¿Cuántos tomos de Palante quiere?

-Por favor, quisiera comprar un Palante –le pido al empleado del estanquillo de ventas de periódicos.

-¿Cuántos tomos quiere? Es que esta semana se publicaron cinco.

Ante mi cara de extrañeza, el hombre agrega:

-Le pregunto, porque aunque están baraticos, los cinco salen por cincuenta centavos de siempre, le advierto que pesan como loco, que son 500 páginas de humor.

Cuando voy a sacar el monedero, me sacuden por el hombro, y despierto sobresaltada.

-¿Estabas soñando? Mi’ja, como te ha soltado el aniversario 55 de Palante –me dice en tono de burla Miriam, la subdirectora.

-Y no quieras saber lo que soñaba, con decirte que ya el periódico semanal era tan gordo que había que imprimirlo en varios tomos.

-Jajaja…pero ese Palante que tu veías sería en chino, digo, por la cantidad de caracteres que llevará para hacer un chiste. Mira, si nos ponemos a pensar en el periódico del futuro, tenemos que volar al papel electrónico.

 Me pongo a pensar en lo riquito que sería teletransportarnos en el tiempo. Vaya, que las actividades que hemos organizado para festejar el más de medio siglo de nuestra publicación humorística, habrían sido diferentes.

 Para el Festival de la Caricatura, por ejemplo, en lugar de maletas, pasajes y alojamiento para los dibujantes de provincia, se convocaría a sus hologramas. Claro, que si a Antón y a María, les tumban el viajecito desde Las Tunas hasta la capital de todos los cubanos, seguro no les hace mucha gracia.

Ni que decir del homenaje que recibimos en el Museo del Humor. La exposición del caricaturista José Luis y la colectiva de los palanteros, serían virtuales. ¡Qué rico!, diríamos adiós a los baches de la carretera hacia San Antonio de los Baños, a la incertidumbre del transporte y al agobio del calor. Ahhh…pero estaríamos renunciando al cachito del cake monumental que con tanto cariño nos obsequió Isel, la directora del museo, y lo que es peor, nos perderíamos las muestras de afecto que recibimos del hospitalario pueblo ariguanabense.

 Imagino la expo fotográfica de Perfecto Romero, quien en lugar de su cámara Nikon, llevaría un micro insertado en sus espejuelos, sin embargo, no consigo calcular el montón de añitos que acumularía para entonces nuestro veterano y juvenil fotorreportero, que hoy pasa las ocho décadas.

Los talleres de dibujo sí serían un batazo, solo que no se trataría del proyecto Rutas y Andares, sino del de Navegue y Eche Barriga. Y hasta nos valdríamos de la telepatía para convocar a los pequeños que tradicionalmente participan en el concurso Con Palante, los niños pintan a Expocuba.

 “La tecnología es un batazo”, me digo. Y en mi mente veo anuladas las migrañas que me ha provocado en estos 55, el celebrar una fiesta que se parezca a su tiempo, modesta, digna, pero muy muy austera.  Ya para el centenario la directora, que seguro es mujer, o al menos, se me antoja imaginarla así, no pasará por el aprieto que implica dejar fuera del fetecún, por motivos de logística, a tantas personas vinculadas a la publicación.

Tampoco sufrirá por el corretaje para imprimir invitaciones y diplomas, ni soltará las suelas detrás de algo tan simple como los vasitos para el café y no le dará el ataque, como me dio a mí, cuando me enteré de que no había flores ??? o que sí las había, pero no para pagar por factura.

 Sin duda, pienso que los avances de la ciencia harían que la directora de Palante en el centenario no perdiera los cuatro pelos que le quedan, como me ha sucedido a mí en el afán de marcar la diferencia en las fiestas por el aniversario 55 de la que tal vez sea la publicación humorística más antigua de Iberoamérica (nació el 16 de octubre de 1961).

  Y entonces me echo a reír frente a Miriam la subdirectora, quien ha de creer que me fundí con el ajetreo. Lo que no sabe es que el estrés y la imaginación me han llevado lejos, pero que ni por toda la tecnología del mundo renunciaría a la alegría del abrazo de trabajadores, colaboradores, fundadores, antiguos directores, colegas, lectores, amigas y amigos, palanteros todos por vocación y amor.