El amateurismo político que comienza a percibirse en el desempeño de la nueva administración estadounidense y el tratamiento superficial de problemas nacionales e internacionales, así como de asuntos globales, forman un explosivo coctel algunos de cuyos ingredientes son:
Un Irresponsable y extemporáneo discurso racista que exacerba antecedentes capaces de desatar tensiones raciales latentes que involucrarían, no solo a los afroamericanos y a los blancos racistas y progresistas, sino también a los hispanos, a los pobres, a las mujeres, a los jóvenes y a importantes líderes. Desatar esas fuerzas es más fácil que contenerlas.
En el plano externo, a las discrepancias económicas, comerciales y financieras con China, comienzan a sumarse peligrosos elementos militares y de seguridad, asociados a la soberanía y a las operaciones en el Mar de China Meridional, entorno en el cual, puede surgir una confrontación de enormes proporciones que arrastraría a actores como Corea del Norte y del Sur, Japón y Vietnam. Se trata de un incendiario entorno.
La imprescindible Europa, fundamento de los equilibrios globales, está hoy desconcertada. Esa Europa por la cual libró Estados Unidos dos guerras mundiales, realizó intensos esfuerzos políticos, y construyó sistemas de seguridad colectiva que soportaron, entre otras, la prueba de la Guerra Fría, se siente hoy menospreciada, incluso desafiada por insólitos juicios y acciones norteamericanas. Declarar obsoleta y anacrónica la OTAN, base de la competitividad militar del Viejo Continente, y eje de la seguridad europea, es no solo insólito sino esencialmente contradictorio.
Capítulo aparte es México, uno de los dos estados con quien Estados Unidos tiene fronteras, el único del Nuevo Mundo con el que ha librado una guerra, al que le arrebato territorios y con el cual, a lo largo de 170 años, se ha esforzado por construir una relación viable, ha sido convertido en objeto de campaña y materia de propaganda electoral, prodigándole todo tipo de ofensas y amenazas que retan su autoestima y ponen en riesgo su estabilidad.
Trump y su equipo parecen no percatarse de lo importante de la estabilidad de México para su seguridad nacional y pasan por alto la situación de ese enorme país que se encuentra en una coyuntura económica, política, social y de gobernabilidad extremadamente difícil y en momentos en que sus instituciones parecen sobrepasadas por los acontecimientos, debe ser tratado con cuidado y consideración.
Actuando con energía y tacto, Estados Unidos puede dialogar con México en torno a cualquier asunto bilateral, indicarle caminos y fórmulas. Lo que sería suicida, es empeorar su situación económica, convertirlo de aliado en adversario, promover el caos y contribuir a su desestabilización política. Ningún país en el hemisferio es tan importante para la seguridad nacional de los Estados Unidos como México.
Ojalá las nuevas autoridades se percaten de algo que treinta y tres presidentes estadounidenses, de James Polk a Barack Obama, comprendieron. México no es naturalmente un adversario de Estados Unidos y no hay porque empujarlo a que lo sea. El mayor adversario de Trump, por ahora es él mismo. Allá nos vemos.
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