martes, 16 de abril de 2024

Actividad placentera sana es una cosa pero la dependencia a ellas es diferente

Existen conductas aparentemente inofensivas, como son las redes sociales, el sexo, las compras, el ejercicio físico, las apuestas, entre otros… que pudieran convertirse en adictivos en ciertas circunstancias...

Alberto Jesús Quirantes Hernández
en Exclusivo 08/07/2020
1 comentarios
Adicción-redes sociales
Las redes sociales, pudieran en algunas personas convertirse en adicción, pero como en todas las adicciones, prevenir es más fácil que curar..(desdelaplaza.com).

Realizar una actividad placentera inofensiva cuando las circunstancias lo permiten, como es realizar un juego en la computadora, no es nada malo, pero en algunas personas pudiera convertirse en una conducta adictiva.

Una práctica exagerada de alguna actividad puede conducir a una adicción, sin que intervenga sustancia química de por medio, como es el tabaco o el alcohol.

AFICIÓN Y ADICCIÓN

Existen conductas aparentemente inofensivas, como son las redes sociales, el sexo, las compras, el ejercicio físico, las apuestas, entre otros que pudieran convertirse en adictivos en ciertas circunstancias.

La afición se diferencia de una adicción en la frecuencia o cantidad de tiempo o dinero invertidos en la actividad, que influyen negativamente en las relaciones personales, familiares, laborales o de salud de la persona afectada.

Por esta razón, la adicción se define no tanto por la clase de conducta en las situaciones mencionadas, sino por el tipo de relación establecida con ella.

Por supuesto, no deben considerarse patológicas las conductas habituales en la vida cotidiana, como sería dedicarle mucho tiempo a determinado trabajo gratificante o a las buenas lecturas. Una adicción se caracteriza por la interferencia negativa grave en el día a día de la persona y por la dependencia psicológica a ella.

CUANDO SE CAE EN LA TRAMPA

Cuando un sujeto manifiesta un deseo incontrolable de llevar a cabo determinada conducta, como pueden ser las horas inútilmente dedicadas a las redes sociales, sus pensamientos giran casi permanentemente en torno a ella, experimenta cambios bruscos de estados de ánimo si le surgen obstáculos, como pudiera ser el olvido de su celular, y muestra una pérdida de control, con una necesidad de cada vez más horas para lograr el mismo grado de excitación o de satisfacción.

Es decir, es ya incapaz de controlarse o regularse a sí mismo a pesar de las consecuencias negativas acaecidas sobre su persona, como es perjudicarle su desempeño laboral o sus relaciones familiares. La persona cuando ya es dependiente se deja llevar por los beneficios de la ganancia inmediata sin tomar en cuenta, y prácticamente olvidando, las consecuencias posteriores.

MECANISMOS INTERNOS

Las repuestas psicofisiológicas al placer inducen a los seres humanos a repetir esas conductas gratificantes. El circuito del placer recorre un conjunto de estructuras cerebrales en torno al sistema límbico, en donde se liberan sustancias químicas, como son las endorfinas y la dopamina fundamentalmente. Se basa en los refuerzos naturales de conductas de supervivencia practicadas con normalidad, como es comer o practicar el sexo, esenciales para el mantenimiento de la persona y la continuidad de la especie.

Pero la dopamina puede aumentar también cuando surgen conductas placenteras vividas normalmente: como es besarse con alguien que nos gusta, una música agradable, la lectura de un libro de crecimiento personal, el disfrute de una sana conversación con buenos amigos, la contemplación de un crepúsculo sentados en el malecón habanero o una victoria del equipo preferido en una competencia deportiva; o, de forma anómala: como es el sexo compulsivo forzando a alguien, la adicción al tabaquismo o al alcoholismo o el enganche a las redes sociales.

UN COMIENZO INOCENTE

Todas las conductas adictivas están generadas en sus comienzos por su rasgo placentero. La adicción comienza para lograr alivio a una desagradable e insufrible tensión emocional. Es decir, una persona normal puede tener una conversación amistosa, conectarse a las redes sociales o ir de compras disfrutando de la conducta en sí misma; sin embargo, quien ya es adicto lo hace compulsivamente buscando el alivio de determinado malestar emocional, ya sea nerviosismo, aburrimiento, ira o soledad… pensando constantemente en ello e invirtiendo una considerable cantidad de tiempo en detrimento de sus actividades de todos los días.

Tal como sucede con las adicciones químicas, las personas adictas a una determinada conducta experimentan el llamado “síndrome de abstinencia” cuando no pueden ejecutarla, traducido en un profundo malestar emocional que provoca, entre otras cosas, irritabilidad, insomnio o inquietud psicomotriz.

UN DURO CAMINO

El ser humano merece alcanzar un nivel de satisfacción global en la vida diaria. Esto se obtiene habitualmente distribuido en sus diversas actividades, como es el trabajo, los amigos, la pareja, un hobbie, la familia o simplemente con un rato de ocio. Sin embargo, cuando la persona se siente frustrada en uno o varios de estos aspectos, entonces puede concentrar toda su atención en una sola, y eso puede llevar a una adicción.

Finalmente, a la persona afectada le disminuye la amplitud del campo de su conciencia y pierde interés por todo lo que le rodea y por lo que anteriormente pudiera haberle resultado gratificante, excepto el objeto de su adicción. Esto trae un resultado negativo en su desempeño profesional y social, así como en sus relaciones personales y familiares. La adicción se convierte entonces en una afición enfermiza que disminuye la libertad y la amplitud de miras, de metas y de propósitos estimulantes al ser humano al minimizar la amplitud de sus intereses.

PERO NO TODO ESTÁ PERDIDO

Como sucede en los casos de adicción con las drogas tradicionales, es difícil para un adicto reconocerse como tal, pues conoce del rechazo social existente en torno a los adictos.

Por lo general, sería un hecho negativo impactante lo que actuaría como detonante: como puede ser un sonado fracaso escolar, un sufrido autorreconocimiento de sus trastornos de conducta, mentiras repetidas, agresión injusta a un familiar, aislamiento social, serios problemas económicos o adecuada presión familiar. Para tomar conciencia de su problema y hacer los cambios y ajustes necesarios para retornar a la normalidad solo hace falta asumir que se es adicto y actuar en consecuencia.


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Alberto Jesús Quirantes Hernández

Profesor Consultante y Jefe del Servicio de Endocrinología del Hospital Docente Dr. Salvador Allende en La Habana, Cuba.

Se han publicado 1 comentarios


Rebeca
 8/7/20 17:16

Que falta le hace a tantas personas sobre todo jóvenes adictos a sus celulares, desperdiciando su tiempo miserablemente , en leer este artículo tan bueno

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