Un libro recorre las redacciones periodísticas de Cuba. Para algunos, constituye un excelente manual del oficio; para otros, la síntesis más elocuente de los esfuerzos que durante décadas han intentado diseñar un modelo de prensa genuino. Puede que alguien tan solo lo vea como un alegato; y habrá hasta quien le conceda el valor casi mítico de un testamento profesional. Nadie, creo, entre los periodistas cubanos, dejará al menos de interesarse en saber de qué van estas páginas, que a punto de agotar su primera edición, andan armándose ya para una segunda.
Revolución. Socialismo. Periodismo… es en este instante la noticia entre quienes hacen noticias. El volumen, de la Editorial Pablo de la Torriente, presentado durante el recién concluido IX Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), y acaso el documento programático más completo de la organización, lleva una firma que ennoblece al gremio: Julio García Luis (1942-2012).
Varias de las últimas generaciones de la prensa nacional lo tuvieron como profesor y Decano en las aulas de la Facultad de Comunicación; los reporteros y articulistas un poco más adultos lo recuerdan presidiendo, con mano sabia y escudo antiburócratas, los destinos gremiales a la entrada de la crisis terrible de los años 90 del pasado siglo; los veteranos de la escritura, evocan orgullosos sus tiempos de comentarista y cronista de viajes, integrando delegaciones de alta política, muchas veces junto Fidel Castro.
Casi todos lo que más recuerdan de él es su decencia; su ética de manga larga, que lo acompañaba tanto en la discusión de un titular, el tribunal de una tesis o el trabajo voluntario junto a sus alumnos. Así era Julito, dicen los colegas. Y no hace falta explicar más.
Pero Revolución. Socialismo. Periodismo…, colosal estudio que partiera de su tesis de doctorado, llega cuando su autor ya no está. Y urge conversar con el libro, que es como leer al hombre que lo engendró. En el caso de Julio, eso no será difícil por dos motivos esenciales. Primero, porque era de los escritores que encuentran en la letra impresa el sabor auténtico de una buena conversación; segundo, porque pertenecía al círculo de los pocos seres humanos que pueden leerse de arriba abajo, de la juventud a la adultez, de la piel a los recuerdos y siempre ofrecen los mismos significados: aquellos que dignifican a sus semejantes.
Sobre periodismo, periodistas, modelos de prensa, y futuro de los medios versa esta entrevista imaginaria...
—Profesor, ¿por qué Usted afirma que se trata de un volumen «tardío»?
—«Porque es un libro que ya estaba escrito. Solo faltaba ponerlo en blanco y negro. Lo escribió, hace ya largo tiempo, el debate y la experiencia de los periodistas cubanos. No conozco a alguno que no comparta esta o similares preocupaciones».[1]
—¿Cuál sería la pregunta central de la investigación?
—«¿Es viable una alternativa revolucionaria y socialista al modelo de prensa liberal, que no encaje a su vez en un patrón ideológico decimonónico o en uno de tipo soviético o de prensa de Estado?
»En otros términos: ¿cuáles pudieran ser las potencialidades del socialismo para generar un mejor periodismo, capaz de cumplir una función más eficaz de legitimación y fortalecimiento del sistema?».
—Entonces el objetivo principal sería…
—«Analizar a fondo la perspectiva de cuál es, en nuestro humilde criterio, el modelo cubano de prensa que más puede convenir a nuestros planes de actualización del proyecto socialista, y el que más puede convenir, a la inversa, a los planes de la clase política estadounidense en sus pretensiones de desmontar desde dentro la sociedad cubana y recolonizar a nuestro país».
—¿Cómo pudiera definir, brevemente, al Periodismo?
«En tanto manifestación de la comunicación y la cultura, es al igual que la literatura un organismo vivo que construye sin cesar sus lenguajes, géneros, formas y capacidades de relacionarse con la realidad. El Periodismo en cada época crea sus paradigmas, sus modos de hacer, su estado del arte. Se adapta, desarrolla y hace suyos los distintos medios, soportes y tecnologías que le sirven. Al mismo tiempo, como parte del cuerpo social, se expresa en determinadas formas de propiedad y gestión, que a su vez se vinculan a la organización de la labor periodística, sus ideologías y rutinas profesionales, y sus relaciones con los sistemas político, económico y cultural de la sociedad».
—El modelo de prensa de mercado, ajustado al liberalismo fundador de la Primera Enmienda estadounidense se ha presentado por mucho tiempo como el paradigma incuestionable, ¿cómo podría rebatirse esta perspectiva?
—«Bastaría aplicarle (…) la misma lógica con que Marx y Engels (1969) en el Manifiesto Comunista de 1948 emplazaron a los capitalistas: “Ustedes se horrorizan ante nuestra intención de acabar con la propiedad privada. Pero en su sociedad la propiedad privada ya ha sido eliminada para el noventa por ciento de la población; su existencia para unos pocos es solo posible debido a la no existencia para ese noventa por ciento”. (…) Hoy pudiéramos preguntar, igualmente, ¿qué libertad de prensa es esta que descansa en privar del derecho a poseer y utilizar los medios a mucho más que aquel noventa por ciento de la población, y concentrarlo en gigantescos conglomerados y monopolios transnacionales?».
—Pero criticar ese sistema solamente no garantiza superarlo…
—«La crítica teórica o moral no será completa y consecuente si ella no es capaz de gestar una mejor versión profesional del periodismo. Cabe asociar esta idea con el concepto de crítica que, en el terreno literario, estableció Ernest Hemingway en su clásica entrevista cuando vivía y trabajaba en el islote de Bimini: para él criticar como escritor a Stendhal era llegar a escribir mejor que Stendhal. Otra cosa no valía».
—Y eso, obviamente, no lo logró el andamiaje periodístico de la URSS…
—«Más de 70 años del modelo de prensa soviético-estalinista no fueron capaces de formar una opinión pública alerta, informada y crítica, sino que indujeron, por el contrario, al aislacionismo, la pasividad, la pérdida de confianza y la deslegitimación del liderazgo.
«Como presenciamos durante décadas, el sistema soviético buscaba sus principales enemigos en algunos connotados intelectuales disidentes, capaces de provocar algún ruido y recibir amplias coberturas de la prensa occidental. El verdadero enemigo del socialismo, sin embargo, resultó ser la burocracia corrupta y privilegiada, que había desarrollado interesas propios y fue capaz de vender al país por sus ambiciones de riqueza y poder».
(…)
«Una amarga verdad se hizo evidente: la Unión Soviética y su Partido Comunista creían tener prensa, pero el modelo asumido bajo el supuesto de contar con todas las ventajas y evitar todas las desventajas, no fue capaz de crear auténtico periodismo, y llegado el momento los dejó inermes frente a sus adversarios.
—En nuestro país, ¿se calcó en algún momento esa visión y gestión del periodismo soviético?
«Lo más exacto (…) sería decir que en Cuba no hubo una transposición consciente del modelo soviético de prensa, sino la asunción de un sistema en parte similar al soviético en cuanto a la estructuración del Partido y la organización y gestión de la sociedad, la economía y la política, el cual condujo, en su momento a generar una fórmula de prensa que, aunque endógena, se aproximó en varias dimensiones a las características del tan criticado y hoy desaparecido modelo»…
—Y esto condujo a distorsiones garrafales…
—«Se llegó a la etapa en que un Secretario del Comité Central concibió que la prensa funcionaría en base a planes de trabajo, los cuales debían ser entregados y centralizados en el aparato del Partido. Nadie ha podido saber nunca para qué servían y qué se hacía con aquellos planes. Claro está que no era un asunto de personas, sino de concepciones».
(…)
«Los conceptos de noticia y de servicio público fueron subordinados y a veces sustituidos por la propaganda de actos, actividades superestructurales y efemérides. Sobre la información se estableció un método administrativo. Los dirigentes de la gestión productiva y social se erigieron a la vez en administradores de lo que podía o no divulgarse. El papel de los periodistas y cuadros de la prensa quedó inhibido y reducido en ocasiones al de intermediarios desprovistos de opinión. Fue anulada la saludable misión de contrapartida que debía desempeñar en la sociedad una prensa indagadora, ágil, analítica y orientadora, solo comprometida con los intereses superiores del Partido y la Revolución».
—Sin embargo, en varios momentos desde la dirección política cubana se pretendió corregir estas visiones erróneas y encaminarse hacia un periodismo militante, creador, auténticamente crítico. Hay al respecto documentos, discursos, indicaciones de mediados de la década del 70 y 80 del pasado siglo…
—«A despecho de las reiteradas intervenciones, indicaciones y normativas de la alta dirección del país, fue imposible modificar el estilo, contenido y forma de actuación de la prensa. Se puso de relieve lo difícil, por no decir lo imposible, que resultaba todo intento de reajustar el funcionamiento de la prensa desde afuera».
(…)
«La autoridad de los directivos y la participación de los colectivos de periodistas en las políticas editoriales fueron reconocidas como indispensables hace ya cerca de cuatro décadas. El Partido lo ha reiterado varias veces. Pero ellas, en los hechos, han estado limitadas o reducidas por un contexto en el cual cada organismo administrativo ha convertido la información en un feudo particular».
—Profesor, de acuerdo con su investigación, que incluyó entrevistas y talleres con buena parte del gremio periodístico cubano, ¿cómo podría revertirse tal situación?
—«El estudio parece hallar consenso en cuanto a que el principal potencial para el mejoramiento de la prensa cubana y la solución de sus problemas está en lograr una adecuada correlación entre la regulación externa, que debiera ser mínima y razonada, según algunos criterios, y que determine su autoridad y su capacidad de acción, según otros, y la autorregulación interna, a la cual se le atribuyen las mayores posibilidades para lograr calidad y eficacia en los mensajes, sobre todo si está caracterizada por la participación conjunta de directivos y periodistas en la ejecución responsable del perfil informativo de cada medio».
—Esto se traduciría en qué tipo de prensa…
—«En primer lugar, una prensa que dialogue con el pueblo, no que transmita al pueblo. Que se prealimente, y que no se limite a retroalimentarse como hace con fines totalmente instrumentales la prensa burguesa. Una prensa bajo el control popular pero con una alta autorregulación a partir de principios éticos, filosóficos, políticos y profesionales compartidos y pertinentes al proyecto histórico del socialismo».
—Pero una transformación tal deberá incluir a muchos protagonistas, no solo los agentes periodísticos…
—«No puede ser una aspiración o un cometido exclusivo de los medios, los periodistas o los directivos de la prensa, sino un propósito de toda la sociedad, que implica reflexiones y acciones tanto en la propia prensa como en las fuentes e información, en el Partido, en todas las instituciones de la sociedad y, especialmente, en los propios paradigmas culturales de los receptores, es decir, en las expectativas hacia los medios de un pueblo más culto y preparado en todos los sentidos».
—Usted parece convencido de las potencialidades para lograr ese cambio. ¿Cuánto aportaría en sentido histórico, si efectivamente fuera posible?
—«Asistiríamos, en fin, a la experiencia de incalculable valor de un sistema de prensa socialista que pone a prueba su capacidad para generar mejor periodismo que la prensa del capitalismo, no ya solo por sus líneas políticas y éticas, sino, además por la calidad intrínseca de su producción profesional. Las ideas marxistas y socialistas esperan desde hace más de un siglo por esa validación».
Justo Planas
12/9/13 10:53
Toda mi admiración para Julio García Luis, un hombre que tuvo como divisa, al menos como decano de la Facultad de Comunicación, crear un espacio para que cada quien encontrara sus propias ideas. Recuerdo mucho debate sin censura, y por eso con sustancia, en sus clases de Ética.
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