Cuando llegué a La Habana, era yo “flaco, joven e indocumentado”, si me permiten parodiar a un famoso. No venía, como Neruda, “del sur, de la frontera”, sino del triángulo oriental, “donde se forjó nuestra nacionalidad”, en el decir de alguien reverenciable.
Y entonces La Grande —según la bautizó el pueblo—, sin deslumbrarme, me hizo transitar de la sorpresa al desconcierto, y de estos al sobresalto.
El guajirito teenager tuvo su primer asombro al descubrir un hecho pasmoso: ¡el habanero no existe!
Claro está, la urbe —colosal— resultaba demasiado para un solo corazón. Sí, inabarcable. De manera que la gente era de Lawton o de Vieja Linda, de Pepe el Hermoso o de Palo Caga’o.
Trabajaban en el barrio. Se pelaban en la barbería del barrio. Eran partícipes de los encuentros dominoseros del barrio. Pertenecían al equipo de béisbol del barrio. Se casaban con la noviecita —claro está— del barrio.
¡Ay!, el barrio es una presencia inconmovible en al alma cubana. Porque, ¿se puede escribir una biografía decente de El Homagno sin mencionar que su padre, Mariano Martí, fue celador de dos barrios habaneros?
Después… bueno, después lo indescriptible, como verá quien persevere en estas líneas.
NAUFRAGA EL BARRIO
Cada año, en una noche de septiembre, se convoca el vecindario. Es toda una fiestaza. Pues, por encima de las altisonantes consignas, prima el espíritu de abrazar al prójimo, palabra que, como transparenta su raíz, es el que está próximo, cercano a ti.
La gente, en medio de la calle, hirviéndola con leña, prepara la caldosa, un sopón al cual ha contribuido, según sus magras posibilidades, cada humano bicho viviente de las inmediaciones.
No faltará un altoparlante con el himno de los Comités de Defensa la Revolución: “En cada cuadra un comité, / en cada barrio revolución…”.
Y, año tras año, esa marcha me invita a una riflexión, según decía Zumbado.
¿De qué barrio me hablan, si este no tiene existencia oficial? Tome en sus manos el Codificador de la División Político-Administrativa que usa la Oficina Nacional de Estadísticas, y recórralo página a página. Allí no aparece, ni una vez, la palabra barrio.
La Constitución de la República (1976), sin definir la entidad, la menciona, de paso, en el artículo 42, cuando determina el derecho de los ciudadanos a domiciliarse en cualquier “sector, zona o barrio…”. La Ley de leyes, a todo lo largo de su extenso articulado, no vuelve a acordarse del vocablo.
Hay más. En el año 2000 la Comisión Nacional de Nombres Geográficos publicó una obra magna: el Diccionario Geográfico de Cuba. Trabajo colosal, engendrado con amor y dedicación. Allí aparecen hasta los pobladitos —con 20 ó 30 bohíos—, del firme de la Sierra Maestra, lugarejos donde tuve el honor de dirigir la Brigada Alfabetizadora Conrado Benítez.
Ah, pero mire lo que son las cosas, brillan por su ausencia enormes conglomerados humanos, como el capitalino Santos Suárez o el santiaguero Vista Alegre. ¿Por qué? Pues porque son barrios y, por tanto, no existen.
A algún calenturiento cerebro burrócrata se le ocurrió inventar el “consejo popular”, que tiene una fantasmagórica existencia. (Nunca he oído decir a alguien que pertenece al consejo popular tal o más cual).
A cada rato nos desgañitamos clamando que es necesario “rescatar” alguna cosa. Mejor sería impedir que empiecen a naufragar.
Elotropo
12/11/17 11:16
No naufragarán jamás. El barrio es una fracción del Reparto. El Barrio se conforma por un número de calles, interiores, solares, escuelas y hasta cines (si es que aún queda alguno), donde trancurre la niñez y la juventud, pero que es dificil de delimitar exactamente desde el punto de vista geográfico por cada quién. Cada persona lo llevará en el recuerdo durante toda la vida, cuando lo abandona por razones que la vida impone, si algún día coincide con alguien (sea en Cuba o en el extranjero) que provenga de su Barrio, el lazo se revitaliza a tal extremo que se confunde con afecto de familia. No hay ley ni decreto que lo excluya de su letra, que pueda hacer posible su desaparición, como no habrá ley que derogue los apellidos, porque eso son los Barrios, nuestros apellidos.
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