Lobos marinos: terapias asistidas en Cuba (+Fotos)

Le conocen por Yaya, y tiene 31 años. Practicó natación y polo acuático en una academia deportiva y claro que, al cumplir 18, reunía estos requisitos -saber nadar y animar- de la convocatoria abierta por el Acuario Nacional. Hoy es Licenciada en Cultura Física, entrenadora y dirige un taller/terapia asistida con lobos marinos para niños discapacitados. Lleva trece años salvando la enorme distancia diaria entre Alamar, el lugar donde vive, y Playa, su centro de trabajo.  

“Si no me gustara tanto no haría ese sacrificio. Somos un grupo de cinco muchachos y muchachas atendiendo a trece lobos marinos. Descansamos una vez a la semana. Yo no tengo hijos, de modo que estos son mis niños. Yo llego tempranito por la mañana y tengo que limpiar las piscinas, prepararles el alimento. El entrenamiento es diario, hay que pasar tiempo con ellos, observarlos, saber cuáles son sus conductas.”

¿Y cómo funcionan estos talleres de verano con los niños? “Hace ya tres años que se vienen realizando. Primero se da una clase teórica, para que los niños aprendan las características de los animales y cómo viven, en este caso, los lobos marinos. También hablamos del entrenamiento, luego pasamos al área para que observen el show y vean en la práctica lo que dimos en la clase. Terminamos con una pequeña interacción entre los niños y el animal.”

“La idea es irles creando valores. Yo siempre trato de que incorporen ese pensamiento de que a los animales hay que cuidarlos, no solo que no se les debe hacer daño sino que merecen cariño. Los lobos en este caso son animales exóticos, no se tienen todos los días tan cerca”. ¿Cómo reaccionan los niños? “Los niños lo asimilan de manera natural. Al terminar cada clase yo incluso les hago preguntas para saber cómo marcha el taller. Muchos se van diciendo que, cuandos sean grandes, serán entrenadores.”

 Y desde el punto de vista de los animales ¿qué cuidados tienes para esta interacción con los niños? “La comunicación entre los entrenadores y los animales es a través de señas, es por eso que la observación es diaria, para llegar a conocerlos bien. Los preparamos para lidiar, por ejemplo, con un niño del taller que puede sentir miedo, y eso el animal lo siente, entonces lo enseñamos a trabajar lento, hasta la expresión de su cara debe de tener rasgos suaves.”

También es muy importante el trabajo que realizas con niños que tienen deficiencias físicas, ¿cómo llegaste a hacerlo? “Terminé recientemente la licenciatura en Cultura Física, en el Fajardo, y ese fue mi trabajo de diploma, elaboré un programa para realizar terapias asistidas con lobos marinos. Aquí hay un departamento de educación ambiental, y tienen un programa general que incluye a estos niños.”

“Al principio parecía como un tallercito para niños con síndrome down, parálisis cerebral, y otros con discapacidades motoras donde al final ellos tenían una pequeña interacción con el animal. A partir de las conductas que yo percibí en estos niños hacia los animales, y desde los animales hacia los niños, estuve hablando al respecto con las profesoras de educación especial y me pusieron de ejemplo la equinoterapia. Ahí yo les propuse un programa con los lobos marinos.”

“Cuando me preguntaron si esto se hacía en el mundo fue que me puse a investigar, y sí, se hace en España, pero solo con niños autistas. Hace más o menos cinco años que me atreví a ponerlo en práctica.” ¿Y en caso de que algún padre que tenga un niño con estas condiciones esté interesado? “Es la escuela la que se encarga de evaluar en este caso qué niño puede salir beneficiado y nos lo envían acá.”

¿Tienes alguna anécdota para no olvidar? “Sí, dentro de esos programas tengo un niño que se llama Javier, es sordo-ciego y también tiene parálisis cerebral. Javier tiene hoy 9 años y dio sus primeros pasos aquí. Ese día lloré, fue muy gratificante ver esto luego del sacrificio de todos los días en el taller para que el niño mejorara. Y logramos el objetivo.” En una palabra, ¿qué es lo que más entregas de ti al hacer este trabajo?: “Amor”.