Descontentura

Los que en la década de los años 70 del siglo pasado eran apegados a los programas humorísticos radiales podrán recordar un personaje cuya frase característica era: “Bueno, pero no tan bueno porque…”, y la soltaba cada vez que alguien hacía la observación de que estaba sucediendo algo positivo.

Cuando explicaba los motivos por los cuales no los consideraba tan bueno, en la mayoría de las ocasiones exponía algo absurdo o que si sucedía, podía ocurrir cada mil años, o eran mínimas en comparación con la cantidad de cosas buenas ya a la vista.

Esos personajes pueden hasta resultar simpáticos con las exageraciones que presentan con tal de negar lo que pudiera tener algo para ser ventajoso y que ya están comprobando, pero si se trata de algo futuro, entonces es cuando se explayan.

Lo chistoso llega a un límite porque a fuerza de tanto repetir sus consideraciones de por qué no es tan bueno, se va convirtiendo en una letanía aburrida causante de tensiones mentales artificialmente creadas.

En una espera, en una cola que se hace por primera vez sin tener experiencias de otras anteriores en ese lugar, estos pueden causar tensiones extremas con sus vaticinios catastróficos como este redactor apreció hace unas horas en la venta del pan en el mercado Vigía Sur de Santa Clara.

Después que la vida demostró que abrieron el establecimiento puntualmente a las 7 de la mañana y no cuando predijo, la emprendió con que no alcanzarían los productos hasta el turno donde estaban, pero al ver que era suficiente y para más clientes, pasó a calificar de pésima la calidad de la mercancía.

A esa altura del monólogo logró hacer partícipe a un grupo cuando criticó que la compra del pan tenía que ser convoyada con masas de pizzas, tema en el cual introdujo asuntos como que estaban obligando a comprar hasta lo que no se necesitaba, y cuestionaba qué sucedería con quienes no tuvieran el dinero suficiente.

Consiguió poner a todos, al menos verbalmente, en contra del expendio de una bolsa de tres panes con cinco pizzas, cuando inesperadamente uno dijo: El que no quiera las pizzas yo se las compro y le doy el dinero ahora mismo por si no tienen.

Ante el silencio generalizado, el cazador de la oportunidad se dirigió directamente a la disertante: “Señora, ¿le doy los 15 pesos ahora?” Tan pronto recibió la negativa, el hombre dijo molesto: ¿Ah, pero hasta usted las va a comprar? ¿Entonces de qué se quejan? ¿Están sufriendo calentura ajena? ¿Para qué tanta descontentura?

¿Descontentura? Y entonces la charla empezó sobre el significado de esa palabra hasta derivar hacia el punto de los vaticinios negativos que hacen sufrir con anticipación, pero que si no suceden entonces el disfrute de lo positivo es a medias.

Si solamente tenemos en cuenta la variable posibilidad, es decir, sí algo es o no posible, en un contexto de carestías como el actual, todo puede serlo, pero cuando de seres humanos se trata, hasta los complicados cálculos matemáticos para establecer la probabilidad pueden modificarse.