Dos vibraciones evolucionan en el espíritu nacional, dos turbulencias que impactan sobre la Cuba real y sobre esa virtualidad que se objetivisa con los actos y los discursos de los cubanos, aquí en el archipiélago y más allá. Una va en el sentido creador de los amaneceres, la otra, en el sentido destructor del odio. La primera, como un huracán, se mueve con la energía revolucionaria del amor y levanta el ánimo y la vitalidad de los afectados por el ciclón Ian. La otra, apuesta por hacer tormentas en los oscuros charcos de la anomia, de la desinformación y la desidia; las contingentes y esas que se han venido criando con la falta de exigencia y las fallas en la educación familiar y escolar, con las falencias en la socialización de la fraternidad.
Son dos movimientos enfrentados, en momentos en que debía imperar el diálogo y la conciliación, la hermandad y la cooperación. La dirigencia del país ha convenido interactuar directamente con los que manifiestan su malestar por las afectaciones causadas por este fenómeno meteorológico; acrecentadas por las secuelas de la crisis económica que sufrimos, por las mismas causas históricas y globales que sufren países como República Dominicana y Honduras, más las que nos imponen el cruel Bloqueo y los draconianos castigos de Trump.
Ese huracán solidario ha troceado y recogido los árboles caídos, ha abierto los huecos para los postes derribados por la fuerza del viento, ha restablecido las redes eléctricas y de comunicación telefónica, desde bien temprano y hasta bien tarde en la noche. Ha acomodado las casas para acoger a familiares y vecinos. Ha recogido donaciones por doquier y ha puesto a brillar al más secular patriotismo.
Pobladores de la capital enfrentaron las afectaciones provocadas tras el paso del huracán Ian por este territorio. (Omara García Mederos/ACN)
Este es el bando prodigado por las vecinas de los barrios damnificados, las que multiplicaron el agua, el café y las sonrisas, como muestra de su agradecimiento a los que vinieron desde hermanas provincias o desde otros barrios, convocados por las organizaciones de masas y políticas o por sus centros de trabajos. Una historia que se repite, en cientos de localidades de Mayabeque, La Habana, Artemisa Pinar del Río y la Isla de la Juventud. Son lecciones de cuánto puede la solidaridad, y muestras luminosas de que entre todos, unidos, logramos que el fruto del trabajo crezca mejor y más rápido.
El tránsito del huracán Ian por la provincia de Pinar del Río provocó varios derrumbes parciales. (Tomada de Tele Pinar).
Duelen los ojos con el paisaje de destrucción dejado por Ian en el extremo occidental de nuestro país. Como motiva, el testimonio de las personas que lo perdieron todo; menos la esperanza y el orgullo de ser dignos, los que no se detienen a criticar a quienes hace la luz y la esperanza, sino que buscan soluciones o alternativas. Con esos, cubanos resilientes, con eso cubanos solidarios, cuenta la Patria para resanar las heridas y borrar las huellas de estos días grises. La historia pondrá en su lugar a estas mujeres y hombres que se entregan a restablecer los daños de ciclón, que comparten dolores y la certeza de que también en esta batalla Venceremos.
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Frente a este huracán de “los que aman y construyen” ha venido involucionando una depresión odiosa. Que venía circulando desde los primeros reportes de la depresión tropical No 7 de la actual temporada ciclónica. Esa que devino en la tormenta Fiona y amenazaba, en algunos pronósticos, con afectar al oriente cubano, donde se venían escenificando aisladas manifestaciones de indignación contra los molestos apagones. Finalmente, pasó por Puerto Rico, para sumar calamidades, a las aún remanentes secuelas del ciclón María, y a las permanentes tormentas generadas por la desatención del Gobierno Local y del Estado Imperial que los coloniza.
Luego de la depresión que le causó la abrupta curva que hizo el fenómeno, apostaron por la próxima. Pero vino la octava y nada. Días después, con las posibles trayectorias de la tormenta Ian, restauraron sus apuestas en la reproducción en nuestro país de la “Tormenta Perfecta”, esa que fue caldo de cultivo para los disturbios del pasado 11 de julio. Cuándo más calientes y ácidas generaron sus bilis, ante la posibilidad de la revancha, ante la posibilidad de que sucumbiera la permanentemente asediada y atacada Revolución “de los humildes, con los humildes y para los humildes”.
En el fondo, esa es la verdadera razón de su depresión permanente, no creer en esa “chusma insolente”. No creen en la verdadera democracia, ni en el pueblo, ni en otra estrategia alternativa al desarrollismo neoliberal que nos venden. Esa desconfianza en la capacidad de los cubanos de “emanciparnos por nosotros mismos”, alimenta el anexionismo de la contrarrevolución. De ahí las narrativas del “estado fallido”. Nunca han creído en la movilización solidaria, ni en la comunión amorosa del Socialismo. Contra esa Fe que denigran, que consideran un absurdo y un sueño inviable, reproducen, una y otra vez, esas tormentas emotivas de desesperanzas. Cooptando, para sus propios intereses y los imperiales, la indignación de los más violentos, de los más amaestrados por las poderosas industrias neocolonizadoras, mediante el entretenimiento y la banalización de los relatos históricos.
Los odiadores apuestan por los antisociales, eso que han perdido todo el respeto por la legalidad, como antes la perdieron contra toda autoridad, las de sus padres y las de sus maestros. Son a esos a los que impulsan a delinquir, que instrumentalizan como punta de lanza de una anhelada “revolución de colores”, mediante la “guarimbización” de nuestras ciudades. Ellos no cuentan con los cubanos de bien que viven en nuestros barrios, sino con quienes giran cotidianamente contra el bien común, si este tiene “pinta” de orden o de venir “de arriba”. Cuentan con esos que suelen dominar el ambiente sonoro con sus gritos y sus bafles. Saben que con ellos pueden conseguir que “suene” el irrespeto y el desorden. Y eso le sirve para sus manipulaciones mediáticas. Hay que leerse el post del trovador Ariel Díaz sobre una de estas “guarimbas” en la barriada de Puentes Grandes.
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Son a esos a los que empujan hacia la provocación y el desacato. Con ellos buscan “calentar la jugada”, en La Habana y en toda Cuba, para capitalizar unas imágenes de “represión” de la “dictadura”, de la “cúpula militar” y de Díaz Canel. Para viralizarlas y así engordar esa narrativa de un gobierno cubano “totalitario” y “fascista”. Para la criminalización de nuestros dirigentes y la estigmatización de los “comunistas”, para recabar el apoyo de la derecha internacional y de sus medios masivos de desinformación. Tal como dictan los manuales de Gene Sharp.
Durante varios días, repitieron festinadamente la misma “cantaleta”, sin conseguir una sola evidencia. Apenas, consiguieron un video de una supuesta Brigada de Respuesta Rápida armada con palos. Y por último, la foto de un “represor”, con pullover rojo y gorra negra, agrediendo a dos mujeres en la cercanía de Línea y F, en el Vedado capitalino. Lo que no dicen es que una de ellas estaba armada con dos cuchillos que le había entregado minutos antes su encapuchado hermanastro.
Lo que no dicen es que las autoridades del municipio se había presentado allí y habían intentado persuadir a los manifestantes de que obstaculizando el libre tránsito de los vehículos, sonando cacerolas o virando los tanques de basura, no iban a adelantar las labores de restablecimiento del fluido eléctrico.
Lo que se niegan a reconocer es la paciencia de nuestros dirigentes. Por las redes han circulado los videos de algunos de ellos magullados por la vulgaridad y el irrespeto. Es el caso de la sensible Leira Sánchez, Presidenta del Consejo de Defensa Municipal de Plaza de la Revolución, a quien apenas le dejaron hablar, a la que le apabullaron cada frase con groserías y ofensas. Me consta que la mayoría está acostumbrada a actuar así.
Puede entenderse el tormento de quienes acumulan ansiedades y vieron peligrar las alimentos que tanto les costó conseguir, de quienes tuvieron que subir decenas de pisos con dos tanquetas de agua para “sobrevivir” tres, cuatro, cinco días sin electricidad, y “sufrir” el desespero de los más pequeños, sin TV, table o móvil, verdaderos “ciclones” dentro del apartamento… Pero, ¿qué son estas molestias antes las desgracias de los que lo perdieron todo desde La Coloma hasta Puerto Esperanza? ¿Qué podrían pensar nuestros compatriotas al ver que los más irritados resultaron ser los habaneros, los que menos hemos padecido por los apagones y el desabastecimiento?
¿Qué podrían valorar los humildes del mundo, los que nos admiran por nuestra resistencia y por compartir lo poco que tenemos, si ven desmoronarse nuestra Revolución, por estas febrículas egoístas?
A nuestros amigos le preocupa nuestra situación y confían en nuestra capacidad de reponernos, como hemos hecho tantas veces frente a otras adversidades y agresiones. No han faltado su ayuda y su reclamo por el fin del injusto Bloqueo, la causa principal de nuestros males.
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Nuestro hermanos saben que quienes lucran con nuestras tragedias son los mismos “mamones” que invierten millones para desanimarlos y desanimarnos, para “hacernos creer que el mundo no tiene arreglo, que siempre ha habido ricos y pobres, explotadores y explotados, verdugos y víctimas, listos y tontos, que siempre ha sido así y lo seguirá siendo mientras el hombre sea hombre”, como denunciara el periodista y luchador español Jesús Quintero, recientemente fallecido. Ellos quieren que “abandonemos la lucha” y que “dejemos de soñar el sueño de ser buenos y felices, que nos entreguemos a la evidencia y aceptemos las cosas como son, nuestra insistencia en la utopía les molesta (…)”. Esos ricachones y sus “trabajadores orgánicos” quieren “acabar con nuestra paciencia, quieren desanimarnos y algunos días parece que lo consiguen".
A ellos le reiteramos, que seguimos obrando con la luz martiana, con “las armas del juicio, que vencen a las otras”. Con la misma fe en la victoria con la que obraron Fidel y el Che.
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