Ya recuerdo, lo primero que leí de él fue “Francisca y la Muerte”, publicado en la revista Pionero. El personaje me recordaba a mi abuela, siempre activa en alguna “diligencia”, y pensé que también me gustaría ser una viejita así. Es que la gente que habita en los cuentos de Onelio Jorge Cardoso se parece a cualquier paisano, a uno mismo.
El “cronista de almas”, como lo llamara Mario Benedetti, se dedicó a observar aquel mundo rural antes del ‘59, donde la vida se iba sin más; el hábitat de pescadores, carboneros y campesinos, que no tenían “ni una letra aprendida, ni un patente al alcance de la mano, ni dos botones iguales en la misma camisa”.
En ellos no hay pose ni caricatura, pues el autor tampoco quiere “reflejarlos” en sentido plano, sino muestra su interpretación, desde la subjetividad de quien ha transitado por penurias parecidas, y además conoce su forma de hablar y de “leer” la realidad. Entonces exclama “¡alabao!” en señal de asombro y cuando algo sucede bruscamente, fue “de a viaje”.
Los amigos de Onelio, contados por legión, coinciden en describirlo como un hombre llano, bondadoso, sensible. Salvador Bueno decía que era común escucharlo en algún grupo enhebrando “anécdotas, sucesos curiosos o pícaros, y su interlocutor podía sospechar que era uno de esos cubanos fantasiosos que siempre tienen un cuento en la punta de la lengua”.
Después de terminar el bachillerato en Santa Clara, no pudo ir a la universidad, pobre él también, al igual que sus protagonistas. Trabajó en un estudio fotográfico, como viajante de comercio, maestro rural, guionista de cine y de radio. Redactaba noticieros en la emisora Mil Diez, del Partido Socialista Popular, y realizó novelas para CMQ y RHC Cadena Azul.
Pero su destino literario había comenzado antes, cuando en 1936 la revista Social premiara en concurso su relato “El milagro”. Dicen que escribía durante los escasos ratos libres que le dejaban las circunstancias económicas, poco o nada inspiradoras. Porque en él estaba la moraleja de “El caballo de coral”, eso de que el hombre siempre tiene dos hambres: la que tira de la panza, y otra, hambre de poesía, sueños, belleza.
Andando por tales caminos, sus narraciones resultan un canto a la imaginación. Allí caben aparecidos y aguas milagreras, todas las exageraciones de Juan Candela, que acaso sean verdaderas porque es necesario creer en ellas, en algo que le ponga nuevos colores, sorpresas y miedos a la existencia.
“Por eso la tarea del escritor es tan ardua y sus reveses son infinitos – explicaría cierta vez-, porque la poesía está haciéndose, madurando siempre, en la vida. Y la poesía, aunque sea una pizca de ella, no se manifiesta fácilmente; hay que descubrirla entre los resplandores de la vida misma”.
Cual ropa hecha a la medida, las palabras de Onelio Jorge Cardoso van derecho a lo que van, sin desbordes ni rebuscamientos, polvoreadas con sabroso humor criollo. Aun así, la síntesis se presta a reflexiones filosóficas y morales, en recia celebración de la dignidad humana.
Gustavo Eguren recuerda que “era un escritor espontáneo, en el sentido de no rescatar una obra a fuerza de laboriosidad. Y era impaciente: tan pronto la concluía, la estaba dando a la prensa”. Cabe sospechar que bajo el estilo simple y directo, había una afanosa labor de carpintero, para que todo quedara en su sitio. “Superlativamente difícil y fascinante” consideraba la literatura infantil. En esas historias “para niños”, llenas de pomarrosas y guayabas maduras, aprendimos eternas lecciones de amor y voluntad. Con la ternura de un abuelo cuentacuentos, él juraba que sí, que se puede ser un pichón marinero o un cangrejo volador.
Tras el triunfo de enero llegaron otras maneras de crear, de fundar, como funcionario de la UNEAC y consejero cultural de la embajada cubana en Perú. El esposo de Cuca, despistado, que aborrecía la burocracia y le encantaba pescar, publicó sus libros aquí y allá, colaboraba en varias publicaciones y recibió la condición Doctor Honoris Causa de la Universidad de La Habana.
Hoy un centro de formación para jóvenes principiantes en la letras lleva su nombre. Y una cruzada de titiriteros quiere andar por la Isla, llevando adaptaciones de sus obras a la Sierra Maestra, al Escambray, tal vez hasta Calabazar de Sagua, donde hace 100 años naciera El Cuentero.
Elías Argudín Sánchez desde FB
21/2/14 15:32
Onelio es el Cuentero Mejor, el cuentero mayor es Obama.
Rosa María
21/2/14 9:58
Me encantó conocer de cuentacuentos cubanos, felicidades
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