Trabas y cuellos de botella

En los finales de 1967 empezó a funcionar la terminal de azúcar a granel Tricontinental en Cienfuegos, y así se humanizaba una faena que se hacía manualmente, sobre los hombros de forzudos trabajadores y en carretillas.

Había obreros en el sureño puerto de Casilda, a escasos 100 kilómetros de la Perla del Sur, con una fuerza descomunal, como el apodado “Toromono”, capaz de cargar dos sacos de “azúcar prieta” de 200 libras cada uno.

Para formar parte de aquel colectivo había que tener parejamente fuerza y rapidez, porque todos tenían que ir a la misma velocidad del más lento, y el que lo fuera tenía que salirse del proceso para no trabar a los demás, como decían en su jerga los llamados estibadores.

También había un estibador que cuando se presentaba alguien con lentitud por cualquier causa, solía decir: “Oyeeee… hay cuello de botella…”, y si la situación persistía, agregaba: “Y la botella es pescuecilarga…”.

Afortunadamente, los embarques mecanizados libraron a los seres humanos de una dura labor que hubiera sido de difícil a imposible de realizar en un contexto de tendencia a incrementar la producción azucarera a partir de la Zafra de los Diez Millones de 1970.

En estos momentos, sin renunciar al uso de los métodos primitivos y tradicionales, se introducen las máquinas, pero también la infraestructura en general se está dotando de las nuevas tecnologías, cuya precisión y rapidez solo son superadas por iguales medios más modernos.

La mecanización, la informatización, la robótica, la capacitación, desarrollo de habilidades…; todos los avances científico-técnicos que se van modernizando constantemente son decisivos para eliminar los cuellos de botella, pero no son suficientes para evitar lo que en buen cubano se está llamando: “trabas”.

Cualquier proceso puede estar equipado con lo último en tecnología de punta pero padecer obstáculos en su desenvolvimiento debido a disposiciones o antiguos procedimientos que nada tienen que ver con el momento, o también porque se sigan, supuestamente, cumpliendo a pesar de que estén derogados.

Cuando la traba es provocada por un empleado, el problema pudiera parecer no significativo, pero si se va sumando un trabajador tras otro y el fenómeno se extiende a un colectivo, un sector, y a nivel de la sociedad, ya es harina de otro costal. Estos son los casos que requieren tratamiento administrativo, pero sobre todo, sindical.

Las trabas causadas por los que tienen una responsabilidad repercuten en grandes dimensiones, aunque sea una sola persona, y según sea el nivel del cargo, así será el tamaño del obstáculo.

Trabar también tiene la acepción de juntar o unir, y en ese sentido tenemos que actuar todos, trabados unos con otros para vencer definitivamente tanto las acciones individuales como las administrativas que entorpecen el desarrollo de cualquier acción o proceso.