jueves, 28 de marzo de 2024

Positiva

Una mujer enferma cuidará de otros enfermos, hará la comida, lavará montones de ropas. Una mujer enferma se hace cargo de otra anciana también enferma. Una mujer enferma ni siquiera puede darse el “lujo de descansar”...

en Radio Enciclopedia 01/05/2022
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Mujer positiva
Una mujer enferma siempre seguirá siendo madre y la verás disimular los síntomas para estar al “pie del cañón”.

Por: Leslie Díaz Monserrat

En la mesa de aluminio, el minúsculo rectángulo de plástico. Solo bastaron segundos para confirmar el diagnóstico. “Positivo”, le dijo la doctora mientras un escalofrío le recorría el cuerpo. A fin de cuentas, nunca se está preparada para confirmar que anida en su cuerpo un virus que ha matado a millones de personas. “Esta variante es menos agresiva”, asegura en forma de consuelo la especialista, y no le queda otra que encoger los hombros, encomendarse al cielo y esperar.

Llega a casa con las indicaciones médicas: unos papeles que parecen la ruta del tesoro, llenos de instrucciones que, aunque quisiera, no puede cumplir, al menos cabalmente. El cuerpo le pide cama, sueña con deslizarte en el colchón, abrazar una almohada, enroscarse en una colcha. La cara refleja el anhelo de una siesta más profunda que la de La Bella Durmiente y los calderos de la cocina, apilados unos sobre otros, como un extraño robot reluciente, la miran fijo y “sonríen”.

Una pequeña niña, también convaleciente de una lucha desigual contra la COVID-19, la observa con ojos mustios. En ese instante le emana una fuerza poderosa. Va y echa las especias en una olla. Su fiebre no importa, la de su hija sí y se sobrepone a todo y es la persona más feliz del mundo si su bebé come, aunque sea, una cucharada.

Una mujer enferma siempre seguirá siendo madre y la verás disimular los síntomas para estar al “pie del cañón”, y en son de guerra contra un enemigo invisible.

Una mujer enferma cuidará de otros enfermos, hará la comida, lavará montones de ropas. Una mujer enferma se hace cargo de otra anciana también enferma. Una mujer enferma ni siquiera puede darse  el “lujo de descansar”.

Una mujer enferma se levanta, sudorosa, luego de una noche a las puertas del túnel hacia el más allá y se lava la cara como si nada hubiera pasado. Agradece estar viva y comienza de nuevo el día, pone termómetros, baja calderos, reparte pastillas.

Una mujer enferma no puede detenerse. Hace un tiempo, al más mínimo catarro, se instalaba en su cuarto. Pero las cosas han cambiado. Lo quieras o no, con los años, aunque tengas miles de títulos universitarios, te conviertes en esa mujer que no puede ni siquiera enfermarse, mucho menos cuando debe velar,  con celo de leona, por la salud de una pequeña que en su inocencia comienza a repartirles pastillas imaginarias a sus muñecos.

Después de tanta batalla, una mañana cualquiera tiene la certeza de que todo pasó. Abre de nuevo la puerta, el cuerpo retoma las energías de antes. Mira al cielo y agradece. Se recoge el pelo como el samurái que parte a la ofensiva y está tan orgullosa que se regala un cariñito y se dice al oído: “¡Qué fuerte eres, muchacha!”


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