martes, 24 de septiembre de 2024

El talón de Aquiles

Los largometrajes Piedra, papel y tijera, Tercera llamada y Club Sándwich, todos en la categoría de Ficción, tuvieron distintas recepciones del público...

Pedro Antonio García Fernández en Exclusivo 11/12/2013
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Poster de Piedra, papel y tijera
La venezolana Piedra, papel y tijera, una cita trepidante.

Una de las mayores debilidades manifiestas en el Nuevo Cine Latinoamericano lo constituye sus problemas con el ritmo. Tal pareciera que los cineastas de nuestra América se encariñan tanto con lo planificado inicialmente en el guión que luego les cuesta obviar e incluso recortar secuencias.

Ejemplo de lo anterior lo hallamos en el filme Club Sándwich, del mexicano Fernando Eimbcke, una de las cintas en concurso del 35º Festival del Nuevo Cine Latinoamericano (FNCL) en la categoría de Largometraje de Ficción.

Durante quince minutos (o tal vez más) no parece transcurrir nada entre la madre soltera (María René Prudencio) y su hijo (Lucio Jiménez) que vegetan de vacaciones, entre sándwiches y chapuzones a las piscina, en un motel casi sin huéspedes .

El público cubano, acostumbrado al dinamismo de Hollywood y los animados de Elpidio Valdés, se desespera y los más jóvenes optan por levantarse de sus butacas y abandonar la sala. Quienes peinamos canas nos quedamos, no por diablos, sino para ver en qué para aquello.

La entrada en escena de la adolescente Jazmín (Danae Reynaud) le da un poco de impulso a la película. Como ya era predecible, se entabla la lucha entre la mamá posesiva-novia sexuada. Y el final propuesto también todos lo esperábamos.

María René Prudencio, malgastada como actriz en Club Sándwich, corre mejor suerte al asumir el guión en Tercera llamada, junto con el mexicano Francisco Franco, este en un doble rol pues funge de director de la cinta.

Una compañía de teatro entra en crisis y comienza a colapsar (todo parecido al Estado mexicano es pura coincidencia). La directora cambia de guión diariamente, la productora consume alcohol a granel, el primer actor no recuerda sus líneas, la diva es insufrible; la asistente de dirección y el tramoyistas se drogan.

Para colmo, el dirigente sindical es más corrupto que un senador de la república y es capaz de vender la escenografía a un club pornográfico o algo parecido, la delegada del sindicato municipal entra en cualquier componenda. Y ya se acerca el día del estreno.

A la excelencia del guión se le suma una coherente dirección de actores por parte de Franco, tarea nada difícil si tienes en nómina a un monstruo sagrado como Silvia Pinal y dos veteranas de la escena (Rebecca Jones y Anabel Ferreira), sin menospreciar la belleza y desempeño actoral de la multipremiada Irene Azuela.

Nada tiene que envidiar el cine venezolano a Hollywod en materia de cine negro. En la 33ª edición lo demostró con La Hora cero, de Diego Velazco. Ahora lo reafirma con Piedra, papel y tijera, de Hernán Jabes.

El azar concurrente entremezcla las vidas de un aviador, su esposa adúltera, una muchacha embarazada, su novio buhonero, traficantes de drogas, policías corruptos y dos niños inocentes, estos últimos antípodas en la escala social y en el aspecto económico.

Si en los clásicos filmes del género la ciudad de Los Ángeles devenía como escenario un personaje más, en Piedra... Caracas resulta un sucedáneo idóneo, muy bien captada por el fotógrafo Daniel García, quien ha buscado inspiración en las mejores fuentes.

Los talones de Aquiles de nuevo cine latinoamericano hallan en este filme la mejor solución: puesta en escena impecable, ritmo trepidante, que apenas deja respirar al espectador (la edición maneja muy bien las elipsis para soslayar reiteraciones), y un buen nivel de actuación, eficaz sin llegar a la excelencia.

Como casi siempre pasa en el cine de nuestra América, son las actrices las que ponen la varilla más alta, aunque esta vez no es la carismática y mediática Gloria Montoya, quien encarna a la adúltera, quien se roba los aplausos, sino la menos experimentada Scarlett Jaimes, en el papel de Valentina. 

Mucho ha sido criticado el desenlace del filme. Como en los clásicos de Howard Hawk y John Huston, se cumple la tradición griega de la culpa-castigo y solo los inocentes son indultados por el dios de los guionistas.

Tal vez ese aliento de optimismo es lo que ha indignado a algunos. Porque en la alianza por un mundo mejor entre el niño letrado de clase media y el casi analfabeto del barrio periférico que ha abandonado el pupitre para ganarse la vida trabajando, esta el futuro de nuestra América.


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Pedro Antonio García Fernández

Periodista apasionado por la investigación histórica, abierto al debate de los comentaristas.


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