lunes, 6 de mayo de 2024

Contra el stress y la ansiedad (I)

Situaciones extremas pudieran presentarse a cualquier edad aunque algunos crean lo contrario. Y también llegan en el momento más insospechado...

Félix Arturo Chang León
en Exclusivo 29/01/2016
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¡Qué edad esa más feliz! ¡Viven sin preocupaciones!, dijo Pablo, un viejo carpintero ya jubilado en 1964, cuando nos vio, o más bien: nos sufrió al despertar con los pelotazos que le dimos a la pared de la sala de su casa, ubicada en la Calle Real, vía principal del poblado costero de Casilda, cuya tranquilidad solo era interrumpida por el ruido de la locomotora o algún vehículo pesado que pocas veces transitaban por esa ruta que conduce directamente al mar.

Elisa, su esposa, apresuró el paso para pedirnos casi en un susurro que trasladáramos el terreno de pelota a cualquier otro lugar, pero aquel día Pablo estaba de buen humor y hasta nos exhortó a continuar la algarabía porque era nuestra etapa feliz, sin preocupaciones que ya vendrían cuando fuéramos adultos.

Apenas había terminado sus pausadas palabras, y el grupo de supuestos niños felices y sin preocupaciones pasamos a lo que llaman stress o estrés porque un largo batazo puso la bola encima de un camión en marcha que se la llevó sin darnos tiempo a reclamación. Las discusiones no faltaron: que si fue una casualidad que la pelota cayera dentro de la cama del carro, que si fue por no poner el home donde habíamos dicho inicialmente… El partido de béisbol había terminado y ninguna otra propuesta de juego infantil satisfacía a nadie.

Busqué al viejo Pablo para discutirle que no éramos felices, que los niños no éramos inocentes como él decía, y mucho menos sin preocupaciones, y entonces lo vi regresar con una pelota en la mano: “Esta es de cuando yo era muchacho. Jueguen con ella. Cuídenla”.

Para no volver a padecer otro stress, tratábamos que la bola no cayera en un patio o un tejado donde fuera irrecuperable, que no dañara nada de nadie porque esta no era blanda como la anterior, sino maciza. Era tanta la tensión nerviosa que aun cuando nadie bateaba, sufríamos una intensa preocupación, nos causaba una ansiedad de tal magnitud que ya no disfrutábamos el juego, ni aunque Pablo decía que estábamos en la edad de la felicidad, la despreocupación y de no tener problemas.

Y para que nadie se quede esperando el próximo viernes la parte II de este material, le avisamos que no necesariamente será una semana tras otra, y cuando abordemos este tema, usaremos el mismo título, pero cambiando el número romano: II, III, IV, V y así hasta el infinito. Esa es la palabra exacta: hasta el infinito porque la cantidad de situaciones estresantes en Cuba se mantiene en aumento, aunque no creo que abunden como debieran, los ansiosos, y mucho menos los desesperanzados, aunque desesperados solemos estar con frecuencia.

Como todo es cuestión de puntos de vista, tales situaciones pueden ser tomadas con buen ánimo y darles un sentido de utilidad para evitar aburrimientos, ejercitar la mente y quizás hasta evitar su deterioro de una manera divertida, y aunque lleguemos al nivel extremo, evitar los efectos de la ansiedad, es decir, la tensión sin existir ya la causa.

Cierto que requiere su dosis de entrenamiento, paciencia y más paciencia encontrar el ángulo de esparcimiento en una terminal de ómnibus donde te piden el Carné de Identidad para anotarte en una lista de espera, y toman tu primer nombre (Félix en mi caso), precisamente el mismo del que no te acuerdas nunca porque estas habituado al segundo (Arturo que es el mío), y entonces, por mucho que llamen, no dirás tu apellido (Chang, por poner el mío como ejemplo) como contraseña, y al reclamar, ya el ómnibus se llenó.

Experiencia es una severa profesora que primero te examina (casi siempre te desaprueba) y después te enseña. Aprendida la lección, la próxima vez estás alerta, pero resulta que en esta otra estación llaman por el número de orden, no lo sabes y tampoco conoces a partir de cuál llamarán. Todo hay que averiguarlo sobre la marcha, en fracciones de segundos.

A la tercera, indagas todo, o al menos es lo que crees. Tienes el 985 y llamarán a partir del 704. Sales a descansar, crees que podrás irte a bañar y volver al siguiente día. Regresas y encuentras la pizarra informativa en 820. Desafortunadamente piensas que te faltan 165, pero resulta que al llegar al 1000, volvió a comenzar por el 1, pasaron varios ómnibus extra, fuera de hora, y tienes que pedir otro turno luego de las peripecias para enterarte de que los números son cíclicos y sigues empantanado…

Te habitúas a que en Ciego de Ávila llaman mediante un micrófono. Crees que en Sancti Spíritus será igual, pero no: los espirituanos lo hacen a viva voz y no siempre el empleado tiene una garganta potente para ser escuchado en medio del barullo. Te entretienes y…

Sin embargo, se mueve…; nos movemos, todos viajamos.


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Félix Arturo Chang León

Periodista cubano de origen chino que nació y vive en Cuba. Santa Clara. Dirigió el periódico Vanguardia durante 16 años.


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