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lunes, 25 de noviembre de 2024

Salvar una vida en segundos

Esa es la misión de quienes desde la Medicina Intensiva y Emergente lidian con la muerte a diario y hacen todo lo posible para que nuestros familiares y amigos sigan a nuestro lado...

Ana María Domínguez Cruz en Exclusivo 18/04/2013
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Sala de cuidados intensivos
Hay que actuar rápido, a pesar de los procederes invasivos, aseguró Jabier Rodríguez.

Todavía recuerda cuánto temblaban sus manos y las gotas de sudor que no cesaban de correr por su frente y rostro. Estaba muy nervioso, me dice, y comprendo que así debe haber sido, pues se trataba del primer paciente que atendía, siendo apenas un alumno ayudante de la especialidad de Medicina Intensiva y Emergente.

“Hoy puedo hacer abordajes venosos, o sea, canalizar venas profundas, en poco tiempo pero aquella fue la primera vez que me enfrenté solo a un paciente. La doctora Natasha Mezquía, mi tutora, me asesoraba pero ante todo me hacía sentir seguro de mí mismo y de mis capacidades. Pude hacerlo y salvé así la vida de ese anciano, a quien su familia esperaba afuera”.

No le resulta fácil recordar momentos como ese al doctor Jabier Rodríguez Rosales, residente del último año de la especialidad de Medicina Intensiva y Emergente en el Hospital Clínico Quirúrgico Docente Doctor Miguel Enríquez. A propósito de la celebración en la capital cubana del VI Congreso Internacional de Urgencias, Emergencias y Cuidados Intensivos, conversa con Cubahora sobre esas situaciones extremas a las que se enfrenta a diario, cada una de las cuales puede ser tan dura como la anterior o como la siguiente, según su “corta” experiencia desde que solo era alumno ayudante de la especialidad.

“Nuestro sistema de enseñanza de la medicina permite que desde el primer año recibamos la teoría y podamos ponerla en práctica. Aprendemos todos los días y cuando recibimos el título de la especialidad escogida, no es más que un acto simbólico porque nos hemos graduado de ella a diario”.

Trabajar ocho horas diarias en la sala, seguir la evolución de cada paciente y asumir una guardia de 24 horas cada seis días es parte de la rutina de trabajo habitual del doctor Rodríguez Rosales, y ante todo, es un entrenamiento.

“Crecí en un ambiente familiar en el que la medicina es la profesión de muchos. Mis padres, mi hermana mayor, algunos primos y así pude ver cómo ayudar a las personas y el agradecimiento que dan ante tanta atención. Hoy también a mí me piden consejos y atenciones parte de la familia, los amigos, los vecinos, los amigos de los amigos…y me place, porque la medicina es una profesión que se debe a los demás.

“Supe que sería intensivista hace años porque siento que así es como mejor puedo ayudar a los demás, sin menospreciar otras especialidades. En pocos segundos, cuando el paciente llega a un momento crítico, debo hacer el diagnóstico correcto y tomar las medidas adecuadas que definan su supervivencia…Su vida está en mis manos”.

La entrevista se interrumpe y el joven galeno me cuenta aquel día que no podrá olvidar.

“Una señora sufrió un infarto cerebral y luego presentó una parada cardiorespiratoria. Traté de reanimarla, hice cuanto pude desesperadamente y aún así falleció. Luego, sus hijos me abrazaron y me dieron las gracias por mi esfuerzo. Yo no sabía si alegrarme o entristecerme pero lo cierto es que reacciones como estas son inesperadas”.

Los familiares pueden reprocharte, culparte, cuestionarte y en el mejor de los casos, no decirte nada, pero se debe estar tranquilo con uno mismo y saber que se hizo todo cuanto era necesario, afirma Rodríguez Rosales.

“Por eso atiendo a cada paciente como si fuera mi padre, mi abuela, mi hermano porque sé que tiene alguno de esos parentescos con quien espera la buena noticia afuera, en el salón. No pierdo tiempo y si falta algún medicamento debido a las carencias económicas que afectan a los diferentes sectores del país, busco alternativas y combino otras sustancias, con mayor o menor porciento de esto o de aquello pero no dejo de atenderlo. Un médico intensivista no puede darse ese lujo”.

- ¿Qué cualidades no debe faltarle a quien desee seguir sus pasos?

-Aprendí con los médicos, enfermeros y técnicos de la Terapia Intermedia y de la Intensiva, donde trabajo ahora, que no podemos tener miedo. Las decisiones se toman en segundos y de ellas depende la vida del que está en esa cama y la alegría de quien espera afuera.

“Hay que actuar rápido y pensar que, aunque muchas veces debemos realizar procederes invasivos y agresivos como una entubación orotraqueal para mantener la vía aérea del paciente y apoyar la respiración, un abordaje venoso profundo, una pleurostomía, entre otros, esto puede salvarle la vida al paciente en el momento justo y evitarle complicaciones.

“El estudio debe ser constante, hay que mantenerse actualizado porque el desarrollo de la tecnología es vertiginoso y te brinda oportunidades de investigar con mayor profundidad los procesos patológicos. Con ella, somos más capaces de entender la enfermedad y ayudar a las personas, pero también con sensibilidad y firmeza”.

Afirma el futuro especialista que ha ganado en autocontrol y en mantener la calma en situaciones extremas, pero que siempre hay situaciones que pueden desgarrarte el alma.

“Puede pensarse que para nosotros se trata de un paciente más pero en realidad es la madre, el abuelo o el hermano de alguien que pone en ti todas sus esperanzas. Por eso les digo a los muchachos que empiezan a andar este camino que no pueden tener miedo porque al paciente le hace falta que así sea, aunque parezca doloroso o cruento el proceder que le realizaremos”.

Lidiar con la muerte cada día no deja de ser terrible, pero uno se acostumbra, me dice.

“Aprendes todos los días a ser más fuerte, y ante la pérdida de un familiar o un amigo, lo ves todo desde otro ángulo. Aprendes que todos tenemos la fecha de la partida escrita desde hace mucho tiempo y que por ello, hay que aprovechar al máximo la vida.

“No son pocos los muchachos menores que yo que llegan a esta sala como víctimas de un accidente de tránsito, por haber ingerido bebidas alcohólicas y a causa de su irresponsabilidad en la vía. Presentan lesiones cerebrales muy fuertes y cuando sobreviene la muerte encefálica, empieza la otra parte de nuestro trabajo que consiste en mantener vivo a ese paciente hasta que su familia autorice la donación de sus órganos, o todo lo contrario.

“Yo no dejo de pensar en que esos jóvenes se restaron años de vida por una imprudencia, pues a los ancianos se sabe que puede sucederles cualquier día. Por eso vivo cuidando mi vida y como médico intensivista salvo la de quienes, tal vez, no cuidaron mucho la suya pero también se la merecen”, enfatizó el doctor Jabier Rodríguez Rosales.


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Ana María Domínguez Cruz

"Una periodista cubana en mi tercera década de vida, dispuesta a deslizar mis dedos por el teclado".


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