(…) todos los elementos de la perfección coexisten en La Habana: un malecón comparable únicamente con los de Niza o Río de Janeiro; un clima que propicia flores en todos los tiempos; un cielo que no cubre los pavimentos con lodos grises; una situación geográfica que pone decoración de mar, nubes o sol, al final de cada calle… Y sin embargo… La Habana es la ciudad de lo inacabado, de lo cojo, de lo asimétrico (…)
Carpentier
Con la puesta en circulación del número correspondiente al mes de abril 2025, el Programa Cultural, mensuario editado por Gestión Cultural de la Dirección de Patrimonio de la Oficina del Historiador de La Habana, enfatiza su llamado a una “Habana que danza”. Y así, como describiera nuestro Alejo Carpentier a la urbe desde las páginas del periódico Tiempo en diciembre de 1940, parecería que, tanto tiempo después, en esta carpenteriana ciudad de columnas, lo suspendido, desequilibrado y francamente asimétrico de sus trazados danzables, es nexo coexistente en muchas de las significaciones que envuelve a este Abril en Danza 2025 en La Habana y en varios sitios de la isla.
Nótese cómo la elocuente imagen de las danzarinas que apresuran su paso por la calle Amargura, llegando a Mercaderes (encrucijada de caminos y pasaje de un lugar a otro en la añeja ciudad poseída por balcones, farolas, rejas y adoquines), nos deja traspasar la mirada hacia un allá distante. Quizás, a modo de vaticinio venturoso de lo que nos aguarda entre el 25 y 27 próximos en la venidera edición 29 del Festival Internacional de Danza en Paisajes Urbanos: Habana Vieja, ciudad en Movimiento, como si lo presuntamente alejado fuera calculada medida. Sí, aquella que hace que lo lejano se torne cercano, mientras lo cercano se aleja para dejarse definir. O mejor, re-definir en el más acá de estos primeros cinco siglos de fundada la ciudad y en los casi seis siglos de reglada la danza bajo códigos, normas y modos de ser, que por fortuna, también han mudado en esta Habana de nuestro presente.
En la composición de la imagen a partir de la fotografía de Alexander Sosa, bajo la mirada de Isabel Bustos, las bailarinas vestidas en largo túnico amarillo, cual Oshún revisited y multiplicadas, parecería que empoderan la travesía de quien reafirma su lugar en el mundo, quizás sin proponérselo, ellas trasfieren el concepto de Àjé, proveniente de la cosmovisión yoruba, como resuelto poder femenino. Imperio de cuerpos en el espacio, poder de ciudad y sus gentes. En dicha composición, emerge el dominio de lo fotográfico como alusión simbólica que posibilita desmontar/entender el trozo de realidad captada traspasando el fragmento de lo que ella representa, aun cuando las imágenes sobre/en la ciudad recubren el entramado urbanístico y las mutaciones experimentadas a lo largo de los ciclos. Al tiempo que las fotografías documentan el devenir de la villa, y de las danzas que la habitan, el espíritu de la ciudad comprende la esencia del ámbito citadino y una buena parte de las prácticas danzantes que en él se suceden.
Abril en Danza 2025 como soplo viviente de todo aquello que desde La Habana se ha multiplicado a otras geografías isleñas. El 29 Festival Internacional de Danza en Paisajes Urbanos, con la magia convocante de Isabel Bustos y su compañía Danza-Teatro Retazos, hace del centro histórico habanero un hervidero de modos danzantes cubanos y foráneos, un sitio de encuentro multivocal entre las expresiones artistas, sus ejecutantes y públicos. Llega la edición 2025 de Los Días de la Danza, de los teatros Nacional de Cuba, América y Miramar al Paseo del Prado metropolitano y los centros de enseñanza artística radicados en la capital, se asevera el eslogan “La ciudad se mueve”. Suerte de apuesta por penetrar la villa toda, los imaginarios urbanos que han contribuido a configurar un mapa mucho más expandido y las realidades de sus barrios, periferias, márgenes. Quizás por ello, en un intento por encontrar la esencia de la ciudad y comprenderla en su totalidad, la danza se torna medular. Y en ella, los múltiples imaginarios que definen las simbólicas construcciones, las arquitecturas espaciales, corporales de sus moradores y casuales visitantes. Abanico consonante del poder corporal, hace de quienes la gestan y enriquecen a partir de sus subjetividades e identidades, tanto colectivas como individuales, un cántico reinventado hacia la in-delimitación temporal, espacial, real y ensoñada que la danza propicia.
“Habana que danza” se amplifica en las temporadas del Teatro Terry en Cienfuegos, en la Fiesta de la Danza villaclareña, en el avileño Danzar en Casa, el FIDANZ santiaguero o en las calles holguineras y guantanameras atrapadas por la imaginería movimental de danzantes cuerpos que entrecruzan, truecan, provocan la acción de coreografiar sobre los espacios menos sospechados. Ahora mismo se baila en la Isla de la Juventud dentro del Festival Isla Verde, también en Pinar del Río, en el matancero Teatro Sauto y en toda la isla. La danza en este abril de 2025, cual modo sentipensante, no deja cabo suelto, es orgánico proceso mediante el cual ocupamos conjuntamente el pensamiento y el sentimiento, en un ir más allá de la fusión de dos formas de percibir e interpretar la realidad a partir de la cavilación y el impacto emocional, hasta converger en un mismo acto de conocimiento y acción que cuerpo y espacio traman por igual.
Acaso, la bella imagen de las bailarinas y de sus difusos trajes amarillos extendidos, desplegados, batientes en las calles habaneras ha servido de posible trama para articular estos días de danzas, como axioma de la labor de composición y escritura a partir de la improvisación que sin llegar a la figuratividad del movimiento ni a un posible relato causal de los hechos, le permite al espectador hilvanar una serie de referencias devenida aparente fábula situada. Historia o partitura que involucra las significaciones escénicas focalizadas en las relaciones entre centro y fondo, quietud y revuelo, lo aparencial y lo evidente, el aquí y ahora de quienes sabemos que “La Habana es la ciudad de lo inacabado, de lo cojo, de lo asimétrico”. Sí, de ese feliz juego de contradicciones y connotaciones, de corporeidades que favorecen ir hacia un más allá de la tensión que emana del cuerpo danzante, de las evoluciones coreográficas y la fragilidad de la vida humana. Que sea este abril que danza una celebración agradecida a danzantes, coreógrafos y a las gentes de la danza que regresan al compromiso que implica ser testigo, presa y medio de un cuerpo pulsional, urgente y solidario.
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