Las personas extremadamente perfeccionistas, poco decididas, perezosas o que constantemente se sienten agobiadas por miedo a un fracaso adoptan el cuestionable hábito de posponer sus decisiones o de comenzar una tarea.

Aplazar asuntos pendientes dejando para otro día lo que hoy pudiera hacerse o tan siquiera comenzarlos, es una mala costumbre conocida como procrastinación.

La palabra proviene del latín pro, adelante, y crastinus, referente al futuro. Para muchos timoratos o remolones, es la acción a veces convertida en hábito, de retrasar o paralizar decisiones, muchas veces sustituyéndolas por otras acciones más agradables o irrelevantes o simplemente por la inacción total.

LA RAZÓNDE NO HACER

Tomar decisiones o ponerse en acción puede asociarse con estrés, trabajo fuerte o cambios.

Por lo tanto la procrastinación suele utilizarse ante futuras tensiones psicológicas, físicas o intelectuales. En estos casos lo importante es pospuesto por una supuesta tranquilidad.

LA SUSTITUCIÓN

La pasividad ante la acción necesaria puede ser justificada por variados elementos externos como es navegar por Internet, leer libros, salir de compras, comer compulsivamente o justificarse excesivamente por la rutina laboral.

Son simples pretextos para evadir alguna responsabilidad, acción o decisión refugiándose en actividades ajenas a las conductas lógicas a tomar.

Quien pospone o procrastina una decisión, es como si esperara que todo se resuelva o se disuelva por sí solo.

SU CLASIFICACIÓN

Existen los procrastinadores eventuales cuya actitud evasiva no se repite habitualmente. Casi siempre es por evitar un asunto del cual no se sienten seguros.

Los procrastinadores crónicos constantemente eluden la toma de cualquier decisión por segura, razonable o provechosa  que fuese. Es lo opuesto a la persona decidida.

Se conoce como los indecisos nutren las colas de los bancos en las temporadas en las que se acerca la fecha límite para pagar los impuestos. Asisten a realizar ese trámite sólo hasta el último momento aunque hubiesen tenido tiempo disponible en fechas anteriores.

VENCER EL MIEDO A DECIDIR

La procrastinación repetitiva y frustrante puede superarse. Se trata solo de un problema de autorregulación y de organización del tiempo.

En primer lugar deben definirse con los mayores detalles posibles las situaciones que requieran de nuestra decisión.

Después se debe elaborar mentalmente un escenario realista pero que nos ofrezca posibilidades de éxito. Para esto se requiere de ciertas fuentes de información donde poder obtener las variables más ventajosas así como la experiencia personal de pasados triunfos.

Por supuesto, todo debe basarse en realidades, nunca en ensoñaciones. Y en lo posible, con las mayores probabilidades a nuestro favor de alcanzar el fin deseado.

EL TIEMPO A FAVOR

Una vez resuelto lo anterior se debe reunir todo el valor de que se dispone para tomar una decisión grande o pequeña y actuar en el momento preciso, con un gran sentido de la oportunidad.

Comenzar por las decisiones más urgentes, difíciles o demoradas hasta concluirlas aportará más tiempo para dedicarlo a los demás asuntos menos complicados. Pero siempre con inteligencia y no con inútil empecinamiento.

La procrastinación o posposición los puede transformar en más difíciles y en el fondo nos sentimos más inquietos y con menos tiempo de tranquila felicidad.

Actuando de esta manera,  en forma de pirámide invertida, los asuntos que van quedando pendiente serían los más sencillos de resolver.

Pudiera haber resultados poco satisfactorios para nosotros pero muchas veces el error, siempre dentro de límites prudentes, es un buen comienzo para las cosas bien hechas porque es un excelente entrenador.

El error en nuestras actuaciones es quien nos señala los caminos seguros. La inacción no enseña nada.

Solo se trata de actuar con inteligencia y decisión en el momento preciso y de aprender para avanzar.