De buena gana pondría nombres y apellidos, pero se trata de amiguitos de la infancia fallecidos, y sin autorización, no me atrevo a hacer públicas las identidades de los involucrados en una incorrecta valoración de una situación.
El error de apreciación fue enmendado más de medio siglo después cuando casualmente por las habaneras calles de Santa Fe, un hombrón de tamaño descomunal y voz cómicamente infantil gritó: Arturito, ¿tú eres Arturito?
Como que únicamente así me dicen los de mi edad en el barrio natal, para no admitir el olvide dije: Tú eres de Casilda ¿Vives ahora por aquí?, a lo cual replicó que yo no lo podía reconocer y para que recordara contó una anécdota.
Se presentó como el niño grandote al que otro más pequeño y débil derribaba cada vez que él se levantaba. Y eso –dijo risueñamente- fue culpa tuya porque esas zancadillas se las enseñaste tú, pero te aclaro algo: yo no estaba abusando de su hermanito, como ustedes creyeron, estábamos jugando.
Aclarada la confusión, para mí, porque había fallecido el adversario que lo enfrentó por creerlo un abusador, le pregunté su edad que resultó ser exactamente la de todos nosotros que siempre lo consideramos mucho mayor y que estaba en primer grado por tener retraso escolar.
En toda la enseñanza primaria, contó, tuvo ese problema por su altura y corpulencia, pues al creerlo de más edad, hasta pretendían que tuviera un nivel de razonamiento superior, pero a pesar de las apariencias, era un niño aunque de elevada estatura.
Mi cumpleaños 71 mañana sábado despierta recuerdos de aquellas palabras del otrora niño grandote, cuando apesadumbrado con su casi medio siglo de existencia se quejaba de que todos lo aconsejaban ser joven.
“Arturito, yo quisiera que tu vieras cómo en los cumpleaños me cantan la canción de que joven es quien lo quiera ser, y hasta me exigen que tenga la voluntad de serlo, como si yo no deseara seguir siendo aquel niño que ustedes creían un adulto. Las cosas de la vida: me creían mayor cuando niño, y al ser viejo me exigen que quiera ser joven, como si los dolores que tengo al caminar se quitaran con los deseos…”
Lo entrecomillado no es textual, sino un resumen de una hora de conversación a partir del momento en que pretendimos despedirnos, y fue cuando más afloraron los hechos de la infancia bajo el lema de que recordar es volver a vivir, aunque dijo: recordar también puede ser sufrir en vez de volver a vivir, eso depende de cómo estés y te traten.
En aquellos momentos a este redactor no le sucedía, ni ahora tampoco, pero hay que atender a esas personas desatendidas o no atendidas correctamente que interpretan la recomendación de que queramos ser jóvenes para ser jóvenes y que esa es la solución que dan.
Siendo la vejez una etapa tan sensible de la vida vulnerable de los longevos en conteo regresivo, hay que ser cuidadosos porque hasta podemos creer que no nos atienden porque si deseamos ser jóvenes, lo seremos y no requeriremos atención a tono con las características inevitables de un adulto mayor, de una persona de la tercera edad… de lo que soy: un viejo que agradece llegar a los 71 y seguir envejeciendo (con calidad de vida) como deseo y para lo que tengo más voluntad.
Carlos
26/2/23 19:18
Llegar a nuestra edad es un privilegio que todos pueden tener yo ya voy por 83 en Diciembre de 2022 MUCHAS FELICIDADES y que tengas una buens y linda vejez y que siempre te acompañe una muy buena salud. Cuidemosno
José Miguel
25/2/23 19:34
Felicitaciones para ese gran periodista y ser humano. Excelente material.
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