Son poco más de las 12 del día y veo a dos niños que se miran en los cristales de un auto. Se miran con una expectación parecida al sueño, como cuando se piensa en lo que puede ser, en por qué no…
Uno lleva un sombrero pequeño oscuro de tela que le cae por las orejeas, un saco de vestir, un short de nailon y chancletas.
El otro tiene la cabeza descubierta, también lleva un saco, pero no va en short, sino que un pantalón que le cubre las tiras de las chanclas le completa, casi, la indumentaria del traje.
Permanecen minutos frente al cristal de las ventanillas y hacen poses para ver cómo sería, cómo se verán. Sostienen los bordes de sus sacos con las manos cerradas, giran unos grados a la derecha y a la izquierda luego. Los carcañales a ratos se les salen de la goma y se apoyan en el asfalto de la calle.
Después uno se sienta junto al borde de un árbol y otro juega con lo que parece una botella de plástico vacía, golpeándose rítmicamente, una y otra vez, la siniestra.
Pero cuidado, pueden ser peligrosos; por lo que se escucha en cualquier parte, ser humilde es síntoma de peligro.
Es que te pueden robar, dicen, o vienen a pedirte dinero constantemente, en vez de conseguir trabajo. De seguro tienen tuberculosis; en esas chapas (ómnibus pequeños) donde van amontonados como bestias es imposible no enfermarse y eso está aquí que da al cuello. O incluso deben tener VIH y hasta pueden ser agentes transmisores de la malaria, eso, vectores, porque la malaria en estos barrios no existe, “ah, pero vienen ellos de la periferia, o los mismos guardas que también son de allá, y capaz que la traigan, que lo enfermen a uno”, siguen diciendo.
Peligros muchos, de todos los colores y tamaños, para mantener a acomodados y desacomodados, cada cual, en su sitio, sin mezclar las cosas. Pero en la raíz todo se mezcla, no más buscar respuestas a los porqués hasta las últimas consecuencias.
El pobre, y por supuesto que no solo aquí, es delincuente y está enfermo con “algo malo que se pega”, hasta que se demuestre lo contrario.
Si quieres, no te acerques, duda, mira con recelo, hasta con lástima si te cayó el espíritu agraciado y gentil de la limosna, sigue con tu vida y con las mentiras que le dan sentido, créete todo, menos que un niño, dos, millones… son más peligrosos que tú. Créete todo, sí, menos que un niño, dos, millones… son más culpables que tú por (y “de”) tener el carcañal en el asfalto.
Mientras tanto, los hechos: dos niños se observan en los cristales de un auto. Se miran con una expectación parecida al sueño, como cuando se piensa en lo que puede ser, en por qué no… y por supuesto que no les voy a tirar fotos.
LLRC
5/3/23 20:17
Y ellos Solo miran el espejo y la vidriera. Talvez igual que el ingeniero al cobrar su salario. Miran pensando pq ellos no. Ellos no saben aún la respuesta, talvez nunca lo sepan porque dejarán de estudiar para trabajar, Pero el ingeniero sabe , como también el médico, el abogado o el maestro. Ellos saben y no quieren que sus hijos pongan los pies en el asfalto , ni miren los mostradores llenos de dulces que sus pálidos bolsillos guardan . Talvez por eso niegan tener descendencia, o simplemente posponen la familia para un día si están lejos de la patria.
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