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sábado, 2 de noviembre de 2024

¿Cómo salir de la pandemia?

Con Planificación, solidaridad y conocimiento al servicio del pueblo, no del mercado...

Alfio Finola, Lina Merino en Poesía de Isla 28/03/2020
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Coronavirus-pandemia mundial
Cada actitud colectiva que tengamos puede salvar una vida… y la vida de la especie. (Tomada de milenio.com)

El avance en estos últimos días de la enfermedad asociada a la infección por el nuevo coronavirus 2019-nCoV (o Covid-19) y su desplazamiento desde Oriente a Occidente, ha puesto en jaque no solo los sistemas de salud mundiales, las formas comunicacionales y la capacidad de respuesta sino también los valores ordenadores de la sociedad, el rol del Estado y el sistema científico mundial.

Ese sistema que hoy creemos tan avanzado pero que, sin embargo, no está diseñado para llegar a toda la población ante semejante contingencia.

Si bien el acceso a la información está más disponible que en ningún otro período de la redes de internet, no siempre esta información resulta certera y responsable. Dentro del gran volumen de información que circula por el planeta, cada vez se hace más difícil conocer cuál información es verdadera y cuál es falsa.

Además, el desconocimiento de cuestiones claves, como la diferencia entre un virus y una bacteria, los mecanismos de infección o de la transmisión de una enfermedad, resultan en una relación negativa entre información-comunicación y salud-enfermedad.

En este marco se han organizado de manera globalizada grupos de personas que cuestionan principios y descubrimientos científicos que otrora se pensaban indiscutibles. Un caso particular es el del “movimiento antivacunas” que ha puesto en duda una serie de verdades científicas que han salvado millones de vidas humanas.

La postura de estos grupos no funciona de manera aislada. Los medios de comunicación contribuyen y alimentan este tipo de posiciones espectaculares totalmente negativas al avance de la ciencia en un mundo hiperconectado y globalizado.

Las seudoverdades y las fake-news corren más rápido que las noticias reales, puesto que estas suelen ser “más atractivas” o “más novedosas”, tal como lo reveló un estudio publicado en la revista Science en 2018.

Ese trabajo analiza 126.000 historias tuiteadas por unos tres millones de personas más de 4,5 millones de veces: la falsedad se difunde significativamente más lejos, más rápido, más profunda y más ampliamente que la verdad en todas las categorías de información. Los efectos observados resultan más pronunciados cuando las noticias falsas (fake news) son de índole político.

Sin embargo, también acontece cuando las “noticias falsas” son sobre desastres naturales, ciencia, leyendas urbanas o información financiera.

En el marco de una sociedad hipercomunicada -con Internet como protagonista enlazado al mapa de los medios masivos de comunicación cada vez más concentrado a nivel global- el uso de las nuevas tecnologías permite diseminar la información a un público mayor y más variado, sin el más mínimo control.

Y resulta preocupante cómo se esparcen las noticias falsas para el binomio salud-comunicación. Pareciera algo mucho más contagioso que un virus.

CORONAVIRUS Y CRISIS SISTÉMICA

Es posible apreciar cómo la falta de anticipación e incapacidad para hacer previsiones y predicciones epidemiológicas convierten una enfermedad evitable en una pandemia de consecuencias desconocidas. La desinversión en salud pública, e incluso su privatización, promovidas por políticas neoliberales, muestran hoy el peor de los escenarios. La salud como una mercancía es la enfermedad más mortal.

Los modelos matemáticos indican que la transmisión de una infección depende de tres variables:

  • La capacidad del patógeno para transmitirse;
  • El número de contactos que tiene una persona; y
  • La capacidad de infección.

La clave está en poder predecir el comportamiento a futuro y adoptar estrategias de control adecuadas, aunque en un principio puedan resultar exageradas. Si solo se cuentan los números de casos infectados positivos del día a día, los que se hayan contagiado sin presentar síntomas estuvieron todo ese tiempo en contacto con muchas personas más, lo que nos pone en serio riesgo.

Si bien hay enfermedades que pueden causar mucho más daño que el coronavirus –ni hablar de los problemas y pérdidas que causa la malnutrición- en este caso debe tenerse especial cuidado dada la velocidad de trasmisión de la enfermedad, que satura la capacidad de atención de los centros de salud para dar respuesta a la población en general, y en particular a los casos más graves.

Es por ello que es muy importante tomar medidas rápidas y efectivas, ser muy claros en la comunicación y exigentes para el respeto público de las medidas gubernamentales adoptadas, sin ponerse paranoicos ni extremos, sino solidarios, participativos y racionales.

En Italia hace tan solo tres semanas el número de infectados era de 50, mientras que hoy son casi 40.000 casos y más de 3.400 muertos, en una controversial decisión de quiénes viven y quiénes mueren. En España hace dos semanas el número de afectados era de 40 y hoy la cifra asciende a 20.000 infectados y más de mil muertos.

En ese país, desde Javier Ortega-Smith, del partido de extrema derecha española Vox, hasta la primera dama de España, Begonia Gómez y una veintena de políticos han dado positivo a la prueba de coronavirus. Lo que deja claro esta situación es que el virus no conoce de clases sociales ni partidos políticos y afecta a todos por igual. Sin embargo, esto no significa que todxs podamos atravesar esta situación en las mismas condiciones.

En Argentina, por ejemplo, hemos visto degradarse los Ministerios de Salud y de Ciencia y Tecnología (entre otros) a Secretarías durante el gobierno de CEOs de la alianza neoliberal Cambiemos que gobernó el país los últimos cuatro años, junto con salvajes recortes presupuestarios.

El trabajo de investigadores, profesionales de la salud, becarias/os, residentes y universitarias/os, fue menospreciado y bastardeado. La pandemia sorprende, entonces, en medio de un ajuste a los sistemas científicos y sanitarios, con cambios estructurales que entorpecen la capacidad de respuesta social y pública al problema.

Pero ¿Por qué el coronavirus, que no es ni la enfermedad más prevalente, ni la más mortal, alcanza semejante dimensión? La respuesta puede estar en la crisis económica mundial que desnuda: los precios del petróleo sufren el mayor desplome en un día desde la Guerra del Golfo en 1991 y hoy está por debajo de los 29 dólares el barril, se derrumban las bolsas mundiales y las medidas para tratar de contener la situación parecen no poder revertir semejante cuadro.

El escenario sanitario de la historia humana probablemente pondrá al nuevo Coronavirus como la primera gran pandemia del capitalismo trasnacionalizado. Detrás de su presencia epidemiológica se desnuda la crisis de un sistema económico-social diseñado mundialmente por los dogmas neoliberales desde inicios de la década de 1970.

Sin embargo, en toda América Latina apareció una conciencia colectiva que exige la presencia del Estado y la participación social organizada para ocuparse de los problemas, que garantice el acceso a las necesidades básicas de manera igualitaria.

PLANIFICACIÓN, SOLIDARIDAD Y CONOCIMIENTO AL SERVICIO DEL PUEBLO Y NO DEL MERCADO

A pesar de la gran velocidad de propagación del virus y las consecuencias aún desconocidas que este puede tener, el Interferón Alfa 2B Humano Recombinante, producido en Cuba y empleado por el sistema de salud de este país por más de 30 años, ha resultado ser un efectivo antiviral contra el 2019-nCoV -que también se ha utilizado contra el virus del dengue-.

Esto muestra cómo cuando se pone el foco en el rol fundamental que tiene la investigación para el desarrollo soberano, se puede dar respuesta a las necesidades ante situaciones de emergencia como la actual, o incluso más graves en un futuro cercano.

Sobre el sistema científico cubano, es necesario destacar no solo la forma de gestión de los recursos productivos, en este caso del conocimiento, sino que el nudo está en la apropiación de ese conocimiento. Tal como lo plantea Agustín Lage Dávila, director del Centro de Inmunología Molecular de La Habana -y asesor de la empresa Biocubafarma, productora del Interferón- en la llamada “economía del conocimiento” la cuestión se centra en quién se apropia del saber, qué se produce y de los medios para producirlo.

En Cuba los trabajadores del conocimiento, las y los “científicos”, son fruto del esfuerzo de una política de Estado, con 1,8 profesionales en I+D cada 1.000 habitantes, cuatro veces más que el promedio de América Latina y por encima de la media mundial. Pero, en el modelo de la isla, la producción de conocimiento se vuelca a la construcción de equidad, no para ampliar las injusticias.

A pesar de las dificultades económicas ocasionadas por el bloqueo estadounidense de cuatro décadas, en Cuba aparece un diseño institucional basado en la integración del conocimiento como recurso fundamental en la producción de bienes y servicios, articulado al rol de colaboración internacional que Cuba ha mostrado cada vez que pone sus profesionales y científicos de la salud ante situaciones de desborde sanitario. Esto es lo que observamos en relación a la actual pandemia en China y en Europa.

Los hechos nos obligan a reflexionar sobre la necesaria solidaridad entre los pueblos, entender que este tipo de crisis humanitarias sólo pueden afrontarse pensando en el bien común, apostando por estructuras sociales más igualitarias y por políticas públicas alimentadas activamente por la comunidad. Cada actitud colectiva que tengamos puede salvar una vida… y la vida de la especie.

Debemos dar el debate de la necesidad de poder abordar los problemas comunes desde la inteligencia y la planificación. Poder estar preparados para responder rápidamente en los momentos de urgencia es una virtud de los países que invierten en el conocimiento científico pertinente, con un sistema institucional de ciencia y tecnología fuertemente articulado que promueva la investigación con producción.

Un ejemplo argentino en este sentido es la Producción Pública de Medicamentos y Vacunas (PPMV) -Ley 26.688 sancionada en 2011-, una herramienta fundamental que sirve para regular los precios de los medicamentos y garantizar su acceso, concibiendo los mismos como un bien social.

Es necesario un sistema conectado con las necesidades de la población, que no quede atado a las olas privatizadoras del neoliberalismo ni a los intereses de las grandes empresas farmacéuticas trasnacionales.

Esta concepción del problema nos obliga a estar dispuestos a dejar meras ambiciones personales, afrontando y cuestionando las desigualdades y necesidades y a trabajar por un modelo de articulación entre Pueblo y Ciencia. El momento histórico lo demanda.

[*] Ambos son investigadores del Observatorio de Ciencia y Tecnología asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la).


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Alfio Finola

Licenciado y profesor en geografía, doctorando en ciencias Sociales (UNRC) y docente en la Universidad Nacional de Río Cuarto.

Lina Merino

Licenciada en biotecnología y biología molecular, doctora en ciencias biológicas (UNLP) y profesora en la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR)

Se han publicado 1 comentarios


Alexander
 28/3/20 16:54

A luchar para vencer la Covid-19

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