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lunes, 18 de noviembre de 2024

Una práctica que cercena libertades

En el mundo, unas ocho mil mujeres se convierten cada día en víctimas de la mutilación genital...

Maylin Guerrero Ocaña en Exclusivo 06/02/2015
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Las historias de vida de la exmodelo somalí Waris Diere y la joven keniata Janet Naningoi han estado marcadas por un ritual que cada día viola los derechos humanos de millones de mujeres y niñas en el mundo: la mutilación genital o ablación del clítoris. Ambas africanas fueron víctimas, de una u otra manera, de esta práctica que en pleno siglo XXI todavía tiene lugar en una veintena de países del África negra, Oriente Próximo y Asia.

En el caso de Waris Diere, nunca nadie imaginó que la primera mujer de color que apareció en la portada de la revista Vogue en Europa, que estremeciera las pasarelas de moda de Londres, París, Milán y Nueva York, y trabajara para reconocidas marcas de alta costura, fuera una de las tantas que sufría las consecuencias de la mutilación genital.

En 1997, en una entrevista para la revista Marie Claire, la famosa modelo así lo reconocía, consiguiendo acaparar la atención de los medios de comunicación y del mundo sobre un tema que no tenía mucha visibilidad en aquellos años. Desde entonces, esta somalí, que fue mutilada a los cinco años de edad, dedicó su vida a luchar como activista contra la ablación, y creó con este fin su propia organización en el 2002,  siendo reconocida su labor por importantes personalidades a nivel internacional.

En tanto, Janet Naningoi corrió con un poco más de suerte. A los nueves años, su madre quiso practicarle la circuncisión genital, pero gracias a los consejos que recibió de una profesora, la niña prefirió huir de la operación. Buscó refugio durante varios meses en casa de una tía, hasta que gracias a su valentía y al apoyo de la Organización No Gubernamental World Vision pudo librarse de una de las tradiciones más brutales y arraigadas de África.

Con veintitantos años hoy, Janet recuerda que sufrió la incomprensión y el rechazo de sus padres y de sus amigos tras negarse a someterte a tal práctica, que en su comunidad constituye un rito de iniciación a la edad adulta, a partir del cual los padres pueden casar a las niñas y recibir la dote. Ahora, esta joven constituye un ejemplo para las otras mujeres de su comunidad en Kenia, al ser voluntaria de la World Vision y estudiar magisterio para educar a niñas y jóvenes sobre la importancia de no ceder ante la mutilación, la cual se realiza con mayor frecuencia en edades tempranas para evitar que estas se nieguen.

Si bien la población femenina con más riesgo de sufrir tales prácticas, consistentes en la extirpación total o parcial de los genitales externos de las niñas así como otras lesiones de los órganos genitales femeninos por motivos no médicos, se encuentra en el África subsahariana, constituye igualmente un grave problema en países de Asia, como India, Pakistán, Malasia, Indonesia y Sri Lanka; y de Oriente Próximo, entre ellos,Omán, Yemen y Emiratos Árabes Unidos.

En menor medida, pero sin dejar de aportar cifras significativas, en Europa también persiste esta forma de violencia de género. Debido a la migración, muchas mujeres que fueron mutiladas en sus lugares de origen residen ahora en este continente, mientras que, según datos del Parlamento Europeo, están en riesgo de sufrirla medio millón de menores, situación que ha obligado a estas sociedades a legislar contra ella.

Aunque se estima que hoy las niñas tienen un 33 % menos de posibilidades que hace 30 años de sufrir ablaciones por motivos no sanitarios, el número de afectadas es mayor que entonces debido al incremento poblacional. De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, entre 100 y 140 millones de mujeres en el mundo han sufrido algún tipo de ablación; mientras que un estudio realizado por el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) indica que más de 30 millones de mujeres están en riesgo de ser víctimas de mutilación genital en la próxima década.

En tanto, se calcula que en África se han sometido a estos procedimientos aproximadamente 92 millones de niñas de 10 o más años; siendo cada vez más frecuentes los casos de menores de dos y tres años, e incluso lactantes.

FALSOS MITOS DE CONSECUENCIAS REALES

Las creencias erróneas y los falsos mitos sustentan en la mayoría de las ocasiones la decisión de los padres de realizar a sus hijas estas prácticas quirúrgicas. “Si la niña no es circuncidada antes del casamiento, creen que el marido morirá, la matrona se quedará ciega en el momento del parto o el bebé nacerá con alguna anomalía. También hay quien dice que la Biblia o el Corán lo ordenan, pero no es verdad”, aseguraba a la prensa, basándose en su propia experiencia, la joven africana Janet Naningoi.

También constituye una creencia que la mutilación genital femenina aumenta la fertilidad y hace el parto más seguro; y que resulta más higiénico y estético para la mujer. Otras sociedades la consideran como un ritual de iniciación y preparación de las niñas para la vida adulta y el matrimonio, necesario para el mantenimiento de la cohesión social de la comunidad.

Detrás de estas razones, que buscan justificar la realización de la ablación, los expertos subrayan un denominador común: la persistencia del viejo sistema de dominación patriarcal, pues dicha práctica busca esencialmente reducir o erradicar la posibilidad de que las mujeres sientan placer sexual, y asegurar así que lleguen vírgenes al matrimonio y eviten una supuesta promiscuidad. De esta forma, otros mitos falsos intentan defender lo que se considera un comportamiento sexual adecuado, como la idea que existe respecto a que la escisión genital reduce la libido femenina, “ayudando” a la mujer a resistirse a los “actos sexuales ilícitos”.

Lo cierto es que la mutilación genital, además de atentar contra la integridad femenina, perjudica gravemente su salud física, psicológica y social; razón por la que es reconocida internacionalmente como una violación de los derechos humanos. Sus graves consecuencias van desde las complicaciones inmediatas (fuertes dolores, shock, hemorragia, tétanos, septicemia, retención de orina, ulceración genital y lesión de los tejidos genitales adyacentes) hasta problemas a largo plazo, entre ellos, mayor riesgo de morbilidad materna, infecciones recurrentes de la vejiga y las vías urinarias, quistes, esterilidad y consecuencias psicológicas y sexuales nocivas, y mayor riesgo de mortalidad neonatal en los hijos de quienes fueron mutiladas en su infancia.

Si la paciente sobrevive a la intervención quirúrgica, la cual casi siempre se realiza en malas condiciones higiénicas y por personas sin conocimiento médico, que utilizan cuchillas de afeitar, navajas o trozos de vidrio, estará también expuesta a un mayor riesgo de contagio del VIH/SIDA, la hepatitis y otras enfermedades de la sangre; y a profundos traumas que con frecuencia les harán rechazar la sexualidad, su propio cuerpo y sus costumbres.

Por suerte, contra esta forma extrema de discriminación de la mujer se han pronunciado numerosas organizaciones, figuras políticas, destacadas personalidades y gobiernos, conscientes de la necesidad de aunar esfuerzos para erradicar esta práctica. Desde 1997, la Organización Mundial de la Salud, junto a otros organismos de las Naciones Unidas y organizaciones no gubernamentales, implementa una estrategia internacional para detener la ablación y sus efectos perjudiciales para la salud femenina.

Las actividades de investigación, el trabajo de promoción y educación en las comunidades afectadas, las campañas de sensibilización, la adopción de resoluciones que condenan la práctica y la existencia de marcos legislativos y un apoyo político creciente a su eliminación han permitido la disminución de las cifras de mujeres mutiladas y el aumento del número de miembros de las comunidades afectadas que se declaran a favor de su eliminación.

Las estadísticas indican que en países como Kenia y Tanzania, las niñas tienen tres veces menos probabilidades que sus madres de ser mutiladas, y las cifras han caído a casi la mitad en Benín, Irak, Liberia y Nigeria. Sin embargo, en Somalia, Guinea, Yibuti y Egipto está práctica permanece entre la mayoría de la población, mientras que ha habido un descenso imperceptible en Chad, Gambia, Malí, Senegal, Sudán o Yemen.

Si bien constituye un logro la aprobación de leyes contra la escisión genital femenina en 22 países africanos y en varios estados de otros dos países, así como en 12 países industrializados con inmigrantes procedentes de naciones donde se practica, también debe serlo la aplicación de estas regulaciones legales ante los hechos que tengan como causa la ablación. Así sucedió en Egipto a inicios del pasado año, cuando las organizaciones sociales que luchan por la erradicación de la mutilación genital femenina en ese país lograron el primer procesamiento y juicio de un médico por haber realizado esta práctica, que provocó la muerte de Sohair al-Batá, una niña de 13 años.

Aunque este proceder se encuentra tipificado como delito en el Código Penal egipcio desde 2008, el Estado no ha puesto en marcha los mecanismos necesarios para aplicarlo, ostentando el funesto récord de mujeres sometidas a la ablación, seguido de Etiopía y Nigeria.

Que aún existan sociedades donde la práctica de la ablación sea prácticamente un acto común y corriente es muestra de que todavía no se ha alcanzado el nivel de tolerancia cero contra este mal, y que la lucha por erradicarla debe continuar para que no se repitan historias de vidas similares a las de Waris Diere y Janet Naningoi.


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Maylin Guerrero Ocaña


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