“No se equivoquen, será una gran batalla. Toda esa energía que hemos sido capaces de generar en las últimas semanas, las concentraciones públicas, los memes. Créanme que será una carrera muy cerrada, en un país profundamente dividido”. Solo le faltaba el coro góspel de fondo al ex presidente Barack Obama, que con su entonación cada día más parecida a la de un pastor protestante negro, alertaba desde el púlpito de la Convención Nacional Demócrata de Chicago, a no desmovilizar las fuerzas, de mantener la unidad y no subestimar la batalla que se avecina.
Y su tono no es casual. La conocida iglesia negra de Estados Unidos formada desde 1800 por negros libertos de los que también procedieron él, su esposa Michelle y directa o indirectamente la actual candidata a presidente Kamala Harris, fue fundada primero en estados como Pensilvania y Georgia, algunos de los cuales pudieran jugar un rol decisivo en noviembre, por lo cerrado que se vaticina el combate.
Aunque muchos analistas apuntan a temas de gran importancia para Estados Unidos como la economía, al borde de la recesión o la migración en la frontera sur, provocada en gran medida por el apego a las sanciones y restricciones que han caracterizado los últimos decenios de la política exterior del país, este será esencialmente un combate en torno a la raza, la igualdad de género y la propia personalidad de cada contendiente.
Esta vez los norteamericanos, en la soledad de la cabina de votación, deberán escoger entre la fiscal y el convicto, entre el blanco anglo tradicional, machista y racista, o la mujer descendiente de inmigrantes del tercer mundo, de piel oscura.
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Este súbito giro en la estrategia electoral demócrata ha resultado novedoso también para Trump y su equipo, que se pronosticaban una cómoda carrera de regreso a la Casa Blanca después de aprovechar las evidentes limitaciones de un anciano senil que por momentos no sabe a dónde va, tropieza ante cualquier obstáculo o reacciona tarde a la hora de rebatir sus mentiras. Probablemente haya sido esta la razón por la que el discurso del presidente saliente fue ubicado en el día de menor audiencia de la convención y cercano a la medianoche, fuera del horario estelar de la televisión estadounidense.
Claro que tartamudear, o caer en público, no es ni el único, ni el más severo daño que Biden puede hacer ahora a la campaña demócrata, pues los organizadores de la convención de Chicago han tenido que tolerar las permanentes muestras juveniles de apoyo a Gaza y contrarias al genocidio de Israel y aunque Harris, en busca de ese tradicional votante demócrata, ha intentado modular y distanciarse en lo posible del discurso sionista de su antecesor, cada anuncio de ayuda militar a Israel, cada video de niño palestino masacrado, arruina de golpe su castillo de naipes.
Trump ha hecho gala de su incontinencia verbal, muestra de su creciente preocupación. Ha llamado mentirosa, incapaz, poco inteligente y comunista a su contendiente, pero no ha logrado así detener el espiral ascendente de la demócrata.
Las encuestas, tan engañosas, manipuladas y preparadas a veces, se muestran ya ligeramente a su favor, lo que contrasta con la tendencia, previo a su llegada. Un jocoso columnista del diario estadounidense The Boston Globe al comparar el enfrentamiento Trump-Kamala con el Trump-Biden escribió: “la diferencia entre una boda y un funeral”.
Este cambio radical en el apoyo a la candidatura demócrata, sumado a su ego de macho alfa, están entre los principales factores que han obligado al ex presidente Donald Trump a aceptar tres debates televisados donde deberá enfrentar a una política más joven, acostumbrada a debatir, con un fuerte discurso feminista que puede retarlo a ir más lejos y finalmente destapar el misógino que lleva dentro y decirle “cuatro verdades”, políticamente incorrectas.
Siempre quedará la duda del porqué, ante una situación tan inusual como la del retiro del candidato previsto a solo 90 días de las elecciones, los demócratas no procedieron con una convención abierta, lo cual hubiera sido más “democrático” según los cánones del propio Estados Unidos y prefirieron forzar la figura de Kamala como única candidata, moviendo con agilidad los hilos mejor atados del partido y convocando el concurso de sus principales figuras. Hubo ausentes, pero todo quedó en familia.
Las fanfarrias de las convenciones, republicana primero y demócrata después, ya son agua pasada. Deben dar paso ahora a una guerra más posicional entre los dos partidos. Los debates pueden ayudar a uno u otro en dependencia del resultado, pero ahora la diferencia la marcarán las estructuras locales de los partidos y la capacidad que estos tengan de sacar a sus votantes en masa a apoyar a sus candidatos.
Para los demócratas la economía, la migración y el conflicto en Gaza serán sus fantasmas, para Trump y sus aliados, el potencial anuncio de una condena contra él en el juicio que ya perdió por pagos indebidos a la actriz de películas de adultos Stormy Daniels, pudiera dar dolores de cabeza adicionales, incluso migrañas.
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El retiro del candidato independiente Robert Kennedy, y su ya prometido apoyo a los republicanos, a pesar del impacto que tiene proviniendo él de una familia de linaje demócrata, no debe mover mucho los números a favor de los republicanos. Quedan poco más de 70 días, pero ya quedo claro, que en un muy poco tiempo, mucho puede cambiar.
Y usted pudiera pensar que me ha convencido el show mediático anglosajón, el escenario teatral que acompaña a los procesos electorales de Estados Unidos, no, claro que estoy consciente que gane quien gane, Estados Unidos continuará enviando armas a Israel para masacrar a los habitantes de Gaza, continuará exprimiendo a Europa con el cuchillo de la guerra Rusia-Ucrania, alimentará cada día más el curso de confrontación con China, imposible de controlar económicamente, buscará el mejor camino para que la oposición de Venezuela maneje las enormes reservas de crudo de ese país y les dé a ellos mayor tranquilidad. Sin hablar de Cuba. Eso, lo sé. La diferencia principal parece ser entre el caos total y el caos controlado.
Aun así, no hay dudas que ese país se juega mucho en esta elección y con él, de una manera u otra, sus vecinos, que en este mundo globalizado quiere decir, todos nosotros.
Roberto de Armas
26/8/24 12:58
Gracias Guillermo por tu oportuno análisis. No dudo que haya algunos pensando que si gana Kamala puede haber un regreso a la política de Obama respecto a Cuba. Realmente no lo creo, lo mas probable es que tengamos un cauteloso Biden 2.0. Slds, Roberto
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