viernes, 19 de abril de 2024

Gibara y los encantos de una villa abierta al mar (+Fotos)(+Videos)

A esa villa del oriente cubano se llega en un viaje por carretera, tras recorrer los 30 kilómetros que la separan de Holguín, y recibe a los visitantes con curvas pronunciadas que desembocan en una enorme masa de agua que parece de pronto como si el mar se tragara la vía...

en Portal Cuba 17/01/2022
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Con sus 205 años de fundada en la costa norte de Holguín, continúa siendo un largo muro frente al mar abierto al mundo, un sitio donde su gente sencilla y laboriosa se siente a salvo.

Por: Vanessa Pernía Arias

Cuenta Fray Bartolomé de las Casas que el Almirante Cristóbal Colón, luego de observar el enigmático paisaje desde las aguas de la bahía de Gibara, escribió en su bitácora el 29 de octubre de 1492: “Este otro río y puerto en que agora estaba tiene de la parte del sueste dos montañas así redondas”.

Esa es la primera descripción que conocemos de Gibara, una ciudad que celebró este 16 de enero los 205 años de fundada.

A esa villa del oriente cubano se llega en un viaje por carretera, tras recorrer los 30 kilómetros que la separan de Holguín, y recibe a los visitantes con curvas pronunciadas que desembocan en una enorme masa de agua que parece de pronto como si el mar se tragara la vía.

En la costa, los pescadores asaltan la bahía entre sus redes, en botes con nombres de mujer que se pierden en el oleaje del Atlántico.

También en la Villa Blanca de los Cangrejos, como se le conoce, el salitre no tiene límites, mucho menos compasión; se mezcla con la brisa y deteriora los techos y las paredes, pero este pueblecito es un portento de bellezas naturales.

Mucho se ha escrito sobre sus numerosos atractivos, entre ellos el sistema de fortificaciones que la convirtieron, en el siglo XIX, en la segunda urbe amurallada de Cuba después de La Habana.

Destaca el otrora túnel del ferrocarril, inmutable al paso de los años, esperando quizás el sonido chirriante de los vagones y otro pitazo de locomotora como en sus tiempos operacionales; y a lo lejos desde el caserío se visualiza la imponente Silla de Gibara, ubicada al otro lado de la rada y que describió Colón en su diario como una montaña parecida a una silla o montura de caballo.

Desde la Loma La Vigía, con su mirador, un majestuoso paisaje llena los ojos: un pueblo colonial, con el rojo tejado que cubre las viviendas; y más allá y en todas partes, el mar, metáfora azul que lo inunda todo.

Como entender si no, lo que sintió la asturiana Eva Canel, periodista amiga de José Martí, en su visita a la Villa Blanca en 1915: “Ningún pueblo de Cuba ha dejado en mi alma tan profunda huella como Gibara”, apuntó en su libro Lo que vi en Cuba.

También tiene hermosas plazas como la Da Silva, gastronomía exquisita a base de pescados y mariscos; un museo de artes decorativas único en la región, un teatro colonial en reconstrucción para recuperar el esplendor original, un pequeño e íntimo malecón, la iglesia parroquial católica San Fulgencio; y, además, posee una estatua de la libertad “porque se la merece”, como reza la inscripción en la base del monumento local.

Este es un pueblo de película que encantó al cineasta cubano Humberto Solás, quien soñó e hizo realidad el Festival Internacional de Cine Pobre en sus predios, con la finalidad de promover las obras realizadas con pocos recursos; y a partir de 2016 amplió su convocatoria convirtiéndose en Festival Internacional de Cine de Gibara, reconocido como un evento sin precedentes en esta parte de la Isla, y donde confluyen cada año todas las artes y grandes personalidades de la cultura mundial.

Con sus 205 años de fundada en la costa norte de Holguín, continúa siendo un largo muro frente al mar abierto al mundo, un sitio donde su gente sencilla y laboriosa se siente a salvo.


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