“Lo mejor de todo es enseñarle a un niño a escribir su nombre y su edad, y a partir de ese momento ganarte su cariño y su respeto. Después, con el tiempo, te apasionas con lo que haces porque puedes notar cómo van creciendo tus alumnos, cómo se independizan poco a poco y llegan a hacer solos lo que antes ni sabían que podían”.
Se emociona Paula Sánchez, profesora de primer grado de una escuela primaria, cuando me cuenta sus vivencias en esta profesión al mismo tiempo que disfrutamos de la coreografía que sus alumnos prepararon por el Día del Maestro.
“Esto es un ejemplo de lo motivados que pueden sentirse con quienes trabajamos con ellos todos los días y los deseos que tienen de hacerlo saber. Los últimos días me pedían que saliera del aula y los dejara solos, y la razón era que estaban ensayando esta coreografía para sorprendernos hoy, en la celebración por el Día del Maestro”.
Paula tuvo buenos maestros cuando cursaba estudios y lo recuerda bien, pues aún no llega a los 30 años. “Pongo en práctica muchas iniciativas que mis maestros tuvieron y veo los resultados con agrado. Los padres han aprendido a quererme con el tiempo a pesar de que soy joven y al principio no confiaron en mis capacidades para guiar el aprendizaje de sus hijos”.
Sus alumnos Darío, Melissa, Miguel Alberto y Sandra fueron los mejores testigos de sus palabras. “Nos divertimos mucho con la maestra… con ella aprendemos muchas cosas interesantes… Nos enseña juegos nuevos y también juega con nosotros… Es muy buena y por eso siempre nos portamos bien…”.
¿Acaso sabría Paula cuando eligió esta profesión que todos los días recibiría una flor de uno de sus alumnos o que se marcharía para su casa, a veces alegre pero otras, preocupada por el catarrito de una niña o porque un niño no hizo la tarea por primera vez? “Ser maestro no es pararse frente a un aula, escribir cosas en la pizarra, regañar a los muchachos y hacer reuniones con los padres. Es creerte de cierto modo que eres como su mamá, y que todo lo que pase con ellos es tu problema también”.
Y como si hubiera estado escuchando las palabras de Paula, coincide con ella Noel Iglesias, profesor general integral de secundaria básica.
“Equivocado estuve yo cuando pensé que dar clases era fácil y que solo dependía de que yo estuviera preparado. La adolescencia es una etapa muy difícil y aunque yo soy bastante joven, me siento en el deber de ayudarlos a madurar, a actuar bien y a tener una buena orientación vocacional como la que no tuve yo.
”Los muchachos a veces no vienen al aula, a veces tienen problemas con sus padres, a veces quieren iniciar sus relaciones sexuales y no están del todo preparados… No siempre saben qué es lo mejor para ellos y creen que fumar y tomar ron los hace grandes, y para eso estoy aquí yo también. La geometría, la historia de Cuba, las fórmulas químicas… todo eso pueden hasta aprenderlo por los libros si fuera necesario, pero la figura de un maestro trasciende todo eso y tiene que ganarse el respeto de sus alumnos sobre la base de su madurez y su preparación”.
Me alegra que Noel piense así, a pesar de que muchos padres tampoco vieron en un “guajirito de monte adentro” la persona ideal para que le impartiera clases a sus hijos. “A veces la gente de campo es más sana y se da cuenta de dónde está el peligro que puede descarrilar una vida. A mí me gusta pescar, nadar en un río, leer y compartir con mis amigos; puedo lograr que eso les guste a mis alumnos y no piensen en discotecas, en drogas, en cigarro, en desobedecer a sus padres o dejar la escuela”.
Últimamente “la cosa se ha puesto más difícil”, dice Noel, porque debe explicarle a sus alumnos que siempre es importante estudiar aunque después quieras ser cuentapropista. “Estos tiempos requieren tener la cabeza muy bien puesta porque estos adolescentes piensan que si por trabajar en una cafetería podrán comprarse ropa y zapatos de marca porque ganarán más dinero, es mejor no seguir estudiando. No demerito el trabajo de un cuentapropista pero mi posición exige que sea capaz de explicarles también la importancia de estudiar”.
¡Y qué bueno que eligieron “el camino académico” y luego se sientan en un aula universitaria a planificar su futuro!, podemos pensar. Sin embargo, el profesor de matemática Enrique Martínez, con poco más de 10 años de experiencia reconoce que tampoco es fácil.
“Se supone que quien llega a la Universidad sabe lo que quiere, pero es que a veces no eligieron la carrera más afín a sus intereses y en no pocas ocasiones, llegan con no muy buena base de años anteriores, porque sabemos que la calidad de las clases no es la mejor siempre en enseñanzas que anteceden a la Universidad en todos los territorios.
“Al frente de un estudiante universitario debes sentirte presionado para superarte cada día más, pero también debes convertirte en su aliado para que no se desvíe del camino, para que no se contente con lo que recibe en el aula, para que aprenda a tomar notas, para que comprenda que su futuro depende de él a partir de él y no de un padre que se gana al maestro con un termo de café o con un dinero con el que se quiera obtener la mejor nota.
”En el nivel universitario recibes muchas alegrías porque contribuyes a la formación de un profesional que luego te saluda en la calle y te agradece lo que le brindaste en el aula, pero también lo conviertes en tu amigo, porque le vas desbrozando el camino con tus consejos. Es difícil ser maestro, pero es la mejor profesión del mundo, con el perdón de García Márquez”.
Paula, Noel y Enrique se sienten maestros no solo el 22 de diciembre, sino cada día que la vida les demuestra la esencia de su trabajo.
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