Su buen amigo le advirtió sobre la magia de Yemayá, pero no hizo caso. Adolfo cruzó las fronteras, probó agua con sabor a mística de sal y arena. Cayó rendido ante el hechizo del Caribe y el mar, plagado de historias, lo vio llorar abrazado de dicha, abrazado a un regazo de tierna mulata.
Hoy alguien le ha pedido ayuda para investigar y lo convierte, de a poco, en cómplice de las maravillas de estos 763 mil 800 km2 de extensión líquida, abrigo de islas y cayos. El patrimonio de sus pueblos, es también reflejo de las anécdotas de este forastero pata de perro, buscando siempre otros destinos, más allá de los límites de su país continental.
Siglos atrás, en 1492, Cristóbal Colón y los tripulantes de La Pinta, La Niña y La Santa María, quedaron extasiados por estos rumbos, donde existían indios dados a la pesca, la agricultura y la alfarería. Escribió el almirante genovés sobre la presencia de unos caribes o caníbales, al referirse a una tribu antropófaga que dominaba ya el área. Entonces, les llamaron así a los nativos rebeldes ante la conquista y colonización española en el territorio.
Del Caribe te traigo...
El mar de las Antillas, como se le conoce también, devino fuente de recursos naturales e importante vía de comunicación con el Nuevo Mundo, desde los primeros años de explotación colonial, pues constituyó todo un tesoro primero en manos de los reyes ibéricos, luego de las coronas francesa y británica, que despertó además la gula de corsarios y piratas. Después, fue blanco del interés geopolítico de Estados Unidos y todavía se mantienen aquí sus bases militares para controlar el resto del hemisferio.
¿Pero, por qué es tan rico el Caribe?, se pregunta Adolfo. Una ojeada ecológica permite apreciar la biodiversidad característica de su clima subtropical, con aproximadamente 6 500 especies de plantas endémicas y animales de todo tipo, donde se destacan cerca de 450 familias de peces diferentes. Es común ver las exóticas cartacubas, palomas sabaneras o el manatí.
De acuerdo al estudio realizado por la Doctora en Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de México, María de Lourdes Sánchez, en el área “se dan todo tipo de actividades económicas, desde la mera subsistencia hasta las más complejas instalaciones industriales. Algunas islas se han convertido en centros financieros de capital trasnacional (…) No obstante, la agricultura continúa siendo la principal actividad económica de la región, aunque se ha deteriorado de forma constante. Es por eso que muchos países insulares han recurrido al turismo como principal fuente de ingresos”.
La puerta de entrada a las Américas, en tanto vía de transporte náutico y obligada ruta al canal de Panamá, actualmente centra la atención de importantes actores políticos y económicos, y precisa de atinada conservación, bien lo sabe la Asociación de Estados del Caribe (AEC). Tras la rúbrica de la Declaración de Margarita, en 1994, se reconoce el mar “como patrimonio común de la región” y prioriza su conservación para consolidar una identidad propia.
También en el seno de esta organización vio la luz en 2006 una comisión para promover, según refiere Prensa Latina, una gobernanza coordinada y para apoyar la propuesta de designar la zona como "área especial en el contexto del desarrollo sostenible".
Fortalecer estrategias a fin de preservar los valores de las aguas caribeñas figura entre los objetivos de la VII Cumbre de la AEC, con sede en La Habana, del 2 al 4 de junio, para que otros, como Adolfo, el viajero, sigan enamorados de su historia y belleza.
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