Bruja, sí, y a mucha honra. No importa lo que diga la vieja canción de NG, que en su tiempo me pareció terrible y ahora la encuentro hasta naif, comparada con las barbaridades que ¿entonan? las voces tropelosas o chillonas de la modernidad, que de todo hay en el menú de ruidos electrónicos del vecindario…
Una Bruja, pero con sentimientos profundos: por la vida, por la gente, por mi país, por el arte de sobrevivir a los prejuicios y adaptarme a las circunstancias… Mis huesos tienen permiso para envejecer y quejarse, pero mi espíritu debe mirar arriba y aferrarse al amor, que todo puede, aunque el horror le ponga trabas cada día.
Una bruja feliz, cueste lo que cueste. Con o sin luz externa, me iluminan los sueños. Con o sin ventilador, tengo mi árbol en el patio para climatizar mi espacio, y palomas que dicen en voz alta lo que mi alma tiene en el disparador del inconsciente.
Una bruja feliz y digna, porque eso de sacrificar poderes ante el ego de un príncipe y que luego le avergüence presentarme a los suyos está muy lindo para los manuscritos de Pink Mountain, o para entrenar suspiros en una etapa juvenil de adaptación… Pero a mi edad, y en el día a día de estos tiempos, mi príncipe tiene que montarse en mi escoba para entender el mundo también desde mi perspectiva, y tiene que pasear conmigo como iguales entre el lodo denso de los desafíos y el vacío estelar de la ilusión orgásmica.
Bruja, sí, y a mucha honra: ¡¿Qué se habrá creído ese señor que se dice influencer a costa de pisotear a mis iguales en las redes?! Aquel que escribe memes contra todas las mujeres, y sí, parecen ingeniosos, pero en el fondo son puro juego de palabras ignorantes y sutilmente injuriosas…
(Contra todas no, debo aclarar: las princesas estériles de voz y voto le encantan, para envolverse en sus pestañas rígidas y acurrucarse en la silicona mullida de su nuevo seguro de vida).
Una bruja no pide la opinión de esos personajes que se la montan de centinelas virtuales; no les consulta para vestir como le da la gana, decir lo que piensa, organizar su tiempo y elegir una compu antes que un trapeador, o viceversa si se le antoja, porque no hay nada indecoroso en ser ama de casa o ama de calle, mientras te ames tú misma en primer lugar.
¡Déjame bruja así, y arranca con tus opiniones a donde las necesiten! ¡Déjame libre e inadaptada, hasta que encuentre el vínculo que me haga crecer y proyectos con los que pueda resonar y aderezar mis ganas de ofrendar tiempo y vida!
Las bandas de ayer y los trap de hoy pueden cantar lo que les apetezca: siempre habrá brujas que superen su entrenamiento patriarcal y vuelen libres sobre lo que ponga el viento entre las piernas…
¡Allá vamos, vida! ¡Ábrete a los conjuros de todas mis hermanas, que no habrá hogueras ni redes para mutilar la libertad de estos espíritus resilientes!
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