En diciembre cualquiera que transite por las calles habaneras, durante el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, en su edición 35, puede toparse con el actor brasileño Lázaro Ramos, el famoso Andrés de la novela Insensato Corazón.
Es una lástima que la más reciente referencia sea la tele novela Insensato corazón, exhibida no hace mucho por la televisión cubana y en la que interpretaba a Andrés, el diseñador negro que encantaba a las jovencitas.
Y no crean que voy a criticar su actuación, al contrario. A pesar de no tener rostro de galán, él supo incorporar aquel intelectual que saltaba de cama en cama sin compromisos, adoptando un andar de hombre liberal y seguro de sí mismo; atormentado por el lastre de un padre alcohólico.
Pero, Lázaro Ramos es mucho más que eso.
Lo admiramos desde su “Madame Satá”, donde incorporó a un travesti sin suerte, inmerso en la pobreza y cautivo de su buen corazón; con un histrionismo que le valió no pocos elogios y lauros.
Nuestros cinéfilos lo distinguen también como aquel recluso del filme “Karandirú”, que dependiente de las drogas pintó en las paredes de su celda las olas que le servían para “surfear” o escapar, en una tabla extraída quien sabe de dónde.
Este año el ganador de un Coral por su protagónico en la cinta “El hombre que copiaba” será jurado en nuestro Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.
En esta película representa magistralmente a un simple empleado que se ocupa de las fotocopias en una tienda, y un buen día decide comenzar a copiar billetes, para atraer la atención de una joven vecina. Solo su inteligencia y habilidad logran salvarlo de los problemas que lógicamente traen su “innovación”.
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