domingo, 28 de abril de 2024

Cuentos del Arañero en Cuba (+Libro)

En los espacios de la Feria del Libro cubana se presentó el texto "Los cuentos del arañero"...

Cubahora en Exclusivo 20/02/2013
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Cuentos del arañero 01
Cuentos del arañero

Los Cuentos del arañero, compilación de Jorge Legañoa y Orlando Oramas con anécdotas contadas por Hugo Chávez Frías, Presidente de Venezuela, fue presentado también en Cuba, en la XXII Feria Internacional del Libro, Cuba 2013.

La obra reúne una serie de narraciones sobre familia, próceres y fuerzas armadas, entre otros tópicos, tratados por Chávez en el dominical programa Aló Presidente. Cubahora se hizo eco también de la primera presentación, en tierras venezolanas, y ahora nos gustaría compartir tres cuentos de los que estan contenidos en el libro.

Champion estafador

Una vez en un torneo Interfuerzas quedé champion estafador. ¡Fíjate tú!, me robé como siete bases en un torneo. Yo era rápido de piernas en eso de salir a robar. Mi hija Rosa Virginia estaba presente el día de las premiaciones. “Teniente Hugo Chávez”. Salgo yo, y mi hija me pregunta: “Papá, ¿qué es eso de estafador?, ¡explícame!, ¿cómo es eso de estafador y no estás preso?”. ¡Imagínate tú!, tuve que explicarle a mi negrita varias veces hasta que entendió.

A mí me encantaba que Encarnación Aponte me diera seña a robo cuando estaba en primera base, abriendo bastante ahí. Seña de robo cuando el pitcher levantaba un poquito el spike y se disparaba uno para segunda base. Una vez, una sola vez me robé el home. Recuerdo que fue en un campeonato nacional. Goyo, ¿recuerdas? En Barinas, 1976.

Jugábamos contra Aragua. Yo era ya subteniente; estaba en tercera base y el juego empatado. Encarnación Aponte, el manager, me dice: “Coge bastante, Chávez, que el catcher está medio descuidado”, por no decir otra palabra. Resulta que estaba bateando Goyo Morales, era el short stop de nosotros, buen pelotero. Yo abro bastante y cuando el pitcher lanza, agarro bastante terreno y vuelvo a agarrar terreno. En una de esas, cuando el catcher va a devolverle al pitcher, se le cae la pelota como a un metro del home. Yo me voy disparado para home y me deslizo.

El catcher busca la pelota y se lanza tapando el home. Y hay una foto de ese robo del home. Aparece el umpire, que era un amigo que le decíamos “El Ganso”, y Goyo Morales está con el bate así, con el casco puesto, mirando la jugada. Y al fondo de la foto, detrás en la tribuna aparecen sentadas mi madre y mi novia Nancy Colmenares, mi primera esposa, madre de mis tres hijos mayores, a la que saludo afectuosamente. Es una foto así como para la vida. Nunca la había visto hasta que Goyo Morales me la regaló un día en Barinas, como diez años después: “Mira, Hugo, esta foto, qué foto”. Allá la tengo guardada, Goyo, muchas gracias, recuerdo de toda la vida.

¿Tú no ves que soy Chávez?

Marisabel me dio una sorpresa muy profunda y grata. Ella rescató, de algún rincón, una caja de cosas que se habían perdido. Ayer llegué y estaban ella, Rosinés y Raúl con unas agendas muy viejas, fotos, cartas. Comenzamos a sacar cosas, así como de un baúl, como un niño con juguetes nuevos. Y de aquellas agendas, la más vieja que conseguí fue la del año ‘81. Yo era teniente. Le dije a Marisabel: “Mira esto”. En las últimas hojas de la agenda un símbolo escrito en letras negras, unas siglas. Cuando vi eso se me vino una cabalgata de recuerdos. Claro, eran las primeras siglas del movimiento en el año ’80 o el ‘81. ZMB: Zamora, Miranda y Bolívar, porque nosotros discutimos durante varios años sobre Miranda y nos fuimos a estudiar en la Colombeia y los archivos de Miranda, y estudiamos su trayectoria revolucionaria. Al final, después de discusiones y cosas, se impuso MBR, que primero fue EBR: Ezequiel Zamora, Bolívar y Simón Rodríguez. Andábamos buscando la raíz ideológica.

Después, buscando la otra agenda, la del ’92, le digo a Marisabel: “¡Mira como se detuvo el tiempo!”. La agenda está llena hasta el 3 de febrero, y hay una nota del mismo 3 de febrero, que escribí muy rápido: “Buscar a Garrido”. Era el coronel Garrido. Estábamos haciendo esfuerzos desesperados, de última hora, por garantizarnos el apoyo de la Fuerza Aérea. Y me dijo un piloto: “Busquen al coronel Garrido”. Yo lo anoté, aunque no me dio tiempo de buscarlo, porque andábamos en tantas cosas.

Recuerdo la noche del 4 de febrero, presos en el Cuartel San Carlos. Uno decía: “Bueno, hubiese sido mejor la muerte”, o en los sótanos de la DIM cuando ya nos llevaron, no tanto en el San Carlos porque estábamos juntos, el grupo y la capitanada y los comandantes. Nos abrazábamos y sentíamos el dolor, pero estábamos juntos. Pero luego nos llevaron a los sótanos del DIM y era cada uno solo por allá, en una celda fría, en unos sótanos, y uno se sentía como muerto. Hasta que comenzó a llegar ese pueblo. Recuerdo a la viuda de mi compadre Ortiz Contreras, que en paz descanse. Le dieron permiso para entrar, yo veo desde mi celda que sacan a Ortiz y empiezo a gritar: “¿¡A dónde lo llevan!?”. Era Mahuampi que había llegado y cuando Ortiz regresó, me lanza por la ventanilla un papel. Lo agarro y era una nota escrita por Mahuampi. Ella es socióloga y era profesora en la Academia Militar; la habían botado en esos días. Tengo todavía eso guardado. Es un billete al que le superpusieron mi rostro, y todo un mensaje revolucionario. Y, por detrás, un escrito de Mahuampi y de Miguel Ortiz.

Al día siguiente llegó un sacerdote a darnos un saludo y una Biblia; también me dejó un escrito que alguien mandó. Después llegó la familia. Más adelante, por fin, se rompió el bloqueo, empezó a llegar la prensa, nos llevaron un televisorcito y empezamos a percibir la efervescencia. ¿Cómo olvidar aquel carnaval del ‘92, donde todos los niños andaban de soldados? Recuerdo una entrevista que le hizo una periodista a un niño en la calle. Lo vi por televisión en el San Carlos: “¿Y tú andas disfrazado?”. “Sí, sí, yo ando disfrazado”, pero con una cara el niño de siete, ocho años. Y le pregunta: “¿De qué andas disfrazado?”, y el carajito le responde con aquella viveza y le dice: “¿Tú eres boba? ¡Tú no ves que soy Chávez!”.

No querían que viera a Fidel

Una madrugada, caminando por Miraflores, merodeando por ahí, llego a la central telefónica y está un muchacho medio dormido: “¡Epa!, ¿qué fue? ¿Qué llamadas hay por ahí?”. Y me pongo a leer el libro de llamadas. Consigo como tres o cuatro llamadas de Fidel Castro. Fidel llamando, que quería hablar algo conmigo. Cuando yo recibí el Gobierno, el 2 de febrero, Fidel estuvo aquí hasta el 4 de febrero. Recibí en ese despacho a no sé cuántos presidentes. Vino el colombiano, vino el Príncipe de España, vino la Presidenta de Guyana, vino Menem, casi que vino Carlos Andrés Pérez. Pues, me decían: “Esto es lo que está en la agenda”, “esto fue lo que se coordinó”. Yo era un ingenuo, yo era un nuevo: “Ah, bueno, está bien, que pase”. “Que ahí llegó Menem”. “Ah, bueno, que pase”. Y resulta que me entero, después del desfile que hicimos el 4 de febrero, allá cuando entregamos el estandarte a los batallones de paracaidistas, que habían eliminado el batallón Briceño. Llego aquí y prendo el televisor después del desfile, y veo que está alguien, un funcionario de Cancillería —ni siquiera el Canciller— despidiendo a Fidel en el aeropuerto. Fidel con su uniforme. Yo lo veo que se monta en el avión, y digo: “¡Dios mío!, Fidel estuvo aquí todos estos días y yo no lo he recibido”. Sencillamente no querían que yo recibiera a Fidel. Era Menem, era el secretario de la OEA, era el establishment, solo que yo —veguero al fin— me fui dando cuenta, y también empecé a hacer mi jueguito. Hasta que ese jueguito llevó a la confrontación inevitable, al golpe del 11 de abril y al contragolpe revolucionario.


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