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sábado, 23 de noviembre de 2024

No hay noticia en Tallapiedra o la normalidad del agua (+Fotos)

Este martes 30 de mayo, la localidad de Tallapiedra, Habana Vieja, sufrió inundaciones tras intensas lluvias; sobre los fenómenos que se desenvuelven en dicho entorno, reportan nuestros periodistas Pedro Pablo Chaviano y Mario Ernesto Almeida...

Mario Ernesto Almeida Bacallao, Pedro Pablo Chaviano Hernández en Exclusivo 31/05/2023
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Inundaciones por lluvia tallapiedra
En Tallapiedra las inundaciones pasan como fenómenos de la cotidianidad. (Pedro Pablo Chaviano/ Cubahora) (Pedro Pablo Chaviano Hernández / Cubahora)

La lluvia fuerte inició, calculan los vecinos, por los contornos de las cuatro y tantos. Sobre las cinco de la tarde, las aguas comenzaron a emerger. Por Belascoaín, más tarde, la gente bajaba con los pies cubiertos y, por Belascoaín también, en la otra acera, había gente que subía descalza. Cuando llegamos a Cuatro Caminos, Tallapiedra, Habana Vieja, cerca de las siete, aún caían las últimas gotas de una llovizna y los niveles ya habían descendido una cuarta, según las marcas de humedad en las paredes, que no mienten.

Las patrullas de policía se detienen al pie de las inundaciones, en tanto oficiales y vecinos atraviesan tanques de basura para detener los autos.

Justo en medio del entronque de Cuatro Caminos, las aguas dan por las rodillas. Las viviendas de la “rivera este” muestran el agua entrando y saliéndoles a las salas por la misma puerta. Nos adentramos en la calle Gloria y sentimos el agua, agua oscura que no deja ver qué ocurre cinco centímetros por debajo de su superficie, a la altura de nuestras caderas.

Por momentos cambia su temperatura. No nos atrevemos a especular porqués. Solo contamos lo que vemos: las puertas y las ventanas abarrotadas de gente que conversa sobre cualquier cosa con cualquier cosa en las manos: una olla, un perro, una mochila, un bulto; personas que no detienen sus pendientes y atraviesan la calle, la transitan, como si una inundación del demonio no les estuviera empapando los genitales.

Hay un aire de normalidad en lo que vemos y oímos. Risas, llamados, gritos, canciones de “reparto” cada cuatro o cinco puertas y hasta luces encendidas. Hay corriente. Lo que pasa es, constataremos en minutos, que lo que aquí ocurre no es noticia.

 

***

Desde su ventana, en la esquina de Rastro y Gloria, Basilia nos grita que la “historia” no es afuera, sino adentro. Que cuidado con el quicio, porque no se ve, que entremos, que no importa que estemos empapados, si total…

Basilia tiene 60 años. Por lo que se ve desde la calle, su casa no se inunda. El piso de la sala está en alto y se ve seco, pero unos metros al fondo la cuestión es distinta. En la cocina flota una nevera azul. No hace falta que el agua entre por la puerta. El agua está debajo de todo y cuando dice a subir emerge por cualquier tragante.

En el núcleo, dice Basilia, son 12, todas mujeres, entre sus hijas y sus nietas. Ahora está en la casa, de visita, un hombre de poco más de veinte años que es de El Cerro y dice estar sorprendido, porque “yo nada más que había visto esto en las películas”.

Inundaciones por lluvia tallapiedra
(Pedro Pablo Chaviano Hernández / Cubahora)

La casa está moldeada por las inundaciones. Este año ya pasó una vez, aunque ni de cerca fue así. El pasado sí subió mucho en varias ocasiones, como el anterior y el precedente y el más atrás y así…  La casa está moldeada, decía. Las tomas de corriente están más alto de lo común, para que no haya casualidades. Los dormitorios, todos, están en una barbacoa. Esta, como todas por aquí, es casa antigua, de puntal alto.

—A pesar de la inundación hay música festiva en todo el barrio.

—Mijo, ¿y qué vamos a hacer? ¿Ponernos a llorar?

Media cuadra hacia adelante viven Jesús y Arístides. Sobre la música piensan más o menos igual: “Tú sabes cómo es el cubano, tiene que sonreír”. Reír, sí, risas, como cuando nos dijeron en la acera, a carcajadas, que estábamos en Italia, en Venecia, y que con par de góndolas se resolvía el problema.

La casa de Jesús y Arístides también está marcada por lo cotidiano del desastre. El bastidor de la cama es más alto de lo que cualquier bastidor y la nevera está sobre una base metálica que se eleva con patas larguísimas casi un metro sobre el suelo. Con todo y eso, cuenta Jesús, a veces el agua cubre unos centímetros del frízer.

En el baño, la única agua limpia está en el interior de la taza, pulcra, bien cepillada, y en los dos cubos prietos que no flotan, porque yacen rebozados. Un tibor naufraga. En torno al retrete, todo es negro. Por lo demás parecería un baño normal. Sobre el tanque de la taza, un bordado. Sobre el bordado, el jarro gris para bañarse, un champú, algo de crema, dos máquinas de afeitar, dos cepillos de dientes, la pasta…

No se ven muy esperanzados con lo que está por venir. Dicen que todo esto antes era del mar y que el mar, a la larga o a la corta, siempre acaba recuperando lo que fue suyo. “Hay que salir de aquí, buscar otro lugar. Yo no sé ni lo que tengo en esas cajas. Pero en un rato, casi sin mirar para adentro, tendré que botarlas. Y nada, botar y seguir pa’lante”.

En medio del desastre que le anega el hogar hasta el fondo, el perro pequeño dentro de la lavadora, para que no se ahogue. En medio del reggaetón que llega de la calle: “¡Ay, mi madre, que se quema el café! ¡Vengan, muchachos, tomen!”.

Inundaciones por lluvia tallapiedra
Baño de Jesús y Arístides. (Pedro Pablo Chaviano Hernández / Cubahora)

En la esquina de Carmen y Vives, un remolino con diámetro de metro y medio da señas de un tragante abierto, por donde el agua se escapa. Bien cerca le pasa un hombre que supera los 30 años. Viene con un saco, agua por los muslos, y se detiene en la puerta de Emérita, para comprar tres bloques de hielo por 25 pesos cada uno.

Emérita, 73 años, está asomada a la calle y le indica a los de adentro dónde están los hielos, mientras nos cuenta que esta es la segunda vez que no le da tiempo asegurar el colchón, porque ella, al contrario del resto de la familia, no duerme en la barbacoa, sino aquí. “El colchón se jodió”, insiste. “Vamos a ver si me dan aunque sea un colchoncito, porque esta vez no me queda para comprar otro. Hacía tiempo que no pasaba. Este año no había pasado”.

El agua de la calle va bajando, cierto, pero en la casa de Emérita, adentro donde flotan pomos y otras minucias, el nivel es más alto que afuera. En hogares vecinos, los hombres con hierros largos y martillos quitan los tapones de sus paredes exteriores, para aliviar el interior y con escobas y haraganes, como arando en el mar, niños, mujeres y más hombres se fajan contra el líquido que va quedando sobre las aceras, que en algún momento, más temprano que tarde, como siempre, se tendrá que ir.

Inundaciones por lluvia tallapiedra
Niños, mujeres y hombres intentan limpiar la acera. (Pedro Pablo Chaviano Hernández / Cubahora)

***

Regresamos al entronque de Cuatro Caminos por la calle Vives. Con el agua a las rodillas, un teniente coronel de la policía se asegura de que un kamaz repleto de obreros avance sin generar prácticamente una ola.

En los contornos del sector de la PNR, donde también entró el agua, está Cira Julia Cardosa, 61 años, presidenta del consejo popular Tallapiedra. Ya es de noche.

Dice Cira que cuando llueve fuerte por más de 20 o 25 minutos pasa todo esto.

—¿Este año ya había pasado?

—Un poco, un viaje, pero no así. El año pasado sí pasó varias veces.

—Los vecinos dicen que han fallecido personas por esta causa…

—En 2015 hubo un muerto, pero fue porque estaba ebrio —los vecinos mencionan también el deceso de una anciana, igualmente años atrás.

—¿Cuál es el proceder de las autoridades cada vez que ocurren las inundaciones?

—En estos casos se entra con los botes y se evacúa a las personas para la escuela primaria Emilio Núñez.

—¿Hoy ha sido necesario evacuar a alguien?

—No. Se han tomado las medidas. Se les avisa rápido a los delegados, los delegados avisan a los factores y así se va informando. Los que tienen barbacoas suben y, los que no, suben para la casa de un vecino o algún familiar.

Inundaciones por lluvia tallapiedra
La gente vive al tanto desde su ventana. (Pedro Pablo Chaviano Hernández / Cubahora)

—Una anciana nos comentó que perdió su colchón. ¿Qué se hace en estos casos?

—El trabajador social visitará a todos en la mañana. Eso se analiza, se lleva a la Asamblea Municipal y allí se discute.

—¿Entonces mañana pasará un trabajador social en la mañana?

—Sí. ¿Dónde vive ella?

—Dos cuadras para adentro por Vives y una a la izquierda.

—¿Cómo se llama?

—Emérita. ¿Cuándo se discutiría eso en la Asamblea Municipal?

—Eso no te lo puedo responder.

—Pero ustedes lo elevarían a la Asamblea Municipal?

—Sí, a la Asamblea Municipal. Es lo que me toca a mí.

En la conversación interviene Margarita Figueras, de 62 años, delegada de esta circunscripción, la 53 de Tallapiedra.

—Ahora, cuando baje el agua, los factores pasan para ver las afectaciones. Se toman los nombres y los daños. Si es la vivienda, si es el frío... Pero bueno, esas personas están preparadas, saben que esto se inunda. Siempre, siempre, la mayoría lo recoge todo.

—¿Ustedes también viven en casas que se inundan?

—No —responde la delegada.

—Yo sí —dice enérgica Cira. No puedo ni entrar porque todavía donde vivo está lleno de agua.

—A pesar de las circunstancias, la gente pone música en todo el barrio.

—Claro, para animarse. Eso siempre se ha hecho aquí. Ellos cuando empiezan a limpiar ponen música. 

—¿Y cuando usted llegue a su casa qué?

—Nada, ponerme a limpiar. Son 36 años en esto. Entonces ya no cojo lucha. Con calma. Porque lo que no me puede dar es un infarto.

Inundaciones por lluvia tallapiedra
Diversas maneras de asumir la inundación. (Pedro Pablo Chaviano Hernández / Cubahora)

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En medio de una de las avenidas que aquí se cruzan, se ve una gran obra de cañerías al descubierto. A Cira la acaban de llamar ante una amenaza de escape de gas, doblando la esquina, que no llega a mayores. Ahí, en botas de agua y pulóver, encontramos a Maikel Borrás Echavarría, presidente de la Asamblea Municipal del Poder Popular de La Habana Vieja, quien nos da detalles de la reparación.

—Esta es la llamada obra del Pontón, a cargo del Instituto de Recursos Hidráulicos. Servirá para aliviar los niveles de desagüe de los pluviales. En este lugar vierten las aguas de otros municipios porque es zona baja. Para apresurar los niveles del desagüe se están haciendo dos vías: la del pluvial interior, que está enterrada en el piso, y la que circula por encima de la calle. Por años ha existido esta situación aquí. La obra, que se debe terminar aproximadamente dentro de un mes o dos, según se acopien los recursos que necesitamos para terminar, eso debe ir mejorando, más otra operación que se necesita, que es el dragado de la bahía. Eso ya está pactado con los compañeros marítimos.

—Hemos visto que a pesar de la inundación el fluido eléctrico se ha mantenido.

—Sí, sí,

—¿Eso no puede ser peligroso?

—No, a ver, ¿qué sucede? En esta zona la gran parte del tendido eléctrico es aéreo, porque el soterrado existe de Jesús María hacia adelante. Aquí no afecta. No obstante, nosotros siempre estamos al tanto y cuando hay cualquier situación, cualquier avería, enseguida informamos y la central quita el fluido eléctrico. Pero hasta este minuto no ha habido necesidad de quitarlo.

Inundaciones por lluvia tallapiedra
Obra del Pontón. (Pedro Pablo Chaviano Hernández / Cubahora)

—Nos dicen que por aquí pasa un arroyo subterráneo.

—Sí, por supuesto, por ahí por esa vía que es la calle Arroyo. Por eso se llama así —también se le conoce como Manglar. Va hasta la bahía. Cuando sube la marea, aunque el sol esté rajando las piedras, la calle aquella —señala al este— sube el nivel. No tanto, pero el agua llega al contén de la acera.

Maikel Borrás habla del cambio climático, de que las lluvias son cada vez más intensas y en corto tiempo, de que la marea sube cada vez más. En el mapa, si trazamos una línea recta, nos encontramos exactamente a 500 metros de la bahía. Algunos vecinos reconocen estos factores, pero agregan que existen tupiciones que propician inundaciones como las de este 30 de mayo.

—Estuvimos hablando con algunas personas que tienen su casa inundada. Una señora nos dijo que no le dio tiempo subir las cosas y perdió el colchón. Además, cuenta, no tiene dinero para comprar otro. ¿En este tipo de casos qué se hace?

—A ver, este evento de hoy es un evento común y corriente, como quien dice. En esta área, como es de inundación, existen las comisiones de evacuación por CDR y por zona. Es decir, en cada cuadra hay un CDR y el presidente de ese CDR es el presidente de esa comisión de evacuación. Él, con el ejecutivo del comité, resultan los responsables de avisarles a las personas. A algunos, a veces, les pasa eso porque se descuidan y piensan que no va a llover tanto, que el agua no va a subir. Pero aquí todo el mundo, ya te digo, está adaptado. Fíjate que hay muchas viviendas a las que ya las personas les han hecho un muro en las puertas, las construcciones interiores las han adaptado, les han subido un poco el nivel del piso, etcétera. Cuando hay un evento climatológico muy fuerte, un ciclón o algo así, se coordina con el Ministerio de Comercio Interior, se coordina con el Ministerio del Trabajo y Seguridad Social para cualquier afectación que se necesite resarcir en caso de alguna pérdida. Pero en este minuto, como estos son hechos cotidianos que suceden cada vez que llueve con intensidad, todo el mundo está alerta y sabe que tiene que resguardar sus bienes, porque, además, no tenemos para todos. Se evalúa cada caso y en el que se pueda ayudar, se ayuda. Pero normalmente las personas conocen el plan de aviso y cómo tienen que proceder.

—¿A usted le consta que hoy se activó el plan de aviso?

—Por supuesto, mira a la presidenta del consejo popular aquí. Nada más que nosotros le avisamos de que hay una situación, al momento ella está aquí con sus factores, con todo el mundo, organizando el tema.

—¿Cómo es el aviso? —le habíamos preguntado minutos atrás a Cira.

—Yo voy pasando y diciendo que esto se va a llenar hoy, que suban las cosas porque no se las van a pagar.

—¿Hoy usted pasó?

—Sí, desde temprano.

Inundaciones por lluvia tallapiedra
Desde la ventana de Basilia. (Pedro Pablo Chaviano Hernández / Cubahora)

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Después de conversar con el presidente de la Asamblea Municipal, nos volvimos a adentrar en las inundaciones —algo más disminuidas—, en busca de la vivienda de Cira. Nos Había dicho que Rosana, su hija, estaba ahí. Así llegamos a Gloria 765, entre Carmen y Rastro. En el fondo de un pasillo, en efecto, anegado a dos cuartas del suelo, un vecino nos indicó la casa de la presidenta del consejo popular. Rosana no estaba.

Al regresar a la calle, fuimos interceptados por el vecino de enfrente. En su casa, Gloria 766, varias personas sacaban el agua a cubos. A propósito de la humedad que lo embarga todo ahora mismo, insiste en conversar sobre la situación de su edificio. Se presenta así:

“Felipe Cisneros Espinosa, 73 años, carnet de identidad 50050510283, trabajé 37 años para la Revolución en el combinado de lubricantes que prestaba servicios a la refinería Ñico López y era secretario de asuntos laborales para los trabajadores del petróleo.

Inundaciones por lluvia tallapiedra
Los vecinos extraen mediante cubos el agua del interior de su casa. (Pedro Pablo Chaviano Hernández / Cubahora)

“Lázaro Peña, en vida, me mandó a la Unión Soviética. Antes de irme, me andaban buscando una casa porque mi señora estaba embarazada. Me propusieron una casa muy amplia con todo, en Mazón y San Miguel, cerca de la Universidad de La Habana. Solo había que hacer unos papeles, pero yo dije: denme otra, que mientras hay miles de trabajadores que no tienen casa, yo no me merezco esa “mansión”. Ya me habían enseñado esta; había que repararla. La acepté, dejé a mi esposa en estado y me fui para la URSS. Mis compañeros de trabajo fueron los que me ayudaron a “parar” la casa, porque en aquel momento decían que había que darle una reparación, para que dieran el habitable. La que me querían dar en Masón y San Miguel tenía “todos los hierros”. Pero yo, con la sanidad que nos impregnó el Comandante en Jefe que está en la piedra, dije que no; “denme esa misma vieja que están reparando”. Y vivo aquí hace 50 años. Pero hace más de 15 estamos planteando la situación del edificio.

“Con el tiempo, se incrementó el problema del último piso, creaba peligro para la integridad de mi familia. Hasta hoy han ocurrido cinco derrumbes parciales allá arriba. El último fue el otro día y si usted se para por allí puede ver lo que se cayó. He visto a tres presidentes del gobierno del municipio. He ido a todas las instituciones: la Fiscalía de la República, el Consejo de Estado, el Poder Popular a todas las instancias, Planificación Física. Tengo un file de documentos así de inmenso y nadie hace nada. Todo el mundo me da la razón, en todos esos lugares, pero nadie hace nada.

“La dirección de Vivienda también dice que estoy en lo correcto, pero que mi caso está pendiente en la comisión de enfrentamiento, porque personas en condición de ilegalidad se colaron y hasta que no salgan no se puede arreglar el edificio. Y en eso me tienen hace más de 15 años”.

Entonces Felipe lanza una interrogante que desgarra el asfalto: “¿Qué hace un humilde trabajador jubilado cuando ya ha ido a todas las instituciones por un problema en el que tiene la razón y nadie hace nada? Así no puede avanzar la Revolución”.

Continúa con el tema de las aguas:

—Las inundaciones estas son históricas. Desde que yo vivo aquí, hace 50 años, me han llegado hasta la cintura en mi propia casa. Hasta el nivel de la ventana ha llegado el agua esa. Ahora mismo se me mojó un colchón. A la gente se le moja porque no le da tiempo, se les mojan colchones y de todo, pero ya ni vienen a hacer nada. Antes sí venían. ¿A los representantes del gobierno municipal tú los ves por aquí?

—Los acabamos de ver en la esquina, a dos cuadras. Nos dicen que en cuanto baje la inundación vendrán los trabajadores sociales a preguntar por las afectaciones.

—Ah, bueno… Es bueno que lo hagan. Pero ya en inundaciones anteriores no ha venido nadie, ni han dado nada, ni han hecho nada. La gente está ostiná. Cuando aquí te da el agua por la cintura, en aquella parte —señala hacia la cuadra siguiente— la gente tiene el agua al pecho.

***

Nos alejamos de Cuatro Caminos. Subimos por la calle Monte rumbo al parque de la Fraternidad. La Habana, en sus caras, aparenta no haberse enterado de mucho. En Tallapiedra, por hoy, el agua cede.

Inundaciones por lluvia tallapiedra
La vida sigue. (Pedro Pablo Chaviano Hernández / Cubahora)


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Mario Ernesto Almeida Bacallao

Periodista y profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana

Pedro Pablo Chaviano Hernández

Fotógrafo y Periodista Profesor de la facultad de comunicación con cierta afinidad al documental


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