Una larga y aguda sequía trajo a La Habana en octubre de 1810 una tormenta que la historia nombraría Escarcha Salitrosa. La crónica de la época contaba que “las olas del mar, dando en la costa y en las murallas de la ciudad, eran arrebatadas por el sismo y esparcidas a largas distancias en la tierra. En la bahía, más de 70 buques se fueron a pique y llovió durante diez o 12 días. Un huracán de cola sucia, era como nombraban, entonces, a los que dejaban tras su paso fuertes diluvios.
La temporada de huracanes en el Caribe (1 de junio-30 de noviembre) históricamente ha concentrado su incidencia especialmente en Cuba, La Española, República Dominicana y Haití. Pero, no eran solo torrenciales de agua lo que a su paso dejaba el importuno desastre, cobrarían en su trayectoria el valor de muchas vidas humanas. Un saldo de 3 500 muertes estaría asociado al año 1932 en Cuba, fecha en el que el huracán de Santa Cruz del Sur, uno de los más desbastadores del Siglo XX, azotaría a la provincia de Camagüey, afectando seriamente parte del territorio de Las Villas.
Sin embargo, catástrofes como las anteriormente mencionadas son afortunadamente algo del pasado. Los cubanos han descubierto que el más confiable bálsamo es conocer mejor estos fenómenos y echar su suerte a la organización, la previsión, la disciplina y la solidaridad. Cuba, a pesar de su condición de país subdesarrollado, posee un moderno sistema de pronósticos y avisos, una Defensa Civil con planes concretos de protección, así como una voluntad política que prioriza la protección de la vida humana.
Se conoce que, gracias al impacto de huracanes al territorio nacional, en lo que va de siglo (2001-2016), el país tuvo que lamentar el fallecimiento de unas 40 personas, cifra que dista mucho a los números de registros de siglos anteriores y que de igual forma está muy por debajo de las estadísticas actuales. Por ejemplo, durante la temporada ciclónica de 2015 en el Atlántico Norte se produjeron un total de 76 muertes.
DE FLORA A MATTHEW
La paulatina consolidación de la defensa civil cubana sobresale desde octubre de 1963, fecha en que los vientos sostenidos del huracán Flora se enraizaron en el oriente cubano, hasta aquella noche de octubre de 2016, en que Matthew borró la alegría en la zona más oriental del archipiélago cubano.
El huracán Flora, con vientos entre las 140 mph (225 kph), en sus tres días de azotar a Cuba ocasionó alrededor de 2 000 muertos en el territorio nacional. Por su parte, el huracán Matthew dejó una estela de muerte en el Caribe, excepto en la Mayor de Las Antillas. Ello fue posible a la existencia de un sistema de prevención, sin grandes recursos o tecnología, pero muy efectivo.
Basada en la Ley No.75 de la defensa nacional y el Decreto Ley 170 del Sistema de Medidas de Defensa Civil, este se define como un “sistema de medidas defensivas de carácter estatal, llevadas a cabo en tiempo de paz y durante las situaciones excepcionales, con el propósito de proteger a la población y la economía nacional contra los medios de destrucción del enemigo y en caso de desastres naturales u otros tipos de catástrofes, así como las consecuencias del peligro del medio ambiente”.
El primero de enero de 1959 no se había creado en el país una Defensa Civil. La policía y la Cruz Roja tenían a su cargo garantizar el cumplimiento de unas pocas medidas. Fue el 31 de julio de 1962 cuando se empezaron a cumplir tareas encaminadas a la preservación de la población.
A decir del Máster en Ciencias Wilfredo Cobas Dávila, jefe del Departamento de Operaciones del Estado Mayor Nacional de la Defensa Civil (EMNDC), Cuba, por su ubicación geográfica, sus características geomorfológicas, su clima, sus relaciones de coordinación y cooperación internacional está expuesta a todo tipo de peligro de desastres de origen natural, tecnológico y sanitario.
En 55 años de creada, el país ha sido impactado por varios eventos, pero han sido los ciclones tropicales los más recurrentes, los más severos, los que han obligado a proteger cada vez más a mayor cantidad de personas, apuntó Cobas Dávila.
Luego del huracán Flora, Fidel Castro dirigió las acciones de rescate y salvamento y estableció la estrategia para el enfrentamiento de esos eventos en lo adelante.
En los setenta y los ochenta hubo una tregua con la naturaleza, sin embargo, en 1985 el huracán Kate obligó a la preparación y protección de la población y provocó la realización del primer ejercicio de Meteoro en el año 1986.
A partir de 1995 hubo un incremento de la actividad ciclónica. Ese fue el año de mayor actividad ciclónica en la cuenca del Atlántico, sin embargo, Cuba no fue afectada ni siquiera por uno de esos eventos. Lo cierto es que no importa si la temporada es más o menos activa, lo importante es estar preparados para enfrentar cualquier eventualidad.
LO QUE EL VIENTO NOS DEJÓ
Hace algunos meses en entrevista con una guantanamera, víctima de los embates de Matthew sobre el oriente cubano, como quien busca provocar, lancé la siguiente interrogante: Baracoa se levanta, ¿sí o no? Seguro que sí —respondió rápidamente y sin titubeos—.
Un pueblo más fuerte y unido que se sorprende de sí mismo y de su capacidad de actuar ante este tipo de desastre fue, a ciencia cierta, lo que nos dejó Matthew, más que pérdidas en la economía y cuantiosas afectaciones materiales tras su paso devastador.
En junio de este año, medios nacionales publicaban que de las 42 338 casas afectadas por el meteoro ya se han recuperado 33 206, restando 9 132, en su gran mayoría de las que fueron derrumbadas en su totalidad.
Y hay más. El pueblo guantanamero y el Estado cubano no se conforman con reponer las pérdidas. Es parte de la recuperación hacer mucho más por esta provincia y su gente, para que Matthew, más que un recuerdo desastroso, sea el motivo de una vida nueva.
La nueva planta elaboradora de hormigón en Baracoa, cuyos resultados gozan de trascendencia económico-social; la construcción de un nuevo puente sobre el río Toa, que marcha a un ritmo sorprendente; la cimentación del vial Yumurí-Jobo Claro, el cual tiene como objetivo evitar el paso por la peligrosa loma La Boruga y permitir el acceso a Maisí; o la entrega de módulos de montaña, como una de las vías para dotar en poco tiempo de una vivienda a una cantidad significativa de afectados, son acciones que se agradecen —en buena lid— a lo que el viento se llevó.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.