Cuando lo veo interactuando con ellas sonrío y lo vacilo, porque para escribirles pone su típica cara de hombre tierno, con un toque de humor, una buena dosis de feminismo y un mucho de seducción inconsciente y compromiso con las cosas hermosas de la vida.
Es así con los hombres y con las mujeres, que conste, pero me gusta meterme con él cuando chatea con sus admiradoras-socias-novias, como yo las llamo para mortificarlo, y también para alentarlo a seguir, porque cuando lo conocí, siete años atrás, me dijo que tenía muy poquitos amigos, y hoy casi le gana a Roberto Carlos con lo del millón.
A muchas de esas mujeres las he ido conociendo, porque en Cuba nos cuesta mantener la relación a base de ceros y unos cuando alguien nos cae especialmente bien, y esa sintonía de intereses y pasiones termina concretándose de manera hermosa, en un intercambio cervecero, en una exposición de caricaturas o en cualquier otra circunstancia de la cotidianidad.
Con toda honestidad, esos escarceos intelectuales no me provocan ni un poquito de celos. Tal vez porque no me molesta que otras personas admiren a mi marido (como hombre vistoso incluso); tal vez porque yo misma, si no fuera tan “espantada”, disfrutaría también de ese solar digital en que habitan seres muy disímiles, cercanos y lejanos.
Yo jamás entro a su perfil, la verdad… Y debería, porque le pasan muchas cosas hermosas. De vez en cuando me cuenta de esos intercambios, y me sorprendo de manera feliz por el alcance de sus dibujitos, que le han abierto en el mundo tantas puertas y tantos corazones.
Por otra parte, verlo interactuar con extrañas y condiscípulas de su adolescencia me recuerda a una colega que detestaba esa red social porque sacaba “lo peor de su marido”: o sea, lo mejor, pero compartido con otras personas, y eso la enfurecía porque con ella era seco y distante.
Medio en broma le dije que se creara un perfil falso y salseara con él, y de verdad llegó a hacerlo. Buscó fotos de su distante juventud y otras de internet, armó un personaje de otro oficio y lugar de residencia y comenzó a intercambiar mensajes con él, primero elogiando su destreza profesional (es músico), y luego en tono más íntimo, medio propositivo… Hasta que él la planchó porque era un hombre casado y no irrespetaba a su mujer ni por las redes.
Lo peor de la historia: ella no le creyó. Estaba convencida de que la había descubierto y quiso pasar a otra etapa de la ofensiva. ¿Adivinaron? Me propuso que yo le pintara fiesta al señor desde mi perfil para verlo caer en la trampa y enjuiciar su falta de fidelidad.
Le dije que no, obvio, por muchas razones. Primera, porque detesto Fb, y si no alimento mi propio muro con cosas reales, no me iba a dedicar a esa cacería de su supuesto brujo. Segunda, porque la experiencia indica que los celos son una enfermedad perniciosa y no hay que estar alimentándola, ni siquiera en otra persona. Y tercera, porque la colega no era tan fiel ella misma (bastante sateaba en las coberturas donde coincidíamos), ni tan cariñosa con aquel hombre que la toleraba hacía dos décadas, aun no entiendo por qué.
No soy ninguna tonta: Sé muy bien que a través de la virtualidad se conocen personas de las que puedes enamorarte a fondo y llegar a cuestionar tu realidad sentimental. Ya tuve varias experiencias de ese tipo, incluyendo al propio Jorge (duró solo 15 días antes de conocernos, pero fue supergenial).
Entonces, ¿no me da miedo su satería feisbuciana? ¿No me preocupa ni un poquito que esta unión pueda ser estremecida por otras historias a distancia? Les juro que no.
Como dicen las viejas lenguas, lo que sea sonará, y el riesgo de que alguien le mueva el piso a mi tiernísimo compañero de vida es insignificante, comparado con todo lo que sus muchas amigas aportan a su sensibilidad de creador y su bondad natural, cualidades de las que obtengo, a no dudar, los mayores beneficios.
Además, quien crea que puede perder a su pareja en las redes ya la tiene perdida. Solo es cuestión de tiempo que ambos abran los ojos ante esa realidad.
Almir U. Mestre León
16/1/24 13:37
Me encantó la crónica de hoy, creo que eres una mujer muy inteligente en cuanto a la postura que adoptas con tu pareja, como dice un querido amigo mío: los celos son un desperdicio de emoción.
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