La lucha inconclusa

Recuerdo cuando supe que el 8 de mazo no es motivo de festejo, sino de protesta.  Me sorprendí a la par de la voz que me explicaba el hecho que dio lugar al Día internacional de la mujer, un asesinato masivo de mujeres trabajadoras en una fábrica textil que protestaban por su derecho a votar y el acceso a mejores condiciones de trabajo. Me quedó muy claro que un “felicidades” no era lo correcto.

Confieso que fue difícil aceptar que la fecha que, durante años, para mí fue motivo de alegría y celebración por ser mujer, significaba algo distinto. Pero más extraño fue darme cuenta que a lo largo de mi vida -medianamente corta en ese entonces y en la actualidad- había visto a todas las mujeres a mi alrededor celebrarlo; mi madre, mi abuela, las madres de mis amigas, a las vecinas, doctoras, abogadas, peluqueras, mis profesoras de historia, todas aceptaban con un sonoro “gracias” la felicitación que les llegaba, mayormente del sexo opuesto.  Incluso ese día regresaban más temprano del trabajo con flores, postales y regalos por motivo de alguna actividad recreativa. ¿Cómo es posible que se ignorara a tan gran escala el motivo real de la fecha?

A partir de ese momento, se produjo un despertar y, me dediqué a reproducirlo, como una especie de reivindicación, entre todas las mujeres que conozco. Quizás, a día de hoy, alguien me reclame por romper con mis palabras una tradición y recordar que la lucha no termina, aunque habitemos en Cuba, país socialista que constituye un referente en Latinoamérica y el Caribe en la búsqueda de la equidad.

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La igualdad social entre hombres y mujeres es un pilar fundamental para el desarrollo de una nación, por lo que desde inicios de la revolución se han adoptado políticas que buscan garantizar el bienestar de las mujeres (por ser el género históricamente afectado) pero, aunque políticamente no exista nada que frene el crecimiento profesional y emocional de las mujeres, culturalmente se vislumbra algo distinto: vestigios de un pensamiento machista que es reproducido a través de la cultura-en ocasiones por las mismas mujeres-y que marca la pauta del trabajo que aún queda por hacer.

En la actualidad, se lleva a cabo el Programa Nacional para el adelanto de las Mujeres (PAM). Estrategia que en consonancia con la Agenda 2030 promueve acciones más integrales y efectivas para la prevención y eliminación de manifestaciones de discriminación y violencias contra las mujeres que se concretan en un plan de acciones, medidas, objetivos estratégicos y centrados en estas prioridades del desarrollo. Constituye la Agenda del Estado cubano para impulsar el progreso de las mujeres en la isla y engloba a todos los sectores del país.

El país trabaja, pero, aun así, la mujer cubana, enfrenta una serie de desafíos y problemas que afectan su calidad de vida y participación en la sociedad. La persistencia de estereotipos de género y roles tradicionales que limitan su desarrollo personal y profesional, las confinan al espacio privado, cargando el peso del trabajo de cuidados y la crianza de los hijos. Las cifras que muestra el Observatorio de Igualdad Género en Cuba (OGC) revelan que ocupan el 21.3 por ciento del tiempo dedicado al trabajo doméstico, mientras que los hombres, 12.5 por ciento.

La violencia de género persiste. El desconocimiento por parte de la víctima de los canales de ayuda adonde acudir y el bajo potencial de estos para prevenir los actos de violencia machista, componen un motivo de peso para la permanencia de cimientos machistas en nuestra sociedad.

A su vez, este flagelo también florece producto de las desventajas del desarrollo económico y el embarazo adolescente, que, en ambos casos, genera una dependencia financiera, que impide a la mujer librarse de situaciones abusivas, siendo este último uno de los retos sociales de más urgencia a nivel de país. En la Encuesta Nacional de Fecundidad, 2022 los resultados expusieron que el 10% de las adolescentes con 15 a 19 años ya han tenido hijos en una edad que ronda los 16 años.

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Las mujeres cubanas también enfrentan problemas derivados del contexto económico del país, recrudecido por el impacto del bloqueo. La situación nacional dificulta la producción de preservativos y otros métodos anticonceptivos, y por consecuencia su acceso a ellos-siendo obligadas a adquirirlos en el mercado de la importación a muy altos precios- y a productos indispensables para su higiene íntima, específicamente para el periodo menstrual. 

Romper con el estereotipo de celebración y resignificar la fecha, es un paso para dejar de minimizar su importancia. Comprender el impacto de batallar por la igualdad de género, crear conciencia sobre las desigualdades que persisten y animarnos a trabajar para superarlas, establecer nexos en las comunidades y desmontar mitos machistas, es una vía para honrar la lucha de las mujeres que nos antecedieron, para educar con paso firme a las generaciones que están y a las venideras.