Un año más la Organización de las Naciones Unidas (ONU) conmemora el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía. Desde que su Asamblea General aprobara la resolución A/RES/49/115 en diciembre de 1994, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura proporciona conocimientos científicos y establece líneas de trabajo a través del Programa Hidrológico Internacional y del Programa sobre el Hombre y la Biosfera.
Causada fundamentalmente por la actividad humana y las variaciones climáticas, la desertificación se debe, sobre todo, a la vulnerabilidad de zonas secas, a la sobreexplotación y al uso inadecuado de la tierra. Durante décadas las condiciones de pobreza de las naciones, la inestabilidad política y las malas prácticas de riego han afectado de forma negativa la productividad de los suelos.
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Asimismo, las sequías se encuentran entre las mayores amenazas para el desarrollo sostenible de los países del Tercer Mundo, aunque cada vez son más las naciones ricas afectadas. De acuerdo con la ONU, se espera que para 2050 este problema afecte a más de las tres cuartas partes de la población. Y mientras han aumentado un 29 % desde el 2000 a día de hoy unos 2300 millones de personas sufren problemas como consecuencia de la escasez de agua.
Hablamos, en definitiva, de dos de los grandes contratiempos que enfrenta el mundo y al que, por ahora, no ha encontrado vías efectivas de solución, a pesar del interés político de la inmensa mayoría de los países. Sin embargo, apenas se trata de dos de los innumerables desafíos que enfrentan los estados, sobre todo, los más pobres y desfavorecidos. Para nada resulta casualidad que las principales consecuencias del calentamiento global y la explotación de los recursos naturales se note con más fuerza en América Latina, el Caribe y África.
La globalización del capitalismo como modelo económico y social y la pujanza de políticas neoliberales han establecido un sistema de relaciones internacionales dispar y dependiente, en el que prima la lógica del saqueo sin cabida para la sustentabilidad.
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Ya lo advirtió Fidel Castro en fecha tan temprana como 1992, cuando en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo señaló que “el intercambio desigual, el proteccionismo y la deuda externa atentan contra la ecología y promueven la destrucción del medio ambiente.
Si por aquel entonces, el líder histórico de la Revolución Cubana apuntaba que las sociedades de consumo eran los principales responsables de los problemas ecológicos, hoy se nos muestran como los grandes causantes de la, cada vez más cerca, destrucción del planeta.
La solución sigue estando en la mejor distribución de la riqueza y la tecnología. El mercado tiene que dejar de ejercer el control sobre las comunidades y estas, a su vez, deben encontrar estilos de vida y hábitos de consumo equilibrados y acordes a las posibilidades de su entorno. Se ha de aplicar un orden económico más justo y emplear toda la ciencia necesaria en la trasformación socioeconómica.
La voluntad del cambio solo tendrá frutos si realmente se apuesta por el hombre y el sentido común. Y quizá aún estemos a tiempo, como exigiera Fidel, de acabar con el hambre y no con el hombre.
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