Los fantasmas y las maldiciones desatadas tras la traumática salida de un tal Cristiano Ronaldo comienzan a disiparse en las canchas de Valdebebas. Luego de concretar una temporada digna de espanto y de iniciar el presente ciclo competitivo con muchas más dudas que certezas, Zinedine Zidane—acaso por azar o milimétrica planificación—parece estar cumpliendo con el cometido de oxigenar una plantilla a todas luces desprovista de los tan necesarios revulsivos.
Si los forzados “exilios” de Dani Ceballos, Sergio Reguilón, Martin Ødegaard y Takefusa Kubo cuanto menos causaron indignación en quienes a gritos apostaban por la revolución, el fichaje en calidad de galáctico del belga Eden Hazard, la providencial implosión del jovencísimo Federico Valverde y la mediana regularidad de figuras establecidas han devenido en bálsamo de un entrenador y de un estilo de juego a punto de perder la credibilidad conquistada a golpe de reinar en el Viejo Continente por tres temporadas consecutivas
Sin embargo, ni la pomposa estampa de Hazard ni la fabulosa omnipresencia de Valverde en la zona medular del campo han llegado a rozar siquiera la locura causada por la improvista irrupción de Rodrygo Goes. Convertido ya en sacrosanto representante de las principales ambiciones, el brasileño de apenas 18 años se ha erigido como el nuevo "niño maravilla" de un proyecto que lo arropa.
La justificada Rodrygomanía quizás sea la más reciente sospecha de que el llamado “fútbol moderno” entiende cada vez menos de las leyes de la progresión y las lógicas del tiempo, y padece de una abismal falta de memoria a corto plazo. Porque solo así se explica la criminal indiferencia de afición y cuerpo técnico con respecto al declive del también carioca Vinícius Jr.
De la mano de Santiago Solari, el procedente del Flamengo asumió galones en un Real Madrid insípido y amorfo. En complicidad con Karim Benzema lideró un ataque color azul cobarde y dotó de ritmo penosos performances. Su gusto por la tenencia del balón, la brutal potencia en recorridos largos y desparpajo para los desbordes lo hicieron merecedor del reconocimiento de una fanaticada huérfana de ídolos para adorar. Entonces, poco importó la falta de tacto para conectar y una puntería solo comparada a la de una escopeta de feria.
El regreso de “Zizou” supuso el fin del agitado y fugaz romance con la hinchada blanca. Desde el inicio el técnico francés dejó claro su escasa fe en el bueno de Vini, primero al retrasar su aparición tras la rotura de ligamentos de la articulación tibioperonea de la pierna derecha, sufrida en el desastroso partido frente al Ajax, y luego al proporcionarle una injustificada dosis de bancoterapia.
Con Santiago Solari en el banquillo de Real Madrid, Vinícius fue el décimo jugador de la plantilla que más minutos disputó (Foto:defensacentral.com).
Para la actual campaña, el arribo de Hazard suponía un valor agregado al nivel de dificultad contenido a la hora de entrar en los planes de “ZZ”. La incomodidad para habitar la banda derecha y su mal signo de cara a portería lo puso en clara desventaja frente a un Rodrygo que apareció para desbancar al desenchufado y apático Gareth Bale y que, encima, puede ocupar sin dificultad cualquiera de los dos extremos y vive un momento dulce con el gol.
Las siempre morbosas comparaciones revelan a un Vinícius potente y regateador, pero desprovisto, por el momento, de cualidades tácticas imprescindibles. Mientras, Rodrygo se antoja un jugador mucho más a la “europea”: acertado en el último pase, disciplinado en facetas defensivas y con cierto instinto para encontrase siempre bien ubicado. A uno lo condena la anarquía y la razonable imperfección de quien goza de un talento descomunal. Al otro lo salva la virtud de la mesura y la precocidad propia de los genios
Pensar en el futuro inmediato partiendo de la supuesta imposibilidad de imaginarlos en un mismo once inicial se antoja totalmente disparatado. A Zidane le corresponde revertir en minutos la confianza que asegura tener en Vinícus y reajustar el esquema táctico para garantizar la convivencia pacífica y coherente de los brasileros junto a otros referentes en ofensiva de la talla de Benzema o, incluso, el propio Hazard.
Desaprovechar la oportunidad de potenciar por igual a los posibles pilares del Real Madrid del mañana pudiera terminar pasando factura frente a los que con los Ansu Fati y João Félix aseguran haber hallado la quintaesencia del balompié. El trabajo diario y la paciencia resultarán fundamentales en la formación de auténticos diamantes en bruto. De seguro, muchos lo agradecerán.
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