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martes, 19 de noviembre de 2024

Sin palabras necias

La postura de atender a medias, o en el más triste de los casos, no escuchar nada, se instala en no pocas ocasiones como vicio y puede poner a prueba la paciencia ajena...

Yoelvis Lázaro Moreno Fernández en Exclusivo 04/08/2015
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“Sí, es cierto. Cada vez nos escuchamos menos. Cada vez nos prestamos menos atención”, tuve que afirmar ante al acertado juicio de una vecina que no conoce mucho de redes digitales ni de nuevas tecnologías de la información, pero que, desde una intuición muy preclara, atribuye tamaño desatino a esa oleada de cambios, herramientas y apariciones contemporáneas.

Comienzo diciéndolo por mí mismo. Creo que no necesito ir a casa ajena para encontrar la ausencia. A veces, cuando estoy frente al computador, inmerso en ese “navegueo”casi constante por las realidades, las noticias, las promociones y los contenidos de todo tipo que nos llegan a través de la Internet, suelo percibir a distancia a quienes tengo a mi lado, y no reciprocarlos ante sus reclamos con una respuesta puntual, y más que puntual, resuelta, rápida. Tampoco sucede permanentemente ni se puede llamar costumbre, pero pasa, y ya con eso basta para diagnosticarme el mal.

Desde luego, usted como lector pudiera intuir que eso es despiste, descuido y hasta dejadez con las personas que nos rodean. Otros, en cambio, preferirían considerarlo una muestra de desconcentración o una soberana manera de mostrar apatía ante lo que dice o pide el otro. Entiendo cualquiera de esas posturas, medianamente pudiera tener la razón.

Para mi suerte, he conocido a alguien que logra ensimismarse tanto en su trabajo, adentrarse tanto en sus ideas al escribir, que apenas es capaz de distinguir reflejos desde fuera. Casi puede estallar una bomba a su costado, y ni aun así me atrevería ahora mismo a premeditar su reacción.

Hasta cierta medida, por su carácter positivo a favor de cualquier desempeño que requiera tener los cinco sentidos bien puestos, como es hacer periodismo, por ejemplo, eso es bueno, siempre que ese estado de recogimiento y lejanía con el exterior no llegue a la desidia planificada, ni al escuchar por escuchar, ni a pedir que te repitan por hábito, ni a responder como quiera y ya.

Claro, si molesto es que tú preguntes y no te oigan, molestísimo es también que te insistan a la hora inoportuna, cuando estás transportándote virtualmente hacia otras problemáticas y escenarios, y poniendo tus neuronas en el análisis sensato de lo que buscas.

Pero la postura de atender a medias, o en el más triste de los casos, no auscultar nada, transgrede la mera escena que hasta ahora hemos compartido. Se instala en no pocas ocasiones como vicio, pone a prueba la paciencia ajena, crea vacíos en la permanente gestación del conocimiento en cualquiera de sus niveles y facilita opiniones impensadas e inconclusas, aunque haya quienes aleguen que se trata de algo resultante de todo lo bueno que acompaña y caracteriza hoy a las sociedades posmodernas.

Aguzar con destreza el oído requiere siempre un esfuerzo extra. Nadie nos prepara para eso, a no ser que nos lo propongamos conscientemente en nuestras relaciones interpersonales, como eslabón primario para tomar un curso coherente en la benéfica solución de los problemas.

Más allá de cualquier percepción simplista que pueda atribuírsele a este tema, a mi juicio, lo más alarmante estriba en la imposibilidad que genera un gesto desoído para el diálogo colectivo y la construcción compartida, esencias casi imprescindibles en la forja dinámica de una sociedad como la nuestra.

Si bien el ritmo vertiginoso de estos tiempos impone una agilidad a veces hasta involuntaria, ni el mp3 ni los audífonos ni el DVD puesto a deshora, ni mucho menos la descortesía que ya tanto se practica, ha de quitarnos la entereza por el estímulo a la palabra, venga de donde venga. Oírnos con un interés respetuoso será siempre el primer paso para reconciliar cualquier expresión en un sentido expansivo con las acciones a las que convoca o revela, o en su caso más infeliz, dejarla correr entonces por su lamentable necedad.


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Yoelvis Lázaro Moreno Fernández

Joven periodista que disfruta el estudio del español como su lengua materna y se interesa por el mundo del periodismo digital y las nuevas tecnologías...


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