Recordemos una palabra. Farmacofilia es nombre que designa a la propensión exagerada en cuanto al uso de medicamentos.
Como en muchos otros países, en el nuestro algunos han sostenido la creencia de que, para curarse de cualquier dolencia, son imprescindibles las medicinas. Ignorando los peligros de reacciones secundarias, haciendo caso omiso de las intoxicaciones por fármacos, desoyendo los graciosos consejos del poeta José Asunción Silva en sus “Gotas Amargas”, si no les recetan se consideran mal tratados.
José María de Cárdenas y Rodríguez, costumbrista cubano del siglo XIX, cuenta la sabrosa anécdota del médico que, conociendo la psicología de su clientela —y temeroso de perderla— les entregaba una aparatosa receta en latín:
Rpe.
Sacari albi: unciam.
Aquoe, distilatoe: libras duas.
Misce et addes syrup,rosat,q.s. ad colorem.
Lo cual, traducido, significa:
Receta.
Azúcar blanca: una onza.
Agua destilada: dos libras.
Mézclese y agréguese sirope rosado en cantidad suficiente,
para que tome color.
Y con ello quedaban complacidísimos los farmacófilos.
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