Finalmente quedó constituida la X Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP). Tras varios meses de ejecución de un ejercicio democrático y popular acorde a lo establecido en la Constitución de la República y en la Ley Electoral, el nuevo parlamento tiene por delante, como mínimo, el desafío de mostrarse a la altura de las complejas circunstancias que atraviesan a la Cuba de hoy.
Si bien es cierto que la anterior legislatura pasará a la historia como una de las más activas y comprometidas con la transformación económica, política y social del país desde el inicio del proceso revolucionario, también dejó enseñanzas sobre errores y prácticas que, de repetirse, comprometerían de manera muy seria el desarrollo de la nación.
Los actuales diputados no solo deberán cuidarse de ello, sino, además, consolidar el vínculo con las estructuras populares de base donde, al fin y al cabo, se muestran de manera descarnada y sin edulcoraciones los beneficios y contradicciones de las políticas promovidas desde el Partido o la propia ANPP.
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Trabajar sin tener en cuenta el criterio del pueblo— sobre todo de los menos favorecidos— ni la experiencia acumulada por los centros de estudios sociales o las instituciones de masas, por ejemplo, se antoja un lujo inadmisible.
Como órgano supremo del poder Estado y máximos representantes de cada uno de los sectores de la sociedad, los integrantes de la ANPP tienen la obligación de ganar en transparencia y capacidad de comunicación en cuanto a su gestión.
Sin pecar de inocentes ni dejar de reconocer el interés constante de los adversarios políticos en anular cuanta medida o acción permita la “descompresión” de la tensión social, resulta indispensable el protagonismo público, abierto y oportuno de los diputados para increpar, explicar o rectificar según sea el caso. Solo así se contrarrestarán los efectos de la estructura mediática montada por la oposición para engañar o tergiversar sobre el contexto nacional.
Asimismo, entre los grandes retos de la X Legislatura se encuentra acabar con lo que varios analistas y estudiosos de la política han llamado la cultura del bandazo. Se han de perfeccionar los mecanismos para la toma y ejecución de decisiones con el fin de evitar las incoherencias y la insatisfacción.
El futuro de nuestro país requiere a toda costa lucidez y sentido común. Y de ello dependerá, en definitiva, que la ratificación de la inmensa mayoría de los miembros del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros se vuelva una ventaja
Sin embargo, esta Asamblea debe tener la osadía de hacerle frente a cuanto contratiempo venga. La condición de estado caribeño, subdesarrollado y bloqueado obliga a anticipar los problemas más inesperados, en un escenario regional y global convulso, marcado por la inestabilidad y el déficit de materias primas indispensables.
De igual forma, le corresponde continuar, quizá con mayor rapidez, con la actualización legislativa que demanda la Carta Magna aprobada en julio de 2019. Pues, a pesar de lo logrado hasta la fecha, hay procesos y fenómenos de la vida cotidiana que carecen de amparo legal o de capacidad punitiva.
En su función de ejercer el control de constitucionalidad sobre las leyes, decretos-leyes, decretos presidenciales y demás disposiciones generales, a la ANPP le tocará velar porque las instituciones garanticen el respeto y el cumplimiento de los derechos y deberes ciudadanos; aspecto este fundamental en la construcción del Socialismo.
A fin de cuentas, a la recién instaurada ANPP le esperan cinco años trascendentales. Pero nada, o muy poco, podrán hacer sin el respaldo y la participación activa y manifiesta del pueblo, a los cuales representarán y movilizarán realmente si lo escucha y logra el conceso entre tan extraordinaria pluralidad. Nadie dijo que fuera fácil.
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