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viernes, 22 de noviembre de 2024

En el universo íntimo del Museo de las Parrandas de Remedios

Un inmueble reúne toda la savia identitaria de varias generaciones y subsume a los seres humanos en el inmenso proceso de la cultura…

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 30/03/2022
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Museo Parrandas-Remedios
El Museo de las Parrandas funciona como un espacio de confluencias y de hallazgos generacionales.

Hace años el Museo de las Parrandas de Remedios era una institución como de mi familia. Además de vivir frente a su sede, tuve amistad con casi todos los trabajadores que allí hicieron una labor de divulgación en torno a una de las mayores tradiciones populares cubanas. Por entonces, el edificio de dos pisos estaba ya muy deteriorado y la tesis expositiva no expresaba toda la riqueza del fenómeno. Aun así, el espacio servía como tertulia para los vecinos, en la cual lo mismo celebrábamos un cumpleaños que nos poníamos ver una película en la sala de proyecciones. Cada uno de los documentales que existen sobre las parrandas los conocí primero en esa institución, de la mano de los especialistas, quienes explicaban y contribuían a que el pueblo conservase su memoria histórica y que la supiese valorar en su real dimensión.

Sin dudas, parte de la vida de muchos estuvo girando en torno a esos salones llenos de piezas de carrozas, de banderolas, de instrumentos musicales y de otros vestigios de las parrandas. En cada aniversario, los lugareños cerrábamos la calle y venían las polkas de los barrios para rendirles tributo a los remedianos ilustres, así como a aquellos que habían hecho más por el adelanto y la brillantez de la tradición. Eran ejercicios de protagonismo popular, en los cuales lo único que se le ofrecía a la gente era un poco de alegría, porque  esto aconteció en medio del Periodo Especial, cuando todo escaseaba en el país y realmente se vivían momentos de bastante desesperanza.

Esa no fue la primera sede del Museo de las Parrandas, sino la segunda. Antes estuvo en un local más modesto, que ocupara una logia de las tantas que existen en la ciudad. Este proyecto de arte popular se hizo con la iniciativa única del pueblo y contra viento y marea. Incluso, Rafael Farto Muñiz, Historiador de Remedios, guardaba en su expediente una sanción que se le impusiera por no haber notificado formalmente el proceso de creación de dicho museo. Señalamiento que el propio hombre siempre mostraba con orgullo. En la génesis de esta institución estuvo todo el amor hacia unas fiestas que definen el espíritu de una comunidad y que ya van por más de doscientos años de fundadas. 

Luego, la sede se mudó a la calle Alejandro del Río a una casona colonial erigida en torno a 1820, justo la fecha de inicio de las parrandas. Allí, en ese inmueble de lujo, con su patio interior y sus varias salas, se trazó una hermosa tesis expositiva que inicia en los años fundacionales y termina con homenajes a los artistas más recientes. En las paredes lo mismo hay un afiche conmemorativo, que una gigantografía que ilustra el proceso de creación de una carroza o de un trabajo de plaza. Los especialistas no solo han investigado en torno a las parrandas, sino que tienen un amplio diapasón que va hacia la etnografía y las distintas manifestaciones de lo identitario en Remedios. Todo esto convierte al Museo de las Parrandas en un centro de cultura y de sabiduría general, de iluminismo del más alto sentido, de participación y de aprendizaje. Lejos están ahora los años en que todo era más sencillo y yo y otros niños les pedíamos a la institución apoyo para nuestras fiestecitas de barrio, en las cuales salíamos con las banderas y los símbolos de la tradición y le dábamos varias vueltas a la plaza de Remedios con nuestras rumbitas. El Museo es hoy una insignia y posee la potencia de los mejores lugares de la villa.

Todo ha sido ampliado y es mucho más moderno. Las piezas poseen un mayor grado de conservación y belleza. El vestuario cuenta con el apoyo de afamados maestros que cada año prestan sus obras para que estén durante meses en las salas expositivas. Además, se le rinde tributo a otros parranderos que no nacieron en Remedios, pero que le imprimieron su sello a las fiestas en toda Cuba. Y es que desde 2018, las parrandas son Patrimonio de la Humanidad y llevan la marca luminosa que distingue a un país frente al mundo y eso hay que protegerlo y promoverlo. A la altura del 2022, el proceso de hechura de las tradiciones se ha encarecido y se buscan nuevas vías de financiamiento. De hecho, lo que en 2019 costaba 1 millón de pesos hoy puede ser hasta 3 millones. En este dilema, los parranderos cuentan con el Museo como una institución rectora que rige metodológicamente la organicidad de las fiestas para que no pierdan su esencia. Tal es el papel de quienes se imbrican en la cultura: activo y no solo para la contemplación. Remedios posee una vanguardia intelectual que distingue a la ciudad, que la hace brillar y estarse en un sitio de avanzada. Esas nociones a veces a quienes vivimos en este sitio no nos parecen trascendentes, porque las hemos normalizado.

Más allá de conservar se trata de dar vida, de promover el brillo y la esencia. Las parrandas de Cuba tienen una savia que las lleva a definir nuestros ciclos identitarios y la manera en que asumimos la existencia. Remedios, con su red de museos y de instituciones de la cultura, dispone del contexto ideal para que se logre ese aporte. No importa si existe fatalismo geográfico, pues la creación sana y contundente no entiende esos aislamientos. Quizás el hecho de permanecer por décadas como un proceso autónomo y endógeno ha llevado a las parrandas y a su museo a crecer con sus propias fuerzas. Cuando se cumple un aniversario más de la apertura de las salas, el Museo de las Parrandas vuelve a ser esa casa, ese centro de vecinos, pero a la vez se proyecta con la fuerza de los fenómenos trascendentes hacia un mundo donde Remedios ocupa un lugar de respeto, de prestigio ganado, de aportaciones en el campo de lo cultural y lo histórico.

Por el lugar han pasado personas que hoy ya no están, allí se hicieron talleres, reuniones, elecciones de presidentes de barrios, se soñó y se rio, se lloró. El Museo es ese espacio de varias generaciones de seres humanos que se unen en un mismo devenir. En una de las vitrinas hay un proyecto de trabajo de plaza, el último que diseñara mi padre, llamado Monte de Luz. Siempre que acompaño alguna delegación, los especialistas señalan esa relación familiar entre ese instante expositivo  y mi persona. Hasta allí llega la entrañable vitalidad del sitio y de sus fiestas. No hay otros caminos para construir la cultura que desde lo íntimo y yendo hacia lo público. Esa imbricación de imaginarios nos mueve hacia el Museo de las Parrandas como si de un hogar se tratase. Allí, en las salas, estamos todos, aunque el silencioso tiempo diga que la tradición crece, se transforma y nos va asumiendo como un elemento más dentro de la dinámica de la historia.


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación


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