Antes de comenzar el tema, transmito una de las experiencias contadas por un lector, que tiene su centro laboral en La Habana y vive y trabaja desde Villa Clara.
Dice que primero trató de ir conociendo personalmente a cada una de las principales personas con las que interactúa en su trabajo, los visitó en sus casas y los invitó a la suya, o salieron a merendar en cualquier establecimiento habanero.
En esos intercambios escogió un número de temas para las conversaciones que incluyeron conocer los conceptos de esos colegas en cada una de las acciones que ejecutan en sus faenas cotidianas, así como sus dificultades en todos los ámbitos.
Y aunque no se lo preguntaran, también fue exponiéndoles datos personales que consideró necesario que sus compañeros conocieran de manera que hubiera comprensión y pudieran colaborar mutuamente en cada situación.
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Explica que se comunica con ellos lo más frecuentemente posible para conversar y que en la mayoría de las ocasiones le ha sido provechoso para el trabajo que realiza, además de estrechar lazos de amistad que le han valido para solucionarse asuntos personales entre ellos.
No le confía todo a las plataformas de redes sociales, aunque utiliza todas las herramientas: por WhatsApp habla con sus jefes, a través del Messenger conversa con sus colegas, y tiene grupos para abordar temas no laborales.
Nunca renuncia al teléfono, tampoco al correo electrónico y cuando puede, viaja hasta su centro de trabajo, tratando de coincidir con alguna de las reuniones en las que todos o la mayoría tienen que asistir.
Y sobre el tema de hoy, dice que rara vez alguien emite una abundan te cantidad de datos sobre los más diversos temas, sino que de inicio uno anuncia al otro de lo que le interesa hablar, y hasta que no agotan el punto, no se pasa a otro.
Ese antídoto, evita los efectos del venenoso procedimiento de retomar como si fuera un resumen, todo lo dicho, pero expuestos esta vez con opiniones soltadas a diestra y siniestra sin que estén fundamentados ni que vengan al caso.
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Al ser asuntos ya escuchados, pueden parecer familiares, y alguien creer que ya estuvo de acuerdo, pero en un descuido, lo que parecía una muy bien hilvanada intervención, se convierte sutilmente en una herramienta o arma para confundir y ponerlo todo en contra de las intenciones del creador del espacio.
En esos ámbitos también hay participantes que pueden resultar gracioso por hablar sin siquiera saber de qué están tratando, y no faltan quienes influidos por sus problemas íntimos, encuentran una válvula de escape cómoda en el sentido de que no tienen presencialmente a los receptores de sus mensajes.
En fin, de todo hay: unos bien intencionados, otros con los intereses más torcidos, y los inocentes que al final por ingenuidad terminan haciendo el juego a los demás, como suele suceder a esos que con tal de discutir, le llevan la contraria a cualquiera.
Por ahora, hacemos un alto en este tema interminable, pero en próximos meses pudiéramos volver con el asunto.
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