próspera y digna.

…Las “pequeñas patrias” chovinistas alimentadas por la extrema derecha, como el “Make America Great Again”, utilizado por Donald Trump en su campaña electoral…

Sí, el sectarismo del Estado-nación. José Martí ha señalado una definición insuperable: Patria es humanidad. Es el hombre mismo quien se defiende defendiendo a su país, pero esta defensa está ligada a la defensa de Venezuela, de Cuba, de Palestina, de todas las causas justas a nivel continental e internacional: una batalla global contra un sistema que es global.

Descolonizar el imaginario significa también despatriarcalizarlo, cruzando la lucha de género con la del capitalismo y el imperialismo. ¿Estás de acuerdo?

Indudablemente. En el concepto ontológico, y en el proceso de emancipación conjunta que no puede ser excluyente, es necesario medir al hombre y a la mujer, tanto sobre la base de la posición que ocupan en la sociedad, como sobre la base de las estructuras de dominación que operan en una sociedad dada. El mero hecho de situar a una mujer en un determinado lugar no transforma mecánicamente la situación de la mujer, y aunque lleguemos a una sociedad en la que la mujer no esté marginada, puede seguir siéndolo si existen ciertos patrones mentales. Hay una tendencia a invisibilizar a las mujeres incluso en sectores progresistas. A veces sucede que se organiza un panel muy avanzado, en el que se prevén discursos revolucionarios, pero las mujeres no aparecen: no porque no las haya, sino porque se crean e imponen dinámicas que invisibilizan e ignoran el papel de la mujer. La cultura del machismo es difícil de erradicar, y lamentablemente también lo son todas las fallas que produce la discriminación, que considera a algunos sujetos como de segunda categoría: porque superar esa discriminación significa perder privilegios concretos, un estatus de superioridad que produce una ventaja práctica, no sólo simbólica. En una sociedad dominada por hombres, un hombre tiene más posibilidades de conseguir un trabajo, o en todo caso incluso con el mismo trabajo, en una pareja, tiene un mayor peso en la relación de poder a nivel social. Hay que despatriarcalizar, no de forma dogmática, sino dirigiendo los esfuerzos de la manera correcta, para que haya más oportunidades y para que las personas más idóneas ocupen los puestos.

¿Y cómo está la situación en Cuba sobre este tema?

Después de la Revolución hubo que hacer esfuerzos educativos adicionales dirigidos a las mujeres, porque aún en la pobreza general, los hombres seguían siendo favorecidos con un conjunto de posibilidades que las mujeres no tenían. Había que hacer un esfuerzo y valió la pena. Se ha avanzado mucho en términos de leyes y normativas. Sin embargo, aunque hayamos superado muchas manifestaciones concretas de machismo, este resulta difícil de erradicar, pues se refugia en prácticas culturales, institucionales, etc, que voluntaria o involuntariamente lo reproducen.

Eres muy joven, y no has conocido los años de luchas feministas en los países capitalistas. ¿Cómo califica el nivel de conocimiento de sus coetáneos sobre este tema? ¿No crees que hubo un retroceso?

En Cuba, quizás en ciertos sectores de la sociedad, sí. A nivel global, esta época de crisis económica, crisis de paradigma del modelo capitalista, genera también una crisis moral y política que afecta la vida cotidiana de los individuos. Esto reabre el camino a visiones retrógradas de la realidad. En el caso de América Latina, asistimos al crecimiento del fundamentalismo religioso que, prometiendo un futuro radiante, somete masas enteras de individuos a relaciones de dominación espiritual, simbólica. Vemos que, por un lado, la sociedad humana -sobre todo en el mundo occidental, porque el mundo oriental tiene otras características que a veces es muy arriesgado analizar con los cánones occidentales- parece haber alcanzado una conciencia compartida en la conquista de los derechos de grupos sociales que habían sido marginados en otras etapas históricas. Por otra parte, esta conciencia entra en conflicto con las visiones conservadoras que está produciendo la crisis, en las que determinados sectores se sienten amenazados y piensan que la forma de salvarse es refugiarse en la extrema derecha, en la exclusión del otro. Por ello, el racismo, la xenofobia y la exclusión del diferente avanzan en economías ricas, como las europeas, en las que el migrante tiene un peso fundamental. También es una forma de canalizar el descontento. En Rusia, los zares, cuando aumentaban las tensiones sociales, organizaban pogromos, masacraban a los judíos. Perseguir, invisibilizar, satanizar al otro es un mecanismo de dominación y control. En los países que constituyen el núcleo duro del capitalismo, vemos que muchos sectores, especialmente de clase media y alta, cuanto más amenazados sienten su estatus, más se adhieren a las opciones fascistas, mientras que los sectores más desfavorecidos, ya sea en los países ricos o los del sur global, se refugian en alternativas espirituales, religiosas o políticas de carácter fundamentalista. Y así llegan personajes impresentables como Bolsonaro, que afortunadamente perdió las elecciones contra Lula, en Brasil, aunque sigue liderando un altísimo nivel de polarización. A ello contribuyen los medios hegemónicos, que cada día resemantizan los temas, satanizando sin medida la opción de la superación revolucionaria del capitalismo por la izquierda, repitiendo que el socialismo en todas sus formas no es una opción seria, es el gulag etc etc : una legenda negra para confundir, también basada en los errores del socialismo. A sectores enteros se les hace creer que la única forma de gobernar una sociedad es yendo cada vez más a la derecha, y que la izquierda es mala.

Este 1 de enero Cuba celebra un año más de revolución, y sigue siendo un faro en el mundo. Sin embargo, mientras América Latina avanza hacia el cambio, en Europa -pienso principalmente en Italia- las clases populares no han logrado producir cambios estructurales, ni con votos ni con armas. ¿Como lo explicas? ¿Cómo salimos de eso?

Te daré una opinión personal. En Europa occidental, después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos construyó una arquitectura política, financiera y diplomática al servicio de sus intereses. El Consejo de Seguridad de la ONU es un artificio que vacía de sentido a la Organización de las Naciones Unidas, porque no importa cómo vote el mundo, lo que importa es el poder de veto de una sola gran nación, que deja sin efecto cualquier resolución o medida que el resto del mundo decide. Lo mismo sucedió con los acuerdos de Bretton Woods y con la construcción de ese orden monetario internacional. Estados Unidos se convirtió en la gran potencia victoriosa no porque hubiera ganado la guerra, que la ganó la Unión Soviética, sino porque fue la potencia que salió fortalecida del conflicto, desde todos los puntos de vista: con su ejército prácticamente intacto, con su territorio nacional ileso, donde no había caído ni una sola bomba, con una capacidad industrial fortificada por el dinero que había fluido a ríos, y con la capacidad de mantener una influencia crítica sobre las viejas potencias europeas que ya habían caído en bancarrota tras la Segunda Guerra Mundial . Ninguno de los grandes imperios coloniales sobrevivió a la crisis de la Segunda Guerra Mundial. Por tanto, lo que se configuró tras esta guerra fue una Europa en la que la enorme cantidad de recursos introducidos por Norteamérica para estabilizar el capitalismo de Europa Occidental produjo una especie de colchón, formado por la clase media, que supo amortiguar y neutralizar la fuerte tendencia revolucionaria que existía en algunos países importantes, como Italia o Grecia, o Francia. Podría decir que el callejón sin salida en que se halla la región es resultado de la traición de la clase media europea y del proletariado europeo a la causa revolucionaria internacional. Sé que es una tesis fuerte, pero creo que el proletariado europeo ha aceptado tácitamente tercerizar el costo de su desarrollo al Tercer Mundo, a cambio de altos estándares de vida. Marx dice que el capitalismo, como un vampiro, crece chupando la sangre del proletariado. El capitalismo europeo ha crecido devorando la sangre de sus trabajadores y, desde la Segunda Guerra Mundial, ha subcontratado los costos de su desarrollo a los países subdesarrollados del sur. Una parte importante de la clase media y del proletariado europeos ha traicionado totalmente la causa revolucionaria y se ha asentado en un nivel de vida determinado por buenos salarios, olvidando que esto sólo era posible en el núcleo elitista del capitalismo mundial, y al costo de la violenta desestabilización de América Latina y otras regiones del orbe. Para asegurar el flujo permanente de capital y materias primas que mantuvieran ese nivel de vida, se derrocaron los gobiernos elegidos democráticamente, reemplazándolos con sangrientas dictaduras que eliminaron violentamente a las fuerzas progresistas. Se impuso un pacto social global para desindustrializar nuestros países: no teníamos que asumir el peso del desarrollo, sino solo garantizar las materias primas que permitieran un enorme ventaja para el gran capital europeo. Varias generaciones de europeos han vivido así mejor que las anteriores. ¿Cuándo empieza a entrar en crisis todo este mecanismo? Cuando la política neoliberal de Thatcher y Reagan -la del 1% más rico que quiere recortar costes sociales a la mayoría para aumentar sus dividendos- empieza a deteriorar el poder adquisitivo de la sociedad europea y el nivel de vida de la estadounidense.

¿Y en América Latina?

La situación en América Latina era muy diferente. Las nuevas repúblicas que nacían de las guerras de liberación tenían diferentes proyectos nacionales, con burguesías muchas veces incapaces de articular procesos orgánicos de industrialización y que terminaron vendiendo el país al gran capital financiero británico y estadounidense. Eran democracias incompletas, cuyos presidentes en su primera visita acudían a la embajada de EE.UU. a acreditarse en Washington, para ser presidentes de una nación supuestamente soberana. En ese contexto, lo ocurrido en Cuba fue de decisiva importancia: porque, mientras el gran capital financiero dominaba todos los centros neurálgicos vitales de la nación, se produjo una revolución que rápidamente se radicalizó y pasó a un proceso violento de nacionalización del gran capital, fundamentalmente estadounidense. Fue necesariamente un proceso violento, porque no existe un precedente histórico en el que las grandes empresas estadounidenses abandonaran pacíficamente el poder y perdieran sus intereses. Un tímido proyecto de reforma social, de pleitesía con el gran capital, hubiera tenido un desenlace dramático como el de Jacobo Arbenz en Guatemala, un trauma generacional que todos los revolucionarios cubanos conocían bien. Por eso nos siguen sometiendo al bloqueo, que obviamente tiene un costo muy alto para una pequeña isla que no tiene grandes reservas naturales. El bloqueo golpea los sistemas productivos de la nación, provoca escasez y miseria, pero no nos doblegó. El bloqueo es la expresión de la incapacidad del imperialismo estadounidense, el mayor en la historia de la humanidad, de conquistar una diminuta isla caribeña que recién ahora alcanza los 11 millones de habitantes. Desde el punto de vista comparativo somos una amenaza insignificante, pero desde el simbólico somos muy peligrosos, porque Cuba es un país donde la gente sufre carencias extremas todos los días, pero dónde han sabido controlar muy bien la pandemia. Hemos producido cinco vacunas. Si el socialismo bloqueado y subdesarrollado puede hacer esto, ¿qué no podría hacer si estuviera libre de sanciones? Ese es el peligro, por eso sancionan a Cuba, por eso sancionan a Venezuela. El bloqueo es un elemento de debilidad del capitalismo estadounidense, que no tiene fuerzas para asumir los costos de una invasión militar para aplastar un proceso popular, arriesgándose a sanar fracturas que se recompondrían en función de la defensa de la patria.

Gracias al compromiso de Cuba y Venezuela, en los últimos años se han organizado en Caracas varios congresos mundiales que se centran en la necesidad de reconstruir una articulación internacional de fuerzas revolucionarias y progresistas sobre la base de una agenda común y el reconocimiento de la existencia de un enemigo común. ¿Cómo ves este camino?

Soy un optimista crónico. Si miramos el proceso de colonización simbólica del capitalismo, que pasa por la individualización -nos quieren solos, alienados, posiblemente drogados, incapaces de amar verdaderamente-, construir un colectivo, pensando y actuar juntos es una forma importante de resistencia. Creo que existen espacios de articulación progresiva en las sociedades capitalistas contemporáneas, que pueden no ser como nos gustaría, pero son espacios importantes de resistencia. También las hay en Estados Unidos, patria del individualismo y el egoísmo, que un poema de José Martí este describe como una nación próspera pero no feliz. El gran desafío es cómo hacer que esta articulación espontánea, que es una forma casi instintiva de resistencia de la comunidad humana, se politice en el sentido de entender que la transformación del sistema no pasa por mi superación como individuo, sino por la transformación de lógicas económicas, políticas y sociales a gran escala. En cambio, esta individualización llega al punto de atribuir al individuo responsabilidades que van más allá de sus posibilidades, por ejemplo en el tema ecológico. Se les hace creer que si no utilizan platos de plástico y hace la recogida selectiva de residuos, la huella ambiental disminuye, mientras que en realidad el impacto individual es en todo caso irrisorio comparado con el de multinacionales como Coca Cola, que derrocha decenas de litros de agua y arroja impunemente toneladas de productos químicos a los ríos y al suelo, anteponiendo sus ganancias. También hay que abandonar la idea de que, por ejemplo, tal transnacional es buena porque en Europa no destruye ríos… pero sí destruye los bosques de los países del sur. O asumimos que la solución es colectiva, o seguiremos hundiéndonos en la desesperación. El gran desafío es cómo logramos repolitizar hacia la izquierda a sectores crecientes del núcleo duro del capitalismo contemporáneo, porque sólo superando al capitalismo se puede salvar la especie. Entre civilización y barbarie no hay término medio.


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