La colega Yeilén Delgado Calvo escribió De los chats grupales y otras tragicomedias maternas donde al referirse a los Grupos escolares de WhatsApp menciona “maestras que movidas por la buena voluntad de compartir con las familias las actividades de sus pequeños, terminan casi siempre cuestionadas públicamente y ofreciendo un sinnúmero de explicaciones.”
Lo escrito puede traer a la memoria de los llamados inmigrantes digitales aquellos tiempos de los olvidados teléfonos de audífono unido al equipo donde estaba el micrófono y que para comunicar había que llamar primero a la operadora, dándole vueltas a la manigueta.
El propio número del teléfono hacía saber si era línea única o compartida, lo primero podía ser 110 y lo segundo 224-4; y lo que iba después de la raya informaba que había otros tres usuarios o más.
En el caso de los exclusivos, sonaban timbrazos largos, mientras que los colectivos daban brevemente uno, dos, tres, cuatro en dependencia del dígito tras la raya.
Había que cumplir normas para responder, como contar las veces que se escuchaba el timbre y no descolgar si llamaban a otro, pero solía suceder que hasta involuntariamente, creyendo que no había nadie hablando, o con la intención de comunicarse, se colocaba el audífono en los oídos.
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Con la información filtrada, ocurrieron muchos percances simpáticos o dramáticos que no citamos para no violar la privacidad ni aunque fueron hechos pasados, pero lo mencionamos con la intención de señalar la importancia de cumplir normas y ser éticos.
Cuando ocurrían violaciones de procedimientos, sucedían los mismos enredos que hoy en los grupos de WhatsApp o chats grupales de cualquiera de las plataformas digitales, con la diferencia que otorga la actual tecnología de mayor alcance, inmediatez e instantaneidad.
Dentro de la abundante cantidad de situaciones que deben resolverse, tomaremos una sola, la de los saboteadores conscientes o inconscientes de las comunicaciones digitales, pero con la promesa de tratarlas en próximos viernes.
Mucha razón tienen quienes opinen que sin haberse resuelto el problema en los grupos o reuniones en la vida cotidiana, ya hay que buscarle solución a esos mismos enredos en el entorno digital, donde las personas suelen comportarse sin inhibiciones.
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Aunque las causas y consecuencias son las mismas dentro que fuera del ámbito digital, cada esfera tiene sus particularidades, a las cuales nos referiremos en su momento, pero la próxima semana abordaremos cómo neutralizar a quienes conscientemente o no sabotean grupos como los de WhatsApp y chats colectivos.
Conste que no se trata de ponerse paranoicos viendo enemigos por doquier, sino de aplicar procedimientos para lograr el máximo provecho de esos recursos mediáticos, en lo cual influye también la idiosincrasia de personas, comunidades y naciones.
Mientras llega el próximo viernes, invitamos a que dejen su comentario sobre el tema con experiencias personales u opiniones.
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